Diego
Petersen Farah.
La narrativa
de la esperanza está muerta, o al menos fuera de circulación. Los datos
económicos y las tragedias derivadas del problema de la pandemia hacen muy
difícil que el Presidente nos venda que él es la esperanza de México. De hecho,
es la única frase de campaña que no está en los spots del segundo informe.
Olvidémonos de que sea cierto o no, ese debate termina siendo ideológico,
simplemente veamos las encuestas sobre la percepción de futuro y es evidente
que las familias no la están pasando bien y no perciben una mejora en el corto
plazo. Así, el Presidente ha decidido ir a la elección con la narrativa de la
corrupción de los sexenios anteriores, la del viejo régimen diría él. Esta
decisión, si bien tiene toda la lógica política, tiene también algunos riesgos.
Para que eso
funcione el contraste debe ser muy evidente, una dicotomía entre los corruptos
frente a los honestos. Aunque el Presidente tenga fama de ser fundamentalmente
honesto ese es un terreno pantanoso pues, como ha quedado claro, es
prácticamente imposible que el Presidente controle todas las aristas del
Gobierno y que no haya escándalos de sus colaboradores. Aun suponiendo que
realmente él no tiene nada que ver en la corrupción de su hermano en los videos
no puede obviar que él era presidente de Morena en ese momento y para la
oposición es más sencillo llevar la elección a la narrativa a los más corruptos
contra los menos corruptos, tratar de ir igualando los cartones en ese terreno
y luego voltear la tortilla y hablar de resultados en salud, economía,
seguridad, pobreza, etcétera.
Para el
común de los mortales la corrupción asociada al financiamiento de los partidos
es poco clara y por supuesto que no es lo mismo el video de los sobres de David
León y Pío López Obrador que el atasque de los billetes en maletas de los
funcionarios panistas solo comparable con aquellos de Bejarano, también
colaborador de López Obrador. Como sea, por paradójico que parezca, el tema de
la corrupción resulta más cómodo para la oposición, pues cuando se trata de
aventar lodo lo que importa es el manejo mediático más que las pruebas
judiciales, montos o tramas.
Otro riesgo
para el Presidente y su partido es que la narrativa de corrupción vs corrupción
lo que terminará generando es una desánimo generalizado y eso ahuyentará a los
ciudadanos de las urnas. Lo que le dio el triunfo arrollador en 2018 fue que
logró poner en la cabeza de los mexicanos la esperanza de un futuro mejor y eso
hizo que saliéramos a votar masivamente. En una elección de poca participación
lo que importa son las estructuras, la capacidad de movilización que tengan los
paridos. Morena ha mostrado ser poco eficiente y los programas del Gobierno
federal también.
La ruta de
corrupción vs corrupción es, pues, de alto riesgo, y el Presidente lo sabe.
Quizá por ello lo hemos visto de tan mal humor en los últimos días.
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