jueves, 1 de junio de 2017

El Senado contra sí mismo.

Salvador Camarena.

No sé ustedes, pero cuando hace diez meses leí que Pablo Escudero sería presidente del Senado de la República, miré hacia arriba y me tranquilicé pensando (es un decir): No es cierto, seguro el verdadero presidente de la Cámara alta será Manlio Fabio Beltrones, o mínimo Emilio Gamboa Patrón.

Pero recientes acontecimientos me han dado a pensar (es otro decir) que quizá no, que quizá sí esté al frente del Senado el señor Escudero y, ora sí ya me preocupé.

Porque hete aquí que lo que parecía un berrinche individual devino en acto de censura de un cuerpo legislativo, y de uno nada menor.


Como no están obligados a leer diario esta columna, retomo lo esencial de la entrega de ayer: el señor senador pevemista Carlos Puente descalificó en Twitter –sin leer me atrevo a decir pues él mismo expuso que no se lo habían enviado– un documento producido por el Instituto Belisario Domínguez (dependiente del Senado) sobre elecciones, pobreza, inseguridad y salud en el Estado de México. Como el Edomex sale más que pinto en estos temas, don Carlos denunció en esa red social que la información ahí contenida (proveniente de fuentes oficiales) era una cosa con fines electorales, y anunció que auditarían al IBD.

Pues hete aquí (repito) que la cosa no paró ahí. El Senado de la República, que preside el señor Escudero, en cuestión de horas ordenó la censura de sendos documentos que contenían información estadística sobre las elecciones del Edomex, Coahuila, Nayarit y Veracruz.

Que tal cosa fuera posible, que con tal rapidez el Senado haya concluido que lo que tocaba era censurar cuatro documentos producidos por el IBD, repito: por un órgano del Senado, es indicativo de que el problema no es un legislador extraviado en sus prontos, sino –mucho más grave– el Senado en su conjunto.

Porque ayer mismo lectores atentos a esta columna hicieron llegar una noticia nada halagüeña: la amenaza de que el Instituto Belisario Domínguez será auditado NO es una amenaza, ES una realidad desde hace semanas.

Mi fuente -goza de toda credibilidad- me adelanta que por órdenes de la mesa directiva del Senado, el Belisario Domínguez está siendo objeto de una auditoría extraordinaria.

Debo declarar conflicto de interés. En dos ocasiones he tenido el honor de ser invitado como moderador de mesas de discusión por los actuales directivos del IBD. Una de esas fue sobre el Sistema Nacional Anticorrupción, y otro sobre Mando Único Policial.

En esas mesas hubo libertad y pluralidad. Y por supuesto, he seguido otros debates que ese instituto ha organizado, y revisado otros de sus documentos, como el que sobre violencia Héctor de Mauleón me ganó en reseñar (y lo hizo mejor de lo que yo lo hubiera hecho http://eluni.mx/2lBTiCY).

¿A quién le estorba la libertad del Belisario Domínguez? Dicho de otro modo, ¿qué llevó a la mesa directiva del Senado a pedir esa auditoría?

No debería ser necesario decir lo obvio: el Senado no es de los legisladores, es de la República. Y cada uno de sus integrantes, cuantimás la mesa directiva, deben rendir cuentas a la República.

Nada de jugar a ser dueños de algo que no les pertenece. No son ci-i-os de nada. Son representantes populares y están obligados a informar de sus actos.

Lo único que nos falta en un momento tan convulso es que el Senado cierre, por quien sabe qué comezón de sus integrantes, un espacio que ha sido claramente plural y democrático.


Lo único que nos falta en esta crispada hora es un Senado que atenta contra sí mismo.

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