Raúl Cremoux.
En
apariencia, sólo en apariencia, nos hemos acostumbrado a vivir en el averno de
homicidios, secuestros, robos, extorsiones y fosas clandestinas.
Literalmente
no hay día que los medios no nos traigan noticias sangrientas y crueles. Si
bien ocurren prácticamente en cualquier lugar, hay estados que parecen tener la
exclusividad del horror y el desamparo. Así lo demuestran los diarios “En
Edomex, cada cinco horas se da un homicidio y cada 48 un secuestro”.
Este dato es aberrante, pero hay
más. Estos delitos crecieron 28 y 73 por
ciento; cada tres horas roban un vehículo con violencia y se da un alza de 28
por ciento en asesinatos y 73.11 por ciento en secuestros. Esto en la grisácea
administración de Eruviel Ávila.
El
estado de Morelos, gobernado por Graco Ramírez, es el más violento; está en el
top ten de cuatro delitos: primer lugar en extorsiones, segundo en secuestros,
tercero en robo de vehículos con violencia y quinto en homicidios dolosos. Los
números y porcentajes en cada uno de estos rubros es aterrador, mencionarlos,
enumerarlos, es pavimentar el camino a la barbarie.
En reportaje de El País la
entrevista que hace Pablo Ferri a Xavier Olea, fiscal del estado de Guerrero, es contundente. El funcionario declara
abiertamente que no tiene capacidad de enfrentar al crimen organizado. Y por
supuesto, también están los datos delincuenciales de Tamaulipas, Oaxaca,
Chiapas, Sinaloa, Jalisco, Veracruz, Michoacán y una franja de al menos 12
estados considerados peligrosos.
Las consecuencias de todo esto son
variadas y estimulan un estado de cosas donde lo primero es la inconformidad
generalizada, el desánimo y el rechazo ya abierto a la ineficiencia de las
autoridades municipales, estatales y federales. Todas las encuestas y otras
formas de medición así lo confirman. Vivimos en un cuadro de temor permanente
ante el cual sólo han aparecido algunas pequeñas muestras de defensa civil como
son las asociaciones de vecinos cerrando calles, contratando seguridad privada,
edificando bardas y mallas eléctricas, y cuando se puede sistemas de vigilancia
con cámaras de TV. El gran, enorme resto de la población, es víctima potencial
de todo tipo de pillos y asesinos.
Los datos más relevantes, serios y
sólidos ofrecen que este estado de cosas se debe a los siguientes factores: el crimen organizado o individual, siempre
trabaja en equipo con la autoridad, lo cual conlleva a la impunidad de los
delitos. Otros no menos importantes son: la pérdida de valores tradicionales, la descomposición social, la
desintegración familiar y los que dio a conocer Rafael Ruiz Harrell en sus trabajos de investigación. En ellos
insistía que no es la pobreza el elemento que lleva a delinquir;
fundamentalmente son la desigualdad y la marginación. A ello debemos añadir
un hecho sustantivo: los cuerpos
policíacos carecen de preparación y mística por su trabajo. Es una chamba temporal, ya que no han sido
admitidos en otras posibilidades laborales. El 53 por ciento del total de
reprobados en los exámenes que les hacen, siguen en sus puestos, ya que no hay reemplazantes adecuados.
Por otra parte, son numerosos los expertos y voces críticas quienes ven en los
derechos humanos y la seguridad pública una crecida incompatibilidad. Hay que
añadir los datos del Semáforo Delictivo Nacional: cada vez son más los niños y las mujeres que participan en todo tipo de
delitos, incluyendo al narcotráfico. Pero
por encima de todos los factores, incluso los muchos otros que aquí no se
mencionan, está la falta de responsabilidad, la ineficiencia y la probada
complicidad tanto de gobernadores como de ministerios públicos, cuerpo judicial
y sistema penitenciario que, en conjunto, forman ese fétido pantano cuya
pestilencia es tan grande como el desgarramiento ambiental que amenaza a todo
el planeta.
¿Tiene solución el tsunami delictivo
que a todas horas nos arrolla; hay posibilidades reales de que vivamos en
condiciones civilizadas o seguiremos prisioneros de nuestras variadas faltas e
incompetencias?
¿Cuáles son los costos sociales y
políticos que pagaremos si esto continúa?
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