Alejandro
Páez Varela.
En los
primeros meses y antes de conducirlo al exilio, se hizo todo para dejarlo
aislado. Cooptaron a algunos de sus más cercanos colaboradores y otros se
sintieron amenazados y bajaron el perfil.
Me vi con un
supuesto amigo de Marcelo Ebrard en un restaurante de waffles. Estaba muy
nervioso. Me había dado información durante semanas y me pidió ese día que no
lo volviera a contactar. Nunca más lo hice. Una persona muy cercana a este ex
amigo quedó acomodada poco después en el Gobierno de Miguel Ángel Mancera.
Uno de los
generales del ahora Senador me contó, después de varias reuniones, detalles de
la ruptura. Me dijo que una buena parte la había operado él, personalmente, y
el sexenio le sonreía. Me dio datos de Ebrard de encuentros en la casona de
Alfonso Reyes.
Pero me negó todo después, cuando le
pedí que me dijera, con la grabadora encendida, algo de aquello; era para un
texto que escribía. No lo negó, propiamente: le mandé una versión de cómo lo
citaría en el texto y fue su secretaria la que me dijo: “El licenciado no
recuerda haber dicho eso”. Entonces, supe, calculó la posibilidad del regreso
de Marcelo: el sexenio estaba avanzado. Quería mantener su identidad oculta.
Su nombre queda guardado conmigo,
pero los detalles de la historia son apasionantes para cualquiera que lo vea
desde afuera: Ebrard sufrió algo parecido a una persecución de Estado.
Alguna vez,
porque yo estaba escribiendo su biografía, le
pregunté a Mancera casi palabra por palabra quién participaba en la persecución
de Ebrard. Le mencioné una “operación Ebrard”. Me la negó. Me dijo que tal cosa
no existía. Pero muchos de los cercanos del actual Senador me dijeron otra
cosa. Uno de ellos me detalló que otro Miguel Ángel estuvo involucrado en
llevar al Presidente de la República que Marcelo era el que estaba detrás de la
“casa blanca”. Esta versión se extendió por el gobierno capitalino: que Mancera
le dio datos a Osorio Chong para que pudiera culparlo ante Enrique Peña Nieto
por el escándalo generado por la propiedad que Armando Hinojosa Cantú puso en
manos de Angélica Rivera y por otra más, en donde estuvo la casa de campaña en
2011-2012.
Hay datos
sueltos porque no se cuidaron. Me
dijeron que en algún momento dos operadores muy cercanos a Mancera pidieron
directamente a otros funcionarios que involucraran a Marcelo Ebrard en desvíos
o en presuntos “acuerdos bajo la mesa” con obras.
“Me dijeron literalmente esto:
‘chíngate a Marcelo’”, me confesó recientemente un ex funcionario que conoce
bien el entorno del Senador Mancera. De acuerdo con su versión, se le presionó
en los primeros años de la administración para que “se chingara” a Marcelo.
La historia de traiciones contra
Ebrard Casaubón involucra a periodistas muy conocidos; a Presidencia de la
República; a Mancera y a su círculo más cercano; a Osorio Chong y a otro activo
miembro del Gabinete presidencial: Luis Videgaray. Es lo que se dice. Es una historia terrible que no habría
imaginado Luis Spota. Tenía como intención hundir las posibilidades
presidenciales de Ebrard para afianzar a otros dos que querían asegurar su
candidatura en 2018: los dos Miguel Ángel. O eso me dijeron.
La trama de traiciones tuvo un vuelco
demasiado pronto y con un exceso de dramatismo. Marcelo está en la cresta de la
política nacional y es uno de los individuos de mayor confianza y cercanía con
el próximo Presidente de México.
Osorio Chong no es sino una sombra
amarga, un espejo de sus propios fracasos. Enrique Peña termina como el peor
Presidente en muchas generaciones. Y Miguel Ángel Mancera… mmmh.
Sospecho que el culebrón de Mancera
tendrá sorpresas en el futuro. Sospecho que también su entorno –los hombres más
cercanos a él– podrían ser noticia alguna vez. Se habla mucho de una alcancía y
propiedades adquiridas por medio de triangulaciones que tejen una telaraña
espesa.
También me dicen que Ebrard no perderá tiempo en
venganzas. Me parece difícil de creer: advierto francotiradores en las azoteas
y sombras que se mueven con velocidad. Como si tomaran posiciones para dar, en
el momento exacto, un golpe de precisión.
Albert Camus
decía que dos hombres traicionados por
una misma mujer son algo así como hermanos. En este caso, la mujer que
comparten es la política. Mancera y Ebrard no serán hermanos, pero sí comparten
un destino irremediablemente unido. Ahora Ebrard tiene el chirrión por el
palito y esto –como cita Andrés Manuel y se dice en el beisbol– no se acaba
hasta que no se acaba.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario.