Darío Ramírez.
La violencia contra la prensa está
en uno de sus peores momentos desde el año 2000. Y a pesar de tener una
fiscalía especializada para investigar los casos, desde agosto de 2015, el fiscal Ricardo Nájera, no ha resuelto ni un
solo caso. Su renuncia debe de ser inminente.
A Miroslava Breach la conocí en
Ciudad Juárez cuando los trabajos sobre protección a periodistas comenzaban a
ser tomado en serios. Una mujer decidida y consciente de en qué país vivía.
Sabía que su quehacer diario era fundamental para una sociedad que es azotada
por la violencia y la corrupción.
El Gobernador Javier Corral afirmó:
“Debo decir que la principal línea de investigación, que nosotros iniciamos de
inmediato, por supuesto fue su propio trabajo. Miroslava denunció y documentó
el vínculo de la política estatal con el narcotráfico, sobre todo en las
candidaturas que se presentaron en varios municipios de la Sierra de Chihuahua.
Fue una periodista que documentó constantemente la organización y la estructura
criminal en Chihuahua”, apuntó Corral. “Con una persistencia e insistencia
asombrosa”, agregó.
Miroslava
se une a una ominosa lista de 30 periodistas asesinados durante la
administración de Enrique Peña. Después de crear el sistema de protección más
robusto para proteger a la prensa, hoy podemos afirmar con certeza que éste es
prácticamente inútil para su fin y es más una respuesta política ante la
presión internacional por la caza de periodistas durante los últimos 15 años.
Es
una vergüenza que Ricardo Nájera, Fiscal para investigar delitos contra
periodistas de la PGR, siga en su cargo. Desde agosto de 2015 está a cargo de la Fiscalía sin haber resuelto un
solo caso. Léase bien, ni un solo
caso. Eso sí, abre carpetas de
investigación y hace todo para no atraer la investigación a nivel federal y que
se quede en los estados donde sabemos que las posibilidades de dar con los
perpetradores es nula. Pero así es nuestro sistema de procuración de justicia,
en este y en casi todos los casos.
Más
allá de la incapacidad de Nájera para hacer su trabajo, y gozar de ganar un
sueldo público sin tener ningún tipo de resultado. La complicidad de Nájera
para mantener la impunidad de los casos de homicidios de periodistas es
evidente. Siendo honestos, no podría
ser de ninguna otra manera. Me refiero a los jefes de Nájera: Osorio Chong
(Segob), Cervantes (PGR) y Peña Nieto. Ninguno de ellos se ha ocupado de
condenar el homicidio.
Mientras Peña Nieto lanzaba varios
tuits sobre el atentado de Londres, donde mostraba sus condolencias con el
pueblo del Reino Unido, el jefe del
ejecutivo consideró que el asesinato de Miroslava Breach, enfrente de su hijo
de 7 años, no merecía ninguna mención.
Mientras escribía esta columna se
dio a conocer que Armando Arrieta Granados, jefe de redacción del periódico La Opinión
de Poza Rica, fue atacado a tiros la madrugada de este miércoles en su
domicilio, hasta el momento su estado de salud se reporta como grave.
Todavía
está muy fresco los homicidios de Cecilio Pineda, en Guerrero y Ricardo Monlui,
en Veracruz (otra vez Veracruz). Resulta obvio que están en completa impunidad.
La
prensa bajo fuego y la clase política en la habitual retórica. El silencio
cómplice de la alta esfera política es una señal de abatimiento del Estado
mexicano. Todo parece indicar que no pueden cambiar la realidad. Se diseñan
instituciones para enfrentar el problema de violencia contra la prensa pero su
impacto es mínimo ante la violencia constante que sufre el gremio periodístico.
Después
de años de conocer el fenómeno de la violencia contra la prensa, es posible
concluir que la violencia letal –principalmente cometida por la colusión entre
autoridades y crimen organizado- es un elemento de conveniencia para el poder
político en México.
La
conveniencia radica en que al no asegurar castigo a los perpetradores –y sí
asegurar la impunidad de los casos- el factor de zozobra, miedo y duda
entre la comunidad periodística se acrecentar hasta llegar a un factor de
parálisis para realizar el trabajo que la sociedad necesita. Algunos le han
llamado autocensura, pero estimo que sería más pertinente reconocerlo como una
medida de autosubsistencia que sin ella seguramente perderían la vida.
Ricardo
Nájera tiene que renunciar a su cargo. Es la única manera para poder darle algo
de legitimidad a una Fiscalía Especializada la que ya nadie confía. Su
ausencia de resultados sostiene este argumento. Si creamos una fiscalía que se
suponía que iba a ser los dientes de las investigaciones y hasta la fecha no
tenemos un resultado satisfactorio, me temo que es momento de hacer un corte de
caja y decir lo que no ha funcionado.
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