Ricardo
Ravelo.
Conforme se
acerca el 2021, en Baja California se calientan los ánimos a grado tal que ya
está totalmente abierta la confrontación entre el Gobernador Jaime Bonilla y el
presidente municipal de Tijuana, Arturo González Cruz.
Aliados en
2018 –hicieron campaña juntos, uno por la gubernatura, el otro por la Alcaldía
del principal municipio de Baja California –, pero transcurrido un año y medio
la situación se ha complicado: Bonilla acusa a Arturo González de no trabajar
por Tijuana, de descuidos en el municipio por estar más ocupado en hacer
campaña por la gubernatura.
Las
descalificaciones de Bonilla llegan al grado de señalar a González como una persona que cambia de carácter a lo
largo del día; a través de un video que circula en redes le pidió al Secretario
de Salud, Alfonso Pérez Rico, que opinara sobre ese cambio de conducta y éste
dijo que era un estado de ansiedad agravada, más adelante expuso que podría
tratarse de un caso maniaco-depresivo, lo que desató las risotadas del
mandatario, quien se deslindó enseguida: “Yo no lo dije, lo dijiste tú”. Y así,
insulto tras insulto y con evidente sorna Bonilla aclaró que no tiene nada
personal con Arturo González. El Gobernador de Baja California parecía imitar
con su actitud al desaparecido conductor Paco Stanley cuando conducía el
programa “Pácatelas” en Televisa, donde aparecía drogado –era adicto a la
cocaína — haciendo humor negro, burlas y comentarios en serio y en broma. La
conferencia del Gobernador se convirtió así en un circo, una falta de respeto
absoluto para la ciudadanía.
Luego de
elogiar la labor de los alcaldes de Mexicali y Rosarito –son los que mejor han
trabajado, dijo –nuevamente arremetió contra González Cruz al referirse al tema
de la seguridad pública, pues dijo que tiene desatendido el municipio en éste y
otros rubros “porque no trabaja”. Y le recrimina que el ayuntamiento tijuanense
estuvo ausente en el problema de los deslaves ocurridos en las colonias “El
Vergel”, “Ballesteros” y “Sánchez Taboada”, pues el Gobierno del estado –dijo
–tuvo que atender esas emergencias.
Le dijo que
se ponga a trabajar, “pero no se le puede pedir eso a quien no ha trabajado”,
piensas que estás en el Campestre –el club de empresarios del que González Cruz
fue presidente –y así, golpe tras golpe, iba respondiendo las preguntas de los
reporteros que aparecían en una pizarra electrónica.
Ante lo que,
según Bonilla, es una falta de respeto a los ciudadanos de Tijuana, le pidió al
Alcalde ofrecer disculpas al pueblo, pues no ha cumplido con su deber como
autoridad. Y así, a lo largo de toda su conferencia, Bonilla centró todos sus
comentarios injuriosos y descalificativos en González Cruz, quien actualmente
está considerado como el Alcalde con mayores méritos para competir por la
gubernatura de Baja California en el 2021.
Pero no todo
termina ahí. El lunes 24, Arturo González Cruz fue citado en la Secretaría de
Gobernación por el Subsecretario Ricardo Peralta, aliado de Bonilla durante el
cabildeo en el Congreso de Baja California para votar la llamada Ley Bonilla,
que implicaba ampliar a cinco años el mandato del actual Gobernador de esa
entidad, proyecto que echó abajo la Suprema Corte con su resolución de este
año.
En aquel
escándalo, a Ricardo Peralta se le vinculó con los moches que presuntamente le
entregaron a los legisladores de Baja California para votar la Ley Bonilla. El
exadministrador General de Aduanas –cuyo paso por esa área fue efímero y
ruidoso por la corrupción que prohijó –fue acusado por Jaime Martínez Veloz,
entonces candidato del PRD a la gubernatura de Baja California, de operar los
presuntos sobornos a legisladores, al estilo Emilio Lozoya, para aprobar la
cuestionada ley.
En este
escándalo político desatado por los sobornos –se habló del reparto de hasta un
millón de dólares para todos los legisladores –habría sido operado por
Alejandro Miramontes, administrador de la aduana de Mexicali –presuntamente de
ahí salió el dinero –quien fue colocado en ese puesto por Ricardo Peralta
cuando fungió como Administrador General de Aduanas a principios del sexenio.
Incluso, el
entonces presidente del Congreso de Baja California, Benjamín Gómez, acusó a Peralta
de intentar sobornarlo para convocar a una sesión y votar por la Ley Bonilla.
Con base en
estos antecedentes, no queda ninguna duda del contubernio que une al Gobernador
Jaime Bonilla y al Subsecretario Ricardo Peralta, quien con la protección de la
Secretaria Olga Sánchez Cordero se ha convertido en un gángster en la
Secretaría de Gobernación que rememora, toda proporción guardada, la negra
historia de Fernando Gutiérrez Barrios, quien lo mismo protegía al narcotráfico
que cuidaba de la política interna del país, una dualidad bastante perversa.
Decíamos que
el pasado lunes 24, Ricardo Peralta citó en su despacho al Presidente Municipal
de Tijuana, Arturo González Cruz. El llamado fue para recriminarle sobre la
venta de un decomiso –no se precisa qué tipo de decomiso, si contrabando o
drogas –que habría realizado el Secretario de Seguridad Pública del municipio
de Tijuana y cuyo dinero –le dijo –eran para su campaña a la gubernatura.
Según
denunció González Cruz, el tono de Ricardo Peralta fue amenazador, lejos el
trato fino y deferente; Peralta hizo sentir el poder que detenta desde la
Subsecretaría de Gobernación y como responsable de la vigilancia de todos los
municipios del país.
En sentido
estricto, la función de Ricardo Peralta es la de un gendarme que conoce los
entretelones de la mafia y del poder político, cuyas diferencias no parecen
existir.
Al salir de
la Secretaría de Gobernación, González Cruz denunció lo ocurrido. Expuso con
detalles el trato hostil que le dio Ricardo Peralta y negó que en Tijuana haya
habido un decomiso, como adujo Peralta, ni se vendió nada porque tal
aseguramiento no ocurrió. Al mismo tiempo negó estar en campaña por la
gubernatura de Baja California, como lo ha señalado el Gobernador Jaime Bonilla
en reiteradas ocasiones desde sus habituales conferencias virtuales, donde es
claro que las preguntas son a modo y, en muchos casos, responde las que aluden
a González Cruz, pues aprovecha para golpear.
La actitud
de Ricardo Peralta y la campaña injuriosa de Jame Bonilla en contra de González
Cruz pone en evidencia que ya está desatada la guerra por la gubernatura de
Baja California y quieren frenar el paso acelerado de González Cruz, quien hoy
por hoy es el mejor hombre para competir en el 2021.
No se puede
esperar menos del Subsecretario de Gobernación, quien no de balde fue enviado
por el Presidente Andrés Manuel López Obrador a la Administración General de
Aduanas (AGA) para combatir a las mafias, pero no advirtieron que Peralta era
la persona equivocada. El era parte de lo que iba a combatir.
En los dos
primeros días como titular de aduanas Peralta asestó lo que la prensa exhibió
como un duro golpe al crimen al decomisar 40 toneladas de mercancía de
contrabando en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. En una
conferencia mañanera, el vocero Jesús Ramírez dijo que ese golpe era un gran ejemplo
de que el combate al crimen y la limpieza en las aduanas iba en serio. Sin
embargo, lo que no dijo es que la mercancía asegurada en la terminal aérea era
falsa, como falsos resultaron otros aseguramientos que se aprovecharon sólo
para la publicidad.
Peralta
tampoco pudo limpiar las aduanas, como ofreció, por el contrario, toleró a las
redes de contrabando y del crimen organizado, pues se dijo que lo que el
funcionario buscaba, a través de terceros, era llegar a un arreglo con todos
los grupos. Incluso, se preparaban negociaciones con empresas que estaban
siendo investigadas por la importación de los llamados autos chocolates, otra
historia de la que nos ocuparemos próximamente.
No es todo:
antes de la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador se hicieron
promociones para vender cargos de administrador en varias aduanas del país.
Hasta un millón de dólares costaban las posiciones en Reynosa, Mexicali,
Tijuana, ente otras. Y después de pagar por el puesto, al nuevo funcionario le
daban la anuencia de operar con manos libres para reponer su inversión, esto
es, debía pactar con el crimen, pues no había otra forma de recuperar lo
invertido.
Este es el
perfil de Peralta, el hombre que ejerce mano dura en Gobernación, el que
negoció la Ley Bonilla con presuntos sobornos para legisladores en Baja
California, el cómplice del Gobernador Jaime Bonilla, el que ahora ha empezado
a mover sus piezas y a manejar el terror para truncar las aspiraciones
legítimas de Arturo González a la gubernatura de Baja California.
La postura
de González Cruz es firme: “No voy a renunciar a mis derechos políticos”, dijo.
Es obvio que el trabajo del Alcalde tijuanense le mete demasiado ruido a Jaime
Bonilla, quien después de que la Suprema Corte declaró inválida la llamada Ley
Bonilla – además de que era inconstitucional fue operada con sobornos a
legisladores –tuvo que conformarse con gobernar sólo dos años el estado de Baja
California y, desde su posición como mandatario, se ha convertido en el
principal descalificador de González Cruz, aunque mañosamente asegura que “no
tengo nada personal” con el Alcalde, a quien le pide que se revise médicamente
por sus constantes cambios en su estado de ánimo.
Sin lugar a
dudas quien tiene que acudir al psicoanalista y con urgencia es el Gobernador
Jaime Bonilla, pues está claro que Arturo González Cruz se ha convertido en una
verdadera pesadilla para él. ¿Si no hay nada personal, pues por qué aprovecha
todo momento para cuestionar y descalificar su trabajo? Ya no imaginemos si
hubiera algo en lo particular, sería un tormento total.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario.