Javier Risco.
Ha llegado
el día. El enfrentamiento entre el gobierno de Trump y el de López Obrador.
Momento de medir fuerzas. Toda la carne al asador. El día D. El momento en el
que la delegación de mexicanos más capaces negociará con sus pares
estadounidenses. Las horas que definirán el futuro de la economía de
Norteamérica.
No estoy muy
seguro que el párrafo anterior se apegue a lo que sucederá hoy en Washington,
la única certeza que existe es que momentos como el que nos ha hecho pasar el
presidente Trump los últimos días, al amenazar a través de un tuitazo una
medida económica inaudita, como la imposición de aranceles ridículos, y prender
TODOS los focos rojos en el gobierno de López Obrador, se repetirán en los
próximos dos años hasta el cansancio. El gobierno mexicano debe estar
consciente de que la relación con Trump y la posición de México no será la
misma que los dos primeros años de su gobierno; a partir de ahora, nuestro país
vuelve a importarle porque golpearlo le da votos, y porque su mirada sólo ve la
palabra “reelección”. El gobierno de López Obrador deberá comprar boletos a
Washington por adelantado y Marcelo Ebrard deberá escoger las batallas que
vienen porque la crisis de los aranceles, sólo es una muestra de la capacidad
de cambiar la agenda que tiene en menos de 280 caracteres.
En
Washington, desde donde escribo esta columna, todos los personajes con los que
hablo: migrantes mexicanos, especialistas en temas bilaterales, académicos,
políticos en retiro, periodistas con experiencia en la fuente diplomática,
todos, dan por hecho que Donald Trump seguirá otros cuatro años en la Casa
Blanca. Dicen que “tendría que pasar algo desastroso” para que esto no
sucediera. La razón de su victoria en el bolsillo, dicen, es la maravillosa
situación económica de Estados Unidos, varios me repiten las mismas frases: “la
menor tasa de desempleo en 50 años”, “está cosechando políticas públicas
exitosas de administraciones anteriores”, “su apuesta por la disminución de
impuestos le ha gustado a todo el país”, en fin, algunos veían en el caso
Mueller, ese desastre que lo tumbaría, pero hoy lo ven afianzado en la
reelección.
Ayer, el
canciller, Marcelo Ebrard, ha dicho a ojo de buen cubero –porque no sé de qué
otra forma habrá llegado a esa cifra- que el equipo mexicano tiene “80% de
posibilidades de obtener buenos resultados” después de la negociación de esta
mañana en Washington. Minutos después ha llegado el revés de Trump al decir que
él ve “probable” que empiece el arancel anunciado a partir del 10 de junio. Hoy
mismo se sabrá, quién tenía razón, y si ese porcentaje se reduce a cero o Trump
se sale con la suya ante la cara de incredulidad de todos.
El
presidente estadounidense sabe que no es tema económico; hace menos de una
semana, Canadá y México festejaban con la llegada de sus congresos la
ratificación del T-MEC y su firma inminente, todo lo ha echado abajo Trump,
porque puso en una misma bolsa y condicionó la economía y la situación
migratoria (porque no es problema, es una condición social). Le queda a México
demostrar con hechos que está trabajando en el tema, pero no lo puede hacer a
través de un comunicado, o de una firma de un convenio que se pierda en el
tiempo, tampoco a través de reuniones bilaterales, creo que es cuestión de
estridencia –justo como lo hace el presidente estadounidense– como el gobierno
mexicano deberá empezar una campaña en Estados Unidos, con muchísimo dinero
detrás, de lo que hace por solucionar la cantidad de migrantes que quieren llegar
a Estados Unidos. Una campaña que apague los tuits, que los haga ver ridículos.
En algo coinciden todos los especialistas, la capacidad de comunicación de
Trump, ¿cómo ganarle la conversación al presidente? Con actores internos
hablando a favor de México, con campañas de publicidad masivas, con presión de
empresarios estadounidenses y mexicanos, con una estrategia de comunicación más
agresiva. Estoy seguro de que la razón la tiene el gobierno mexicano, pero poco
importa la razón cuando los gritos trumpianos apagan la lógica, no es caer en
su juego, es, al menos, subir el volumen al mismo nivel, poco servirá el
silencio los próximos dos años, en los que Trump promete mucho ruido para
México.
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