La
ratificación en el Senado de la República del Convenio 98 de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), ocurrida el pasado jueves 20 de septiembre, es
un paso histórico que beneficia a los trabajadores y se corresponde con una de
las exigencias de Estados Unidos en las recientes renegociaciones del Tratado
de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) consistente en fortalecer la
contratación colectiva.
El Convenio
98 fue adoptado en Ginebra, durante la 32 reunión de la Conferencia
Internacional del Trabajo (CIT), el 1 de julio de 1949, y entró en vigor el 18
julio 1951. México firmó este convenio en 1956 interponiendo una reserva para
mantener la llamada cláusula de exclusión, que permitía despedir del trabajo a
los disidentes sindicales. La OIT rechazó dicha reserva por un lado porque
estos convenios se aceptan en bloque o se rechazan en bloque, pero también
porque la cláusula de exclusión era directamente contraria al espíritu de la
libre sindicalización. En este sexenio, el gobierno mexicano eliminó la
cláusula de exclusión. Entonces nuestro gobierno volvió a firmar el acuerdo y
lo envió al Senado para su ratificación hace tres años.
Sin embargo,
se mantuvo en la congeladora. Es decir,
México tardó 69 años en incorporarse a este acuerdo y fue la última nación
latinoamericana en hacerlo.
La ratificación de este tratado rompe
con el corporativismo sindical pues establece que los trabajadores son libres a
pertenecer o no a una organización sindical y que su decisión no puede ser
motivo para causar el despido. También prohíbe que se condicione la permanencia
en el empleo a no pertenecer a una organización sindical. Además, prohíbe la
existencia de los llamados sindicatos de protección.
La tradición de control corporativo
en México explica por qué nos tardamos tanto en ratificar este acuerdo y lo
sucedido esta semana en el Senado encarrila a nuestro país en una ruta de
modernización y normalización de las relaciones laborales.
Hay que decir que la ratificación del
Convenio 98 no sólo beneficia a los trabajadores. El sector empresarial también
resulta favorecido al liberarlo de chantajes y presiones por parte de los
llamados sindicatos blancos.
Llama la
atención que a pesar de que el presidente Peña Nieto dio los pasos necesarios
para su ratificación, la anterior
legislatura condenó el trámite a la congeladora aun cuando cumplió con las
consultas requeridas tanto a organizaciones sindicales como la CTM, la CROC y
la UNT, así como a organismos empresariales como la Concamin, la Coparmex y el
Consejo Coordinador Empresarial y a entidades gubernamentales. Con ello, se
cumplió con él con los requisitos del Convenio 144.
La
ratificación de este convenio internacional se da en dos contextos importantes:
Uno, el que llama más la atención, es
que forma parte de las exigencias del gobierno norteamericano, el país más
capitalista del mundo e insignia del libre mercado. Dos, es que la democracia
sindical se presenta como consecuencia del arribo de la democracia política al
país. Es decir, vía el libre comercio y el avance político de México se rompe
con una de las principales características del Estado autoritario mexicano: el
control de los trabajadores.
La noticia
causó distintas reacciones. A mi parecer
la principal es la de la ONU que saludó esta resolución del Senado y señaló que
con esto “el Estado mexicano estará atendiendo las recomendaciones formuladas
por el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales”.
Si bien esta
ratificación no estuvo exenta de resistencias como la de los senadores del PAN
que decidieron abandonar el salón de sesiones para no participar en su
aprobación y dar un golpe mediático para tapar esta importante decisión, también es cierto que el Convenio 98 de
la OIT contó con el apoyo unánime del resto de los partidos que estuvieron
presentes en la sesión.
El hecho
confirma la vocación transformadora del nuevo Senado. México está cambiando.
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