Enrique
Galván Ochoa.
El
neoliberalismo de América Latina está sufriendo una caída histórica. En julio
del año pasado, México dio un cambio de rumbo llevando a López Obrador a la
Presidencia. En Chile afloró el rostro feo de una economía supuestamente
floreciente y sólida. Desde Pinochet a la fecha ha sido la inspiración de los
neoliberales mexicanos. Anoche Argentina dio un giro total: Alberto Fernández
derrotó al obediente alumno del Fondo Monetario Internacional, Mauricio Macri.
Un titular del diario Clarín, cuando ya había cerrado la votación, anticipó el
desenlace: los primeros resultados consagran presidente a Alberto Fernández
pese a la remontada de Mauricio Macri. En Uruguay, Daniel Martínez –ex alcalde
de Montevideo–, del Frente Amplio, trata de continuar la ruta de la izquierda y
va a una segunda vuelta frente a Luis Lacalle Pou. Falta que Brasil vuelva a
hallar su camino; permanece Lula da Silva encarcelado, pero es símbolo de
esperanza. Lamentablemente la izquierda tiene también sus lunares: ahí está Evo
Morales, aferrado al poder en Bolivia, en vez de promover el ascenso de una
clase política joven.
Se
impusieron los chatarreros.
Fallaron
a las familias mexicanas los legisladores de Morena, tanto en la Cámara de
Diputados como en el Senado, en un tema clave: la salud. No llenaron las
expectativas el senador Ricardo Monreal y el diputado Mario Delgado. El lobby
de la comida chatarra los convenció y la orden fue votar a favor de que no
aumentara el gravamen a los refrescos. ¿Ya aseguraron su Navidad? Los dueños de
la principal embotelladora son huéspedes de la revista Forbes. Los legisladores
de Morena actuaron a sabiendas del daño que causaban porque abunda la
información sobre el problema. Datos de la Universidad de Yale señalan que
México es el primer consumidor de refrescos en el mundo, con un promedio de 163
litros por persona al año, aproximadamente 40 por ciento más que el segundo
consumidor: Estados Unidos, con 118 litros. La investigadora Florence L.
Théodore, del Instituto Nacional de Salud Pública, afirma que ingerir refrescos
o bebidas endulzadas en exceso se asocia con padecimientos como obesidad y
diabetes tipo 2, entre otros. Una familia mexicana destina 10 por ciento de sus
ingresos totales a la compra de refrescos, de acuerdo con Florence. Es dinero
que abulta las cuentas de los Forbes refresqueros.
La cartilla.
El día
que Alfonso Romo le leyó la cartilla a AMLO no existió. La relación del jefe de
la Oficina de la Presidencia con el mandatario es cordial y respetuosa y no da
espacio para que su colaborador le ande leyendo la cartilla. En realidad,
ninguno de sus colaboradores se toma esas atribuciones. El documento que anda
circulando por ahí contiene temas que han sido tratados ampliamente. Se trata
de hacer crecer la economía, a la par que el desarrollo. Uno de los puntos de
la supuesta cartilla es este: México es el segundo país del mundo con altos
intereses. Inhiben el crecimiento y el consumo interno, tanto de familias como
de empresas. El sector social no puede acceder a créditos y se perpetúan en la
economía informal. Bajar la tasa de interés del financiamiento a empresas y
familias es facultad del Banco de México, no de la Presidencia. Una lectura
detenida de la cartilla revela cierto interés en contrapuntear a Romo con otros
miembros del gabinete. No va por ahí tampoco.
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