Por Manu
Ureste.
Nerviosa y
con los ojos negros muy abiertos, la señora Catalina Urbina no deja de observar
la puerta entreabierta de su casa; una pequeña construcción hecha con un puñado
de bloques desnudos de pintura, en cuyo interior solo hay una mesa de madera,
unas sillas de plástico, y un hornillo.
Desconfiada,
la mujer sale al umbral de la vivienda. Divisa en silencio los campos que se
extienden por la localidad mexiquense de San Nicolás Guadalupe, y tras
comprobar que nadie se acerca agazapado entre los densos maizales, regresa al
salón rectangular de su casa con el rostro de tez cobriza aún desencajado.
“La mera
verdad, sí me estoy escondiendo”, susurra visiblemente avergonzada.
Tras
cerrar la puerta de un jalón, Catalina rompe a llorar.
“Ya no
puedo pagarle más dinero -dice ahogando los sollozos-. A cada rato viene a
buscarme para decirme que, si no le pago lo que le debo, que le entregue mi
casa. ¿Pero, cómo le voy a dar lo único que me queda y que yo me gané con años
de trabajo? ¿Dónde van a vivir mis hijos?”.
Doña Cata,
como la llaman los vecinos, jura que no hizo nada malo para vivir con la
angustia de andar escondiéndose todos los días como si fuera una delincuente.
De lo único que se arrepiente en su vida, asegura ahora con rabia contenida en
los ojos negros, es de haber confiado en ese señor que decía ser del gobierno
federal y que la estafó para dejarla pagando una deuda que la persigue a diario.
El señor
se llama José de Jesús Hernández García, un exasesor técnico de la Secretaría
de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) que en 2013 prometió a Catalina, y a
otros 48 integrantes de la asociación civil indígena mazahua de la que forma parte,
que les facilitaría cuantiosos apoyos gubernamentales para aspirar a mejores
oportunidades de vida.
Doña Cata
quería dejar de limpiar casas ajenas, por lo que necesitaba los apoyos para
comprar cabezas de ganado y abrir su propia granja. Y por eso dice que
aceptó pagar en efectivo los 60 mil pesos que el asesor José de Jesús le pidió
con la excusa de “agilizar” los trámites burocráticos de los programas sociales
de Sedatu.
“Él nos
prometió que nos entregaría todos los proyectos. Pero lo que hizo fue robarnos.
Agarró nuestro dinero y jamás nos volvió a dar la cara”.
Catalina
habla en plural. Dice que el exasesor de Sedatu no solo la estafó a ella,
sino también a los otros 47 integrantes de la asociación civil Mazahua para la
Transformación Integral (MATI AC), a quienes, en total, les sacó 5 millones 330
mil pesos a través de mentiras y la falsificación de documentos oficiales de
Sedatu y de otras instancias, como el Sindicato de Maestros del Estado de
México y Fundación Walmart.
Con esos
oficios falsos, el exasesor de Sedatu convencía a los integrantes de la
comunidad indígena de que los proyectos para abrir papelerías, tiendas de
abarrotes, o para construir viviendas de concreto, ya habían sido aprobados.
Pero eso nunca sucedió y el dinero de las personas indígenas, que obtuvieron de
prestamistas que les cobran intereses desorbitados, se esfumó.
Ahora,
asegura Catalina, amanece casi todos los días llorando. Llora de coraje, dice
masticando las palabras. De impotencia.
Y su
situación, como la del resto de integrantes de la asociación civil indígena, no
es para menos: se quedó sin dinero y sin los apoyos prometidos; con una deuda
que creció al doble por los intereses y un terreno embargado; y aferrada a unas
autoridades de investigación que, a pesar de contar con decenas de evidencias y
de testimonios, no ha conseguido en cuatro años hacerles justicia.
Documentación
falsa.
Rosa
María Aguilar y su hija Victoria Cruz caminan por las calles de la Ciudad de
México, en la colonia Cuauhtémoc, cargadas con miles papeles que han ido
recabando desde diciembre de 2015, el año en que, como fundadoras de la
asociación civil MATI AC, denunciaron por fraude a José de Jesús Hernández ante
la Fiscalía General del Estado de México.
Desde ese
entonces, Rosa María y Victoria no solo trabajan exclusivamente para pagar
la deuda que les dejó José de Jesús. También han dedicado su vida, literal, a
que se les haga justicia y les regresen su patrimonio. Tanto a ellas, a las que
un prestamista ya les embargó un predio y una camioneta por impagos, como al
resto de integrantes de MATI AC.
Por ello, en
estos cuatro años, las dos mujeres de origen mazahua aprendieron leyes y se
convirtieron en sus propias investigadoras y defensoras. De hecho, por eso
viajaron más de dos horas para llegar a la capital. Para ir, otra vez, a la
ruta de siempre: Presidencia de la República-Fiscalía General de la República.
Sin embargo,
lamenta doña Rosa, hoy tampoco hubo suerte. De nuevo, les pidieron que fueran
a Atlacomulco, a la unidad de robos con violencia y cuantía mayor de la
Fiscalía mexiquense donde se abrió la carpeta de investigación del caso.
Pero Rosa
exclama que ya está harta. Que han pasado cuatro años desde que denunciaron y
que las investigaciones siguen sin dar resultados claros, a pesar de que
cuentan con múltiples elementos de prueba y con más de 30 testimonios.
Y, en
efecto, la lista de pruebas es amplia.
Por ejemplo,
la asociación indígena presentó 32 recibos firmados por José de Jesús
Hernández, en los que el exasesor técnico dejaba constancia de que recibía
dinero en efectivo de los 48 integrantes de MATI AC a cambio de gestionar los
proyectos de Sedatu que, a la postre, no hay pruebas de que entregara.
La
autenticidad de la firma fue corroborada por un perito en grafoscopía, mientras
que la cantidad presuntamente estafada, de 5 millones 330 mil pesos, fue
también corroborada por una perito certificada, quien presentó a las
autoridades de investigación mexiquenses un dictamen pericial en materia de
contabilidad, al que
Animal Político tuvo acceso.
MATI AC
también aportó a la Fiscalía estatal las docenas de oficios de Sedatu,
Fundación Walmart, y del Sindicato de Maestros del Estado de México, que les
entregó José de Jesús Hernández para garantizarles la entrega de los apoyos, y
que fueron denunciados como falsos por las tres instancias, tal y como
documentado en esta nota que Animal Político publicó este jueves.
También presentó
copia del acta SFP/OMYC/0310/2015, de fecha 19 de noviembre de 2015, firmada
ante el encargado de la Oficialía Mediadora y Conciliadora del municipio de San
Felipe del Progreso, José Luis Andrade Carranza.
Ante el
conciliador, José de Jesús firmó que, en efecto, debía 5 millones 330 mil
pesos a los integrantes de MATI AC. Y que, o les entregaba los apoyos y
proyectos en una semana, o se comprometía a regresar la suma íntegra del
dinero. Ninguna de las dos cosas sucedió.
Además, José
de Jesús firmó a MATI AC recibos por más de 5 millones de pesos sin que
estuvieran amparados por facturas fiscales, evadiendo presuntamente el pago de
impuestos ante el Servicio de Administración Tributaria, lo cual también
constituye un delito fiscal.
A pesar de
todo lo anterior, expone ahora Victoria Cruz, la Fiscalía mexiquense aún no
ha llevado ante la justicia a José de Jesús. Al contrario, en cuatro años, el
proceso se ha atorado en múltiples ocasiones por trámites burocráticos que,
según denuncia MATI AC, dilataron de manera absurda todo el proceso.
Sobre este
punto, Victoria lamenta que la Fiscalía pidió cosas incomprensibles, como
que el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI) hiciera un exhaustivo
estudio antropológico para corroborar que los 48 integrantes de la asociación
civil indígena son, efectivamente, indígenas, una vez realizado, entonces la
Fiscalía pidió al INPI la presencia de varios traductores de mazahua para las
entrevistas con los integrantes de MATI AC, a pesar de que todos hablan y
entienden el castellano.
Victoria también
denuncia que durante años la Fiscalía fue renuente a entregarles copia de las
carpetas de investigación, mismas que les entregaron hasta mayo de este año,
luego de que advirtieron que, de no recibirlas, pondrían una queja ante la
Comisión estatal de derechos humanos.
Cuando
revisaron el expediente, detectaron anomalías graves, como que no todas las
copias están foliadas -con el riesgo de que alguien pueda quitar o añadir
documentos sin que quede registro- y que hay un tomo de la investigación en el
que las copias no están certificadas.
Además, apunta
Rosa María, en estos cuatro años han tenido que aguantar presiones,
intimidaciones y todo tipo de comentarios por parte de los agentes del
Ministerio Público, como que su caso era “una basura sin sustento”, o que no se
metieran a indagar nada porque “son unas chismosas que no saben nada”.
“Se están
burlando de nosotros”
Don
Hilario García Torres, indígena de 62 años, vive en La Concepción Mayorazgo, en
una zona serrana del Estado de México a la que se llega por una empinada
carretera que va serpenteando hasta hacer cumbre en un cerro colmado de nubes
blancas.
Ahí, frente
a una pintoresca iglesia pintada de blanco y azul claro, don Hilario tiene una
pequeña tiendita de abarrotes que está vacía de clientes y de productos porque
no hay dinero suficiente para llenar los estantes. Por eso necesitaba el apoyo
de Sedatu. Y por eso también le entregó a José de Jesús una suma de dinero que
prefiere no precisar, que lo dejó al borde de la ruina y de la ruptura
familiar.
“Llevo
años trabajando, como quien dice, solo para para José de Jesús”, dice con una
sonrisa amarga.
A
continuación, Hilario se remanga la camisa sobre los antebrazos, apoya la
espalda en la pared de ladrillos de su casa, y asegura que no entiende cómo
han pasado ya cuatro años y el exasesor técnico de Sedatu sigue libre y sin
darles cuenta de su dinero.
“La
Fiscalía solo nos trae de aquí para allá y en cuatro años no nos ha resuelto
nada. Dicen que le han mandado citatorios para que se presente por su pie ante
el juez, pero no ha pasado absolutamente nada. Se están burlando de nosotros,
tanto José de Jesús como la justicia”.
A unos
kilómetros de la casa de Hilario, entre criaderos de truchas y ríos de agua
limpia donde lavan su ropa algunos de los pocos habitantes que aún viven en la
localidad de Rosa de Palo Amarillo, el señor Adán Federico Vázquez muestra las
casas de madera donde vive con su esposa, hijos y nietas.
Varias de
las casitas están a punto de desmoronarse por la lluvia y la fuerte humedad que
reblandece la tierra arcillosa. Por eso necesitaba el proyecto de Sedatu, para
cambiarlas por unas de bloque de concreto.
Sin embargo,
Adán Federico, que viste pantalones y chamarra café, camisa de cuadros, y un
sombrero vaquero, asegura que él y su familia no tiene más remedio que seguir
habitando esas viviendas e ir malvendiendo los pocos animales que le restan
para hacer frente también a la deuda que les dejó el exasesor de Sedatu.
“En el
Ministerio Público nos han pedido montones de papeles -dice el señor Adán
mesándose el mostacho que luce a lo Pancho Villa-. ¡Les hemos dado montañas de
papel! Pero siempre les falta algo. Siempre. Por eso no sabemos para qué sirve
ir con ellos. Porque no han hecho nada para ayudarnos”, lamenta.
Tras al
menos cinco citatorios sin respuesta, y sin que se haya presentado a ninguna de
las audiencias iniciales, José de Jesús Hernández está nuevamente citado a
comparecer el próximo 12 de noviembre en los juzgados de Ixtlahuaca, Estado de
México. En caso de presentarse, un juez decidirá si los elementos de la
Fiscalía mexiquense son suficientes o no para vincularlo a proceso por el
presunto fraude de 5 millones 330 mil pesos a los integrantes de MATI AC.
Previo a la
publicación de este reportaje, Animal Político buscó a José de Jesús
Hernández para conocer su versión de los hechos a través del abogado Salomón
Valverde. Sin embargo, éste respondió a la solicitud de entrevista
asegurando que desde hace dos años ya no defiende al señor José de Jesús y que
desconoce su paradero actual.
Este medio
también preguntó a la Fiscalía General del Estado de México por una postura.
Pero, al momento de publicar este reportaje, no dio respuesta.
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