Salvador
Camarena.
Hace 60 años
nació una caricatura que lectores nada millennials recuerdan con facilidad. En
esos dibujos animados, el caballo Tiroloco McGraw y el burro Pepe Trueno
intentaban imponer, con más entusiasmo que método, orden en el viejo oeste. Eran
un tanto, por decirlo así, caóticos en sus intempestivas andanzas, y, de tan
absurdas, sus aventuras resultaban divertidas.
El doctor
Santiago Nieto se ha convertido en todo un personaje del actual gobierno. Si le
pidieran al lector habitual recordar tres nombres de anteriores titulares de la
Unidad de Inteligencia Financiera, creada hace 25 años, tardaría varios minutos
en sacar de la memoria a funcionarios que prácticamente estaban ausentes de los
reflectores. En cambio, el actual titular de la UIF es una máquina de disparar
noticias, una presencia habitual en los espacios estelares de los medios.
Tan solo el
día de ayer, en que acudió a Palacio Nacional a la mañanera, el doctor Nieto
habló de presuntas irregularidades –graves, si hemos de atender la naturaleza
del trabajo de la dependencia que encabeza– de un afamado consultor político,
del poderoso clan económico llamado Legionarios (no creo que sean de Cristo,
aunque ellos lo presumen así) y del otrora líder legal del sindicato de
petroleros Carlos Romero Deschamps.
(Más tarde,
Jannet López Ponce, del grupo Milenio, dio a conocer que la UIF abrió una
denuncia ante la Fiscalía General de la República en contra de Édgar Elías
Azar, expresidente del Tribunal Superior de Justicia –es un decir– de Ciudad de
México y exembajador –es otro decir, Peña Nieto le regaló el puesto, pero de
ahí a la representación, en fin– de México ante el Reino de los Países Bajos.
Pero esta importante noticia la logró la reportera fuera del espacio de
preguntas la mañanera.)
Así, en un
solo día tuvimos en la rueda de prensa noticia de que Jordi Segarra, consultor
estrella del PRI en el Estado de México y otras campañas de Enrique Ochoa, está
siendo investigado por la UIF, como lo había adelantado ayer mismo en sus ocho
columnas el diario Reforma.
Luego, Nieto
nos dijo que, en efecto, al clan (palabra mía) de los Legionarios se les ha
denunciado, pero no se les está investigando y, finalmente, adelantó que sobre
Romero Deschamps se trabaja junto con Estados Unidos en rastrear información en
el marco de denuncias por lavado de dinero y enriquecimiento ilícito.
¿Trabajaban
más o menos los anteriores titulares de la UIF? Difícil saberlo. En tiempos de
Peña Nieto nadie iba a esperar que su amigo Alberto Bazbaz fuera a investigar a
ningún priista como Romero Deschamps o Emilio Lozoya, ni a figuras cercanas a
los priistas, como el abogado Juan Collado, por presunto lavado de dinero,
¿verdad? Bueno, nadie que sea mexicano y tenga más de dos años de edad hubiera
esperado eso en el sexenio pasado.
Ahora
tenemos a personajes de tal calibre investigados por la UIF. Gran cambio. Sin
embargo, lo que es toda una incógnita es si tan espectacular –en términos
mediáticos– forma de proceder de Santiago Nieto se traducirá en sentencias
firmes, en justicia más allá de impacto, pues.
La UIF ha
cabildeado en este gobierno ante los legisladores contar con mayores poderes.
En otras palabras, evitar contrapesos judiciales.
Quién sabe
qué tan conveniente sea concentrar en una dependencia tantas facultades, tantas
que quizá compita con la Fiscalía General de la República. Dependencia que
además evadiría obligaciones de presunta inocencia como la conocíamos hasta las
reformas judiciales garantistas a donde se supone que nos dirigíamos.
Lo que de
verdad habría que esperar es que tanta espectacularidad mediática de la actual
UIF y su titular esté respaldada en firmes y detallados expedientes (algo de
suyo raro en nuestro sistema de procuración de justicia) antes que en una
capacidad, hoy solventada, de “disparar” rápidamente hacia donde antes parecía
que nadie apuntaba. Y que, por lo mismo, los medios reproducimos con quizá
demasiada celeridad, sin pedir más información o indicios del sustento. Es la
palabra de la UIF contra la fama de cualquiera.
Ojalá los
casos sean firmes, para que no terminen en comedia de enredos típicos de las
caricaturas infantiles ya citadas. Ese escenario no se lo merece la sociedad
mexicana, los presuntos implicados en las acusaciones, este gobierno, la UIF,
ni su titular Santiago Nieto. Tal desenlace no sería nada divertido.
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