Rubén Martín.
Mejor
ocurrencia no pudo tener la dirigencia del Partido Acción Nacional (PAN) para
celebrar el 80 aniversario de su organización que llamar como invitado
principal al ex Presidente Vicente Fox Quesada.
Nadie
como Vicente Fox revela la decadencia y crisis política por la que atraviesa el
viejo partido blanquiazul.
Acción
Nacional fue fundado entre el 14 y 17 de septiembre de 1939 en el Frontón
México, en la capital del país, por dos de sus grandes ideólogos: Manuel Gómez
Morín y Efraín González Luna. En sus orígenes convergían corrientes tanto
liberales como conservadoras. El PAN fue un partido de derecha, cercano a los
empresarios y a la ideología capitalista de la libre empresa, pero también un
gran partido de base que recogía reclamos legítimos en contra del autoritarismo
y los fraudes cometidos por el entonces partido hegemónico, el Partido
Revolucionario Institucional (PRI).
Tras 60 años
de trayectoria como uno de los dos grandes partidos opositores al PRI, el
PAN ganó la presidencia de la república en el año 2000 con la candidatura de
Vicente Fox.
Éste, un
ex directivo de la Coca Cola, mediocre empresario agrícola, utilizó la
gubernatura de su natal Guanajuato como plataforma para posicionarse como
aspirante presidencial durante tres años: a partir de la elección intermedia de
1997.
La
estrategia dio frutos, utilizando la plataforma del Gobierno de Guanajuato y
acompañada de un abundante financiamiento proveído por empresas interesadas en
que el ex directivo de la marca refresquera llegara a la Presidencia del país
para dar manga ancha a su agenda de intereses. Y así ocurrió.
El mérito
de Fox fue que supo representar el papel que le dictaron sus mercadólogos y
estrategas de campaña: un ranchero que desafiaba al sistema, que calzaba botas, franco y mal
hablado, que prometió sacar a las tepocatas, víboras prietas y alimañas de Los
Pinos y que en su cierre de campaña en León, Guanajuato ofreció crear una
comisión nacional anticorrupción y terminar con el narco-Estado imperante en
México.
La
tragedia de Fox es que esa imagen y esas promesas quedaron en eso: en
estrategias publicitarias que le dictaron estrategas electorales
estadounidenses como Rob Allyn y Alan Stoga, pagados por sus patrocinadores
como Coca Cola y General Motors.
En efecto, Fox
no era un “ranchero” franco que le hablara directamente al pueblo para criticar
al PRI y ofrecerle un cambio político a la sociedad mexicana. Fox fue
convertido en ranchero por sus asesores de imagen. De hecho, una asesora
contratada por Rob Allyn tuvo permiso para inspeccionar el clóset personal de
Fox y tirar la ropa que no convenía a la imagen que se quería proyectar del
entonces gobernador de Guanajuato. Los entretelones de la campaña foxista están
contados al detalle en el libro Asalto a Palacio. Las entrañas de una guerra
(Grijalbo, 2001), del empresario regiomontano Guillermo H. Cantú, quien
participó en la campaña foxista y por tanto conoció la intimidad del círculo
cercano del precandidato presidencial.
En realidad,
el Fox ranchero echado pa’ delante, es un fake Fox, un Fox edulcorado por la
mercadotecnia.
Pero en su
momento no importó para el PAN. Ganaron la Presidencia de la república en
julio del 2000 y comenzó así uno de los mayores engaños políticos en la
historia reciente del país.
El candidato
que ganó las elecciones ofreciendo un radical cambio político, y que la mayoría
de intelectuales y comentaristas liberales aceptaron como una transición a la
democracia, se convirtió en los hechos en Presidencia de la continuidad del
modelo neoliberal y que en lugar de sacar a la tepocatas y alimañas de Los
Pinos, las convirtió en sus aliados políticos.
Para los que
no lo recuerden, Fox se apoyó estratégicamente en la fuerza política de Elba
Esther Gordillo e incluso pidió apoyo de Carlos Salinas de Gortari para
convencer al PRI de su fallida reforma hacendaria.
Son
innumerables las pifias políticas de Vicente Fox, pero son de antología las
anécdotas de sumisión al imperio. Por ejemplo, el “comes y te vas” al líder
cubano Fidel Castro en una conferencia internacional sobre financiamiento para
el desarrollo celebrada en Monterrey, en marzo de 2002.
Fox no solo no
sacó a las tepocatas de Los Pinos, sino que las convirtió en aliados
estratégicos; no cumplió su promesa de combatir la narco-política, porque si lo
hubiera hecho no estaríamos metidos en esta guerra infame que hay en México; no
cumplió su promesa de crear un fondo para la educación con los ingresos
excedentes del petróleo; y no cumplió con su promesa de democracia para el
país. Al contrario, traicionó esa demanda del pueblo mexicano.
Hay
evidencia consistente de que Fox conspiró con representantes de otros poderes
públicos (ministros, procuradores, gobernadores) para impedir que un político
que no le simpatizaba (Andrés Manuel López Obrador) fuera candidato, o que
siendo candidato, ganara las elecciones.
Hay
evidencias grabadas de que incluso el mismo día de la elección presidencial de
2006, ministros del gabinete de Fox, como Pedro Cerisola y aliadas políticas
como Elba Esther Gordillo negociaron con gobernadores priistas votos en sus
estados para el candidato panista Felipe Calderón.
Al
imponer de manera fraudulenta a Felipe Calderón en 2006, el PAN terminó de
matar la poca legitimidad política que le quedaba.
De la
mano del locuaz Vicente Fox y del irresponsable Felipe Calderón, los panistas
dejaron de ser militantes políticos contra el autoritarismo y la antidemocracia
priista para convertirse en una clase política profesional dispuesta a hacer
todo para permanecer en el poder.
Fue una
camada política a la que le gustó el poder y sus prebendas, es decir, que se
aburguesaron y en el camino se corrompieron para convertirse en todo contra lo
que lucharon en 60 años de partido opositor.
Por eso
el PAN está en decadencia y en el basurero de la historia. Quién mejor para
celebrar esta condición que Vicente Fox.
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