Salvador
Camarena.
No es por
ser ave de mal agüero, pero la próxima vez que escuchen la alerta sísmica
tiemblen por doble motivo. El primero es obvio, el segundo no tanto, pero
igualmente grave.
El 19-S
marcó de nuevo a la ciudad. Cientos de familias perdieron seres queridos,
patrimonio y la vida como la conocían antes del 19 de septiembre. Algunos siguen
en la calle. Miles más resultaron afectados de otras maneras (gastos en
inspecciones, reparaciones menores y mayores, mudanzas, pérdida de empleos,
terapias, estrés, etcétera).
La tan cacareada reacción ciudadana
de solidaridad fue una flor que duró unas semanas. Luego, dejamos al garete (es
decir, en manos de Mancera) la reconstrucción. “A cinco meses del sismo del
pasado 19 de septiembre, no existe dirección ni coordinación de las autoridades
para llevar a cabo las labores de reconstrucción y prevalece la incertidumbre e
inconformidad entre las organizaciones y las personas damnificadas”, se lee en un informe de la diputada
Dunia Ludlow, de la Comisión de Vivienda de la ALDF.
En ese
reporte de 14 páginas, dado a conocer ayer, se denuncia que: “la incertidumbre de los damnificados se mantiene,
entre otras cosas, por el incumplimiento de los objetivos de la Ley de
Reconstrucción; la inexistencia de un diagnóstico consolidado de los daños
causados; la falta de celeridad en el reconocimiento de los derechos de
propiedad y de reconstrucción de las víctimas; y consecuentemente, en el
retraso de las labores de reparación y reedificación de inmuebles”.
Sumen a lo
anterior que hace dos semanas la Comisión para la Reconstrucción, nombrada en
octubre por Miguel Ángel Mancera, colapsó luego de la renuncia del titular de
la misma –Ricardo Becerra– y de otros tres subcomisionados, en protesta por el
conocido agandalle de tres diputados de ocho mil millones de pesos para la
reconstrucción.
Aunque la ley que les dio ese
privilegio a esos diputados ya fue corregida, la Comisión no se ha reinstalado.
Y si eso no ocurre, entonces no hay quién, en términos legales, opere y
alimente la plataforma, que es el instrumento para censar, clasificar y administrar
la reconstrucción.
“No existe -apunta el documento de
Ludlow- por lo tanto, un documento en el cual se pueda valorar y dimensionar,
de manera sistemática y coherente, todas las afectaciones sufridas por las
personas, las viviendas, la infraestructura y el patrimonio de la ciudad”.
¿A quién
culpar de todo lo anterior? Les doy una pista: busquen una foto reciente
(cuatro meses para acá) de Mancera atendiendo damnificados en un lugar afectado
por el terremoto (Escuela Rébsamen, Multifamiliar Tlalpan, calle Morena, Álvaro
Obregón, Condesa, Lindavista… el que gusten). Encontré en Google cinco
reuniones, tres de ellas en un set montado en el Palacio del Ayuntamiento, y
dos más en la Álvaro Obregón (dominio de Leonel Luna, por supuesto).
Mancera nunca se metió a fondo, nunca
se comprometió con atender el trauma que costará, como él dijo, entre cinco y
seis años superar.
Permitió que los trabajos de la
Comisión quedaran atrapados por las grillas de un gabinete disfuncional y por
la voracidad del eje Luna-Romero-Toledo.
El trabajo probono de los
subcomisionados no sólo se desperdició, sino que se les maltrató. La atención
que Becerra daba cotidianamente a los damnificados ha quedado trunca. Y la
plataforma -si bien todavía lejos de un nivel óptimo- que era alimentada
constantemente, ahora ya ni eso.
En
conclusión, lo que la Comisión había logrado avanzar en la reconstrucción ha
entrado en coma. Por lo que, si uno de
estos días resulta la de malas y suenan los altavoces, teman por el sismo, y
por la reacción ante el mismo mientras Mancera siga en la oficina.
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