viernes, 26 de mayo de 2017

Elección bajo amenaza.

No habrá final de fotografía; pero muy probablemente lo haya de barandilla. Las tendencias conocidas indican que el “empate técnico” que se mantuvo durante varias semanas finalmente se rompió y que tendremos una contienda cerrada pero con un resultado suficientemente claro. El riesgo es que por encima de la mayor o menor contundencia de las cifras, la elección del domingo 4 de junio en el Estado de México acabe por litigarse en los tribunales.

Es mala señal que Andrés Manuel López Obrador haya optado en los últimos días por descalificar el proceso y, otra vez, adelantar la preparación de un fraude electoral. También lo es, desde luego, el que sus adversarios hayan recurrido a una guerra sucia para desacreditarlo y golpearlo en su imagen de honestidad, precisamente, a través de denuncias contra su candidata a la gubernatura mexiquense, Delfina Gómez Álvarez, lo que por lo visto es ya una práctica común en todas las campañas.

Ciertamente, se trata de una elección particularmente importante, no sólo por ser la entidad con mayor número de electores en el país sino por la repercusión política que puede tener en la contienda presidencial de 2018. Sobre todo para AMLO, que le ha apostado todo ahí.

Por lo demás, el caso mexiquense es muy interesante por diversas razones. La primera es que la batalla se da entre dos fuerzas totalmente dispares. Por un lado, el partido en el poder que encabeza el golpeado presidente Enrique Peña Nieto oriundo de esa entidad, que es además el bastión del grupo político hegemónico en el país. Y por el otro, un movimiento prácticamente sin partido cuyo líder omnipresente designa como su candidata a la gubernatura a una maestra de escuela, ex presidenta municipal de Texcoco, pero es él quien realmente hace la campaña.


El candidato priista Alfredo del Mazo Maza ha resultado bastante mediocre, gris, desabrido, tanto en sus planteamientos de campaña como su participación en los debates y en su misma propaganda. Tiene tras de sí, sin embargo, todo la estructura del PRI mexiquense, la más poderosa del país, y por supuesto el apoyo de los gobiernos federal y estatal, desde el presidente Peña Nieto y el Gobernador Eruviel Ávila Villegas para abajo. Por decirlo en otras palabras, hasta con el peor candidato puede el PRI alzarse con la victoria.

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