Julio Astillero.
Un
lamentable accidente durante el traslado carretero de periodistas que cubrían
la gira del presidente Andrés Manuel López Obrador por Sonora ha colocado sobre
la mesa un tema más en el proceso de rediseño de las relaciones de los medios
de comunicación con el poder político, en específico con el obradorista. Por
fortuna, la volcadura de uno de los vehículos en que se movían los periodistas
para llegar a un acto presidencial tuvo consecuencias físicas que no fueron
fatales, con dos de ellos internados para atención médica sin pronósticos
graves.
A reserva de
que las autoridades correspondientes emitan su dictamen, y se confirme o deseche
la primera versión, que atribuye lo sucedido al descuidado estado mecánico de
ese vehículo (pero también de otros utilizados en ocasiones anteriores) y la
velocidad a que deben desplazarse para llegar a los siguientes actos de la
gira, el propio presidente López Obrador, luego de expresar su solidaridad y
cariño hacia quienes le acompañan en sus actividades fuera de la capital del
país, planteó que el gobierno federal ya no puede proporcionar vehículos para
la movilización de los periodistas en las giras nacionales.
Lo que ha
planteado el titular del Poder Ejecutivo federal es razonable. Los propios
medios de comunicación, como empresas privadas que son, deberían organizar sus
formas de desplazamiento para cubrir los actos presidenciales; en los lugares
donde tengan corresponsales, estos podrían atender los actos en los que
participe el presidente y, en casos extremos, debería asumirse que no hay
capacidad económica para tener reporteros enviados y apoyarse en los canales de
difusión gubernamental de los actos o en otros métodos cibernéticos veloces y
eficaces.
Durante el
presidencialismo faraónico que practicaron las administraciones priístas y
panistas se sostuvo, con diferentes matices, una relación de transferencias
indirectas de recursos públicas mediante el apoyo a las actividades
periodísticas en las giras constantes del ocupante de la silla de máximo mando
en el país. Por ejemplo: montaje de salas de prensa, con cargo a los gobiernos
federal o estatales; hospedaje, comidas, gratificaciones y movilización
completa. Los medios cubrían las actividades presidenciales para justificar el
cobro de los convenios publicitarios. Los gobiernos apoyaban desde el
presupuesto público el ejercicio periodístico de giras y otras actividades para
que el resultado noticioso les fuera benéfico, controlado.
Con el
presidente López Obrador las cosas han sido distintas. No hay chayo, el volumen
del presupuesto público para publicidad gubernamental ha disminuido de manera
tan drástica que ello ha generado crisis profunda en varios medios que vivían o
cuando menos dependían sustancialmente de la asignación gubernamental y la
profusión noticiosa en las conferencias mañaneras y en los discursos (siempre
televisados) del presidente en los fines de semana hacen relativamente
innecesario el envío de periodistas de la capital a cubrir lo que bien pueden
hacer los corresponsales en cada localidad.
El estilo de
la actual Presidencia de la República no necesita de legiones de reporteros
acompañándole y, en realidad, los medios de comunicación con sede en la Ciudad
de México tampoco necesitan la rigurosa cobertura mediante enviados especiales.
El periodismo tradicional debe acomodarse a los nuevos tiempos, no por orden
del poder político sino por una muy concreta necesidad económica.
Astillas
Continuaron
los problemas en las asambleas distritales de Morena que van delineando el
camino para designar dirigentes. Los incidentes fueron menores a los de semanas
anteriores, pero persisten… Yeidckol Polevnsky continúa proponiendo que se
cancele lo que va de este proceso electoral pero, por lo pronto, ya obtuvo su
nombramiento en asamblea distrital que le permitiría avanzar en busca de la
dirigencia nacional… Y, mientras ciudadanos han marchado en Culiacán en demanda
de paz.
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