Alfredo Lecona.
A la memoria de Miroslava Breach,
víctima del Estado.
¿Qué tienen que ver el Fiscal
Anticorrupción y las iniciativas de Ley de Seguridad Interior?
Todo.
Si hiciéramos un zoom out para ver
todo lo que está sobre los escritorios, curules y escaños de la clase política
en estos días, notaríamos que entre Fiscalías, Fiscales, Fuerzas Armadas y
Generales -aunque todo se discuta por separado- todo forma parte del sistema de
justicia, el termómetro ideal para medir la democracia de un país.
Mientras en el ocaso del sexenio
todo corre y todo urge, la cruzada de la
clase política contra instituciones fundamentales del sistema de justicia se
intensifica para garantizar la impunidad que necesita. Por eso, aunque indigna no sorprende que la
designación del Fiscal Anticorrupción –por ejemplo- esté sujeta a una
negociación de la cúpula del Senado; o que en lugar de avanzar
decididamente en la transformación de la PGR a una Fiscalía General con
verdadera autonomía, se pretenda dar a
las Fuerzas Armadas, facultades ministeriales propias del poder civil.
Ocurrencias sobre prioridades.
Es
perversamente lógico. ¿Cómo podría nombrar la clase política a su propio
persecutor? ¿Por qué iniciarían el camino a un verdadero fortalecimiento de
instituciones de procuración de justicia y de seguridad, si la travesía es más
larga y no redituable para lo inmediato? Hay
que atender el chantaje del Secretario de la Defensa Nacional o las elecciones
de este y el siguiente año.
Por
eso están a punto de designar a sus cuates para que jueguen a que los
persiguen. Por eso pretenden hacer
“un Calderón” y tomar decisiones relevantes
para la seguridad y la vida de las personas, intuitivamente, sin evidencias
que sostengan el epítome de una trágica historia de diez años de absurda
guerra. Por eso quieren aprobar antes
del 30 de abril la Ley de Seguridad Interior.
El pasado martes, Enrique Peña Nieto, Comandante Supremo de
las Fuerzas Armadas, tuvo un encuentro con soldados, marinos, pilotos y sus
familias. Les abrazo, besó y después les mintió en la cara.
Y
mientras los metía en una escena propia de un mitin en el Estado de México (con
fanfarrias y porras), degradándolos con la acción mientras los halagaba con
palabras, en otro lugar, el colectivo #SeguridadSinGuerra decía lo que el
Presidente no se atrevería a confesarles.
Mientras Peña pedía que la cámara lo
siguiera para que todos los presentes lo observaran bien, #SeguridadSinGuerra revelaba que no se sabía del uso y destino de buena
parte del dinero etiquetado para la Seguridad Pública.
Mientras les agradecía su servicio a
la patria al “complementar” las funciones que original y constitucionalmente
corresponden a las autoridades civiles, académicos
y activistas explicaban como la Auditoría Superior de la Federación (ASF)
detectó, que en 2015, se manejó opacamente el presupuesto de instituciones de
seguridad del orden civil, como el de la Gendarmería Nacional, a la que se le
destinaron 2,284 millones de pesos para llevar a cabo 10,000 operativos y de
los cuales sólo se documentó la realización de 75, el 0.8%.
Mientras criticaba a gobiernos
locales incapaces de ofrecer la seguridad de sus ciudadanos, #SeguridadSinGuerra exigía a los
gobernadores y presidentes municipales hacerse cargo de lo que les toca y
asumir las tareas de seguridad pública.
Mientras
Peña refrendaba la mentira del General José Carlos Beltrán, quien hace unos
días afirmó que NO hay evidencia de violaciones de derechos humanos por parte
del ejército y acusaba ignorancia o dolo a quienes las denunciaban, la sociedad
civil recordaba Tlatlaya, las más de 100 recomendaciones y quejas dirigidas a
instancias castrenses desde 2006 y los reportes e informes de organismos
internacionales como la CIDH, que han recomendado el regreso paulatino del
ejército a sus cuarteles.
¿Qué
pasaría si los soldados, marinos y pilotos supieran que –quizás por ignorancia o
por dolo- su Comandante Supremo, disfrazó de familiar, un acto político para
presionar la aprobación de una ley que desnaturaliza su función?
¿Qué
pensarían si supieran que en vez de nombrar fiscales para perseguir a los
corruptos que han robado recursos destinados para la seguridad pública, Peña
Nieto tiene como procurador al primo de un amigo y próximamente a un fiscal en
condiciones imposibles para indagar sobre la corrupción en el ejercicio del
presupuesto de seguridad reportado por la ASF?
¿Cómo
reaccionarían si cayeran en cuenta de que la decisión sobre el futuro de sus
tareas está en manos de políticos irresponsables que llegan al absurdo de
afirmar que si regresan a sus cuarteles no aplicaría la letra del himno
nacional, en lo referente al “extraño enemigo”, como aseguró el Senador priista
Patricio Martínez, ex gobernador de Chihuahua?
¿Cómo
podrían sentirse el centro de un homenaje si su Comandante Supremo usa sus
niveles de aceptación, que ni en sueños alcanzaría él, para fines mezquinos?
Y
así como el Presidente miente a los miembros de las Fuerzas Armadas, los
autores de las iniciativas de Ley de Seguridad Interior lo hacen en el debate
público, abdicando a su obligación de privilegiar lo necesario sobre lo
aparentemente urgente.
Podría avanzarse responsablemente en
la implementación del sistema penal acusatorio, atendiendo los golpes de
realidad sobre la violación sistemática de derechos humanos en perjuicio del
debido proceso, pero César Camacho de
PRI prefiere dar un revés a la reforma penal (que presumía haber sacado
adelante hace 9 años) y optar por proponer ampliar los márgenes para las
típicas confesiones obtenidas bajo tortura, no sólo en la Ley de Seguridad
Interior, sino en su iniciativa de contrarreforma penal.
Podría
pensarse en las fuerzas armadas intentando detener el flujo de armas de norte a
sur, en vez del flujo de drogas de sur a norte (como ha sugerido Catalina Pérez
Correa) para defendernos a nosotros y no los intereses de otros, pero
Roberto Gil las prefiere usando la fuerza letal hasta para reprimir protestas
pacíficas.
Podrían aprender a aprender (ya que
está de moda) y atender recomendaciones como las del instrumento pedagógico que
organizaciones sociales y académicas como Insyde elaboraron en 2013, para
avanzar hacia una reforma policial democrática desde una perspectiva de
derechos humanos y participación ciudadana.
Podrían actuar a la altura de la
crisis política y de derechos humanos que agudizan cada día y recomponer
nuestro sistema de justicia, pero han optado por romper ese termómetro.
Y
nosotros podríamos hacer todo lo que está a nuestro alcance para evitar que lo
consigan, como entrar a www.seguridadsinguerra.org y enterarnos de estos y los demás motivos por
los que debemos evitar la aprobación de la Ley de Seguridad Interior, enviando
desde la plataforma, un correo electrónico a los 500 diputados que pretenden
legalizar la presencia del ejército en las calles. Intentar detener la
pesadilla, aunque vayamos más de 200 mil muertas y muertos tarde.
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