Jorge Suárez-Vélez.
Hay mucho qué concluir y aprender de
la reciente derrota legislativa del programa de salud republicano. Claramente,
ni Trump ni su equipo tienen experiencia legislativa. Después de docenas de
iniciativas republicanas para derogar el Obamacare, ahora que tenían la mayoría
para lograrlo, no lo hicieron. Era imposible armar una ley alternativa en
semanas. Todo proceso legislativo implica negociar, gradualmente agregando y
quitando hasta lograr el apoyo necesario. Trump
pensó que su presencia bastaría para convencer. Se equivocó.
El Freedom Caucus (o Tea Party, la
facción más conservadora del partido) seguirá siendo una fuerza disruptiva,
capaz de bloquear cualquier iniciativa que huela a más gobierno,
independientemente de que sea originada por colegas republicanos. Paul Ryan
tenía la tarea imposible de conseguir votos de dos grupos con propósitos
opuestos. El Freedom Caucus quería derogar el Obamacare para reducir
sustancialmente el costo fiscal de la salud pública. Los republicanos
moderados, típicamente de distritos más competidos, no podían apoyar una
propuesta que quitaría la provisión de salud a más de 20 millones de
estadounidenses, pues hay elecciones de medio término el próximo año. Cuando
los presidentes tienen niveles de aprobación arriba de 50 por ciento, el
partido en el poder pierde en éstas un promedio de 14 asientos en la Cámara
baja; cuando tiene menos de 50 por ciento pierde 37. Según Gallup, Trump está
en 36 por ciento, abajo del punto más bajo de Obama en ocho años (38 por
ciento).
La relación de Trump con Ryan queda
dañada, pero el gran perdedor es Reince Priebus (su colaborador y ex líder del
Partido Republicano), quien aseguró que conseguirían los votos para “repeler y
reemplazar” el Obamacare. Fue un error
empezar con un tema tan complicado. Trump debió empezar 'dando'. En su plan de
infraestructura incluso hubiera tenido apoyo demócrata. Ahora, en vez de
reformar la propuesta y buscar nuevamente votos, se concentrará en la reforma
fiscal.
Su
reforma fiscal será complicada pero exitosa. Complacerá al Freedom Caucus al bajar tasas de impuestos, aunque menos
de lo que se esperaba. No tendrán el margen fiscal que provenía de la reforma
de salud propuesta, que les ahorraba 350 mil millones de dólares anuales
quitándole servicios básicos a la gente. Ryan buscará apoyo para su BAT
(siglas en inglés del impuesto al ajuste fronterizo), y no lo obtendrá. Ese impuesto será rechazado por muchos republicanos
influyentes como Tom Cotton, senador por Arkansas, estado en el cual Wal-Mart
tiene un peso considerable, y que como toda empresa comercial se vería
seriamente afectada por el impuesto. En un país donde el grueso de los empleos
está en servicios, el BAT sería letal.
Acelerarán
el programa de repatriación de utilidades de empresas multinacionales
estadounidenses. Éste no tendrá oposición, y les podría dar un ingreso fiscal
(de una vez) de 200 mil millones de dólares.
Después de eso, el déficit fiscal
crecerá. Esto llevará a la Reserva Federal a acelerar el incremento de tasas.
Finalmente, se percibirá positivamente que haya un estímulo fiscal, y no sólo
uno monetario. El dólar se fortalecerá
contra todas las monedas.
¿Y
todo esto qué implica para México? El TLCAN sobrevivirá. La falta de pericia
legislativa y el hecho de que habría que aprobar carretadas de legislación para
echar atrás este acuerdo, harán imposible derogarlo.
Además, cada día crece el apoyo al
tratado de legisladores de estados republicanos agrícolas e incluso
industriales que se dan cuenta del golpe que recibirían derogándolo. La
posición de Videgaray para negociar ha sido la adecuada, no hay que ceder un milímetro.
Nos seguirá afectando la
incertidumbre. La apretada agenda legislativa impedirá poner pronto al TLCAN
sobre la mesa. Tenemos que hacer entender a nuestros socios que éste está más
vivo que nunca, e invitarlos a que vuelvan a invertir.
Trump
seguirá buscando victorias fáciles que satisfagan a su base. Intensificará el
ataque contra México, pues no tiene costo. Elevará la narrativa antimigrante y
las deportaciones. Se habla, sin embargo, de un posible acuerdo entre
demócratas y republicanos para que los últimos ratifiquen el Dream Act (ley
propuesta por Obama para proteger indocumentados que migraron de niños con sus
familias), a cambio de una propuesta integral de seguridad fronteriza que
probablemente no incluiría un carísimo muro.
Incluso desde la perspectiva de
conservadores moderados, Trump lo está haciendo bien. Anticipaban las locuras y
parálisis legislativa, pero lo querían por la Suprema Corte. Con la nominación
de Gorsuch (y quizá uno o dos más), ésta será conservadora por la siguiente generación.
Además, obtendrán menores tasas
impositivas y mucha menos regulación. La popularidad de Trump volverá a
aumentar.
Sin embargo, falta ver qué dice el
FBI sobre la posible colusión entre el gobierno ruso y sus colaboradores. Paul
Manafort, su jefe de campaña, recibió 10 millones de dólares de un oligarca
ruso. Crece el apoyo de importantes legisladores republicanos, como John
McCain, para nombrar a un fiscal independiente en esa investigación. Puede
volverse el tema que defina a esta presidencia.
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