Raymundo Riva Palacio.
Horas después de trascender a la
opinión pública que el fiscal general de Nayarit, Édgar Veytia, estaba en manos
de la justicia de Estados Unidos, acusado de múltiples delitos relacionados con
el tráfico de drogas, fuerzas federales
blindaron el estado. Testigos de la operación reportaron que helicópteros
artillados sobrevolaron Tepic y que en la frontera con Jalisco se reforzó la
seguridad. ¿Por qué tras la captura del fiscal se tomaron medidas como si el
detenido hubiera sido el jefe de un cártel de drogas? La explicación que dio el gobernador Roberto Sandoval dejó más dudas
que certezas, pero el extraño 'sellamiento' del estado fue resultado de una
petición que le hizo el martes al secretario de Gobernación, Miguel Ángel
Osorio Chong.
Sandoval
se encontraba en Tepic cuando le notificaron de la detención de su fiscal poco
después de presentarse ante un juez en la Corte federal de San Diego, donde le
leyeron las acusaciones. Inmediatamente voló a la Ciudad de México para hablar
con Osorio Chong, explicó sin aclarar por qué fue a Bucareli y no a la
Secretaría de Relaciones Exteriores para que pidieran oficialmente información
al gobierno de Estados Unidos o a la Procuraduría General de la República, para
que recabara la información pertinente del caso. El gobernador, que no acudió a
las instancias que corresponden a un asunto que requiere de trabajo diplomático
y jurídico internacional, tuvo una
reacción de miedo.
Veytia fue detenido el lunes por la
noche por agentes del Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza, al cruzar la
frontera de Estados Unidos para ir a visitar a su familia a San Diego, como lo
hacía de manera regular cada 15 días, tras ser acusado por un gran jurado, que
investiga en secreto una presunta conducta criminal y determina a partir de
testimonios y documentos si debe acusársele de un delito, en Nueva York. Sandoval no explicó por qué el fiscal
general estaba viajando a Estados Unidos en un día laboral. Funcionarios de
la DEA dijeron que tan pronto como se otorgó la orden de aprehensión,
estuvieron vigilando el cruce fronterizo por donde siempre entraba a Estados
Unidos, en el paso exprés entre el aeropuerto de Tijuana y la Mesa de Otay.
La
Corte federal del este en Nueva York, que lleva el caso de Joaquín El Chapo
Guzmán, presentó cargos insólitos contra Veytia, al acusarlo de producción,
transportación, distribución y venta de heroína, cocaína, metanfetaminas y
mariguana en un mismo proceso. La investigación en su contra comenzó en
enero de 2013 y se cerró, al presentar ante un juez la acusación para obtener
la orden de aprehensión, el 2 de marzo pasado. Las acusaciones comprenden
tráfico de drogas que manejan los cárteles Del Pacífico, Jalisco Nueva
Generación y Beltrán Leyva, que estuvieron asociados hasta 2008, y que desde
entonces han vivido en constante conflicto.
De
acuerdo con funcionarios de la DEA, Veytia estaba vinculado a dos cárteles,
enemigos entre sí, el de los Beltrán Leyva, donde la relación que tenía,
afirman, era con el jefe de la plaza en Nayarit, Daniel Isaac Silva Gárate,
apodado El H-9, que fue abatido durante un enfrentamiento con la Marina el 11
de febrero pasado, y con el Cártel Jalisco Nueva Generación. Según
funcionarios federales, el fiscal
general –un cargo que aprueban todas las fracciones parlamentarias– tenía una red de prostitución en el estado,
donde utilizaba a las mujeres como informantes. La PGR comenzó a seguirle
la pista a Veytia el año pasado, pero
nunca avanzó hacia una investigación formal. El gobernador Sandoval insistió el
jueves que él no sabía nada de las relaciones criminales de su fiscal, y que
todo lo que había oído de él eran “percepciones”.
Sin embargo, su proceder el martes despierta sospechas. La manera como actuó es
propia de la forma como, de manera preventiva, se redobla la seguridad cuando
un criminal con fuerte poder en una región es capturado o abatido, y deja un
vacío de poder. El reforzamiento de la seguridad en esos casos es para
evitar que, en los momentos de confusión, otros busquen ocupar el lugar
vacante. Nunca se había visto un
blindaje por el hecho de que un alto funcionario del gobierno fuera detenido
por delitos relacionados con el narcotráfico. Sandoval se comportó
intuitivamente como si Veytia fuera un capo que viviera en Nayarit, y no su
fiscal general.
Su preocupación fue que no hubiera
violencia en Nayarit, no preguntar sobre los porqués y las razones de la
captura de su muy cercano colaborador. Balbuciente, el gobernador dijo que
apoyaba al gobierno de México y también al de Estados Unidos. Qué proyectó, es
un misterio. Señaló, cándidamente, que
no había sido informado que hubiera señalamientos en contra de su fiscal. De
hecho, ninguna área del gobierno federal fue informada que se investigaba a
Veytia desde hace cuatro años y que lo iban a detener. La ausencia de
información refleja el grado de
deterioro en la relación bilateral dentro del campo de la seguridad, y consecuencia
directa de la negativa en el gobierno de Enrique Peña Nieto a que sus altos
mandos fueran certificados para recibir inteligencia de Estados Unidos. Hasta
aquí quedó el discurso embustero de la cooperación bilateral.
La
captura pegó por debajo de la línea de flotación del gobierno, y representa una
primera importante llamada de lo que viene desde el norte en los próximos meses.
Peña Nieto debe registrar con cuidado lo que está sucediendo, y si se decide,
actuar y corregir.
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