Martín
Moreno
La pregunta
corre entre millones de mexicanos. Despierta sospechas. Levanta suspicacias:
¿Qué les
debe Andrés Manuel López Obrador a Manuel Bartlett y a Napoleón Gómez Urrutia
para ser, desde Palacio Nacional, su tapadera?
Ante los
hechos consumados y comprobados, AMLO defiende a dos personajes de oscuro
pasado y dudosa reputación:
Bartlett, el
operador del fraude electoral de 1988 para arrebatarle el triunfo a Cuauhtémoc
Cárdenas y entronizar a Carlos Salinas de Gortari; el artífice de un imperio
inmobiliario consistente en 23 casas y dos terrenos con valor de 800 millones
de pesos a nombre de su mujer, familiares, empresas y amigos ubicados,
principalmente, en las zonas más caras de la capital, como Lomas de
Chapultepec, Reforma y Polanco, y que ni ha justificado con qué recursos fueron
obtenidas ni las incluyó en su declaración patrimonial. (Fuente: Arely
Quintero. Sitio de Carlos Loret de Mola. Bartlett Bienes Raíces.
28/Agosto/2019.) El multimillonario de la 4T.
Napito, el
líder sindical minero que sustrajo, en realidad, 33 millones de dólares que
pertenecían a un fideicomiso de los trabajadores mineros, y no 55 millones,
como se ha dicho, debido a que reembolsó 22 millones de dólares a trabajadores
de Cananea. De cualquier manera, se birló una fortuna que no era suya. Sabemos
ya que heredó el SNTMMSRM de su padre, Napoleón Gómez Sada, quien durante la
época dorada del PRI hizo del sindicato su coto de poder durante 40 años. (Ver
mis libros Los demonios del sindicalismo mexicano y Abuso del poder en México,
así como la columna titulada “No, Andrés Manuel. ¡Napito NO!, del 21 de febrero
de 2018 en SinEmbargoMx, donde revelamos a detalle la ruta que siguió el dinero
birlado por Napito, mediante triangulaciones financieras por bancos de todo el
mundo y que le permitió a él y a su familia vivir holgadamente en Vancouver
durante varios años. Allí están las pruebas para quien quiera verlas una vez
más).
La historia
negra de Manuel Bartlett la conocía López Obrador, y aun así lo solapa.
La historia
negra de Gómez Urrutia la conocía López Obrador, y aun así lo solapa.
¿Qué les
debe el Presidente de México a este par de abusadores del poder?
La respuesta
a la intocabilidad e impunidad de la que gozan Bartlett y Napito bajo la
protección presidencial, estaría en escenarios conocidos por esta columna:
BARTLETT, EL
IDEÓLOGO. Quién lo fuera a decir: uno de los estandartes del viejo PRI: el
Secretario de Gobernación que aplastaba a disidentes; el jefe directo del
asesino intelectual del columnista Manuel Buendía; el responsable del fraude
electoral de 1988; el aliado político de Carlos Salinas; el autoritario
Gobernador de Puebla; el multimillonario dueño de residencias, mansiones y
terrenos, ahora es el ideólogo de cabecera de López Obrador. ¡Ese ideólogo no
lo tiene ni Obama! ¿En qué coinciden Bartlett y AMLO para que el primero se
haya convertido en el ideólogo del Presidente de México? A saber, en 3 puntos
fundamentales. Primero, en su visión estatista de la economía nacional. Ambos
convergen en la idea de que el Estado sea el principal responsable de generar
riqueza, que sus empresas claves (Pemex y CFE, por ejemplo) sean prohibidas
para la inversión privada, y que el concepto de Estado absoluto se aplique a
rajatabla, como en los setentas. Segundo, coinciden en que México necesita de
un presidencialismo totalitario. Tanto Bartlett como AMLO fueron creados,
diseñados y forjados al fuego del viejo PRI, y no conciben otra manera de
ejercer el poder más que al estilo del priismo arcaico: que todo gire alrededor
del gran tótem que es el propio Presidente, y de allí se explica que todas las
decisiones gubernamentales emanen de Palacio Nacional, convirtiendo a no pocos
secretarios de Estado (Gobernación, Economía, Comunicaciones) en simples
floreros. Y tercero, en practicar (también como el viejo PRI) los estilos de
Gobierno tanto de Luis Echeverría como de José López Portillo. Ejercer el
populismo de LEA y la obsesión petrolera de Jolopo. De alguna manera, Bartlett
y López Obrador son descendientes políticos de Echeverría y de López Portillo,
y herencia directa del PRI de los setentas. Allí se quedaron estancados
ideológicamente.
NAPITO, EL
RECOMENDADO. Resulta que una amiga periodista íntima de López Obrador y que
desde años ha tenido una gran amistad con Napito – generoso siempre con sus
amigos en lo financiero y articulista del diario dirigido por dicha
periodista-, influyó en AMLO desde que era candidato presidencial y le vendió
la historia de que Gómez Urrutia era “perseguido político” del panismo cuando,
en realidad, las pruebas en su contra por fraude, estaban avaladas con
denuncias penales de los propios trabajadores sindicalizados y comprobadas con
documentos y rutas del dinero sustraído, además de las inversiones hechas con
ese dinero en Canadá para que se aceptara darle refugio a Napito y familia. De
otra forma, ¿cómo explicar que tan distinguida familia sobreviviera durante
tantos años en una de las ciudades más caras del mundo, si no fue con esos
millones de dólares mal habidos? (Toda la información al respecto está en mis
libros para quien quiera consultarla). Un pillo certificado, sin duda alguna.
Cuento chino, eso de que Napito era “perseguido político”. ¿Cómo purificarlo?
Otorgándole fuero legislativo para evitar ser aprehendido. De prófugo de la
justicia a Senador de la República. ¡Sólo en México! Así, AMLO aceptó
protegerlo por dos razones: por la amistad que lo ha unido con su amiga periodista,
y por la conveniencia política que le representa que, ahora, Napito encabece el
ala obrera de la mal llamada Cuarta Transformación: la Confederación
Internacional de Trabajadores (CIT), ariete del lopezobradorismo para
consolidar su proyecto político no solo durante su sexenio, sino también, de la
intención transexenal de proyecto que ya Andrés Manuel le ha planteado a
algunos en reuniones privadas y que será tema de otra columna.
Bartlett
aparece en el aeropuerto con su familia: con su mujer o su “no esposa no
concubina”, Julia Abdalá, dándole la razón al reportaje de Arely Quintero y
echando por tierra el principal argumento de defensa de la SFP, respecto a que
Abdalá no era ni esposa ni concubina de Bartlett. Otra mentira más.
Napito viaja
con pasaporte canadiense a Vancouver junto con su esposa, Oralia Casso (Fuente:
The Breaker.news), donde estuvo exiliado por 12 años tras sustraer los 33
millones de dólares del sindicato minero. El asunto es grave. ¿Por qué? Porque
el Artículo 16 de la Ley de Nacionalidad establece textual: “En caso que
durante el desempeño del cargo adquiera otra nacionalidad, cesarán
inmediatamente en sus funciones”. En marzo de 2018, Napito habría presentado un
certificado de renuncia a su nacionalidad canadiense. Pero no lo hizo entonces.
Por tanto, hoy debería dejar el escaño senatorial.
Bartlett y
Napito, los intocables de AMLO.
Los emblemas
de la corrupción de la 4T.
Al estilo
del viejo PRI.
Nada cambió.
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