Ricardo
Ravelo.
El
operativo en Culiacán para detener a Ovidio Guzmán López fracasó porque desde
su planeación hasta su ejecución hubo omisiones, falta de comunicación y una
larga cadena de errores y omisiones, de acuerdo con los pormenores que ha dado
a conocer el Gabinete de Seguridad.
Además, los
militares a cargo de esa tarea fueron superados por los hombres del cártel de
Sinaloa en número de elementos, en la táctica de guerra y también en armamento.
En pocas palabras, el Ejército fue sometido y obligado, por las circunstancias,
a liberar al hijo de Joaquín Guzmán Loera.
Desde el
punto de vista humano, es entendible que ante la posibilidad de que los
soldados fueran asesinados y la población agredida a balazos –posiblemente pudo
haberse presentado una verdadera masacre –el Gabinete de Seguridad haya
decidido soltar al detenido y negociar con el cártel de Sinaloa la liberación
de algunos militares aprehendidos por los sicarios y el cese del fuego.
Lo que no
se entiende es la renuncia del gobierno de la Cuarta Transformación a seguir
combatiendo al crimen organizado, sobre todo en las condiciones en las que está
el país. El Presidente –terco hasta la médula –insiste en atacar las causas
(pobreza y desigualdad social) pero pierde de vista que la miseria no es
generadora de criminalidad y que el crimen tiene otras causas que no se están
atacando.
En
principio, para atacar al crimen organizado el gobierno debe limpiar a la clase
política, el corazón de la mafia. Es la inmensa impunidad que existe en el
país, producto de la corrupción, una de las razones principales por las que el
crimen ha aumentado en México.
Como ya
se ha dicho en otros artículos, más del 80 por ciento de los municipios del
país están gobernados por políticos que también están directa o indirectamente
vinculados con alguna modalidad del crimen organizado. Y ese flagelo no se está
combatiendo. Este diagnóstico lo hizo en 2010 el área de estudios municipales
del Senado de la República. Ahí están los datos duros de esta realidad que,
hoy, es más cruda.
Este
problema deriva en que las estructuras policiacas estén al servicio del crimen.
Es muy fácil explicarlo: si las cabezas están implicadas con los cárteles, toda
la cadena de mando, por lógica, está contaminada. Por ello, existen cientos de
comandantes policiacos que también trabajan para algún cártel de la droga. Y
son intocables.
Otra
causa del crimen es la disposición de dinero, imparable hasta ahora, por los
mafiosos. El crimen dispone de muchos recursos para corromper autoridades,
pagar campañas políticas que no se auditan, capturar a las instituciones y
atrofiar, hasta donde más se pueda, la procuración y la acción de la justicia.
Hasta ahora,
la Unidad de Inteligencia Financiera, que preside Santiago Nieto, no tiene un
mapa pormenorizado del verdadero patrimonio que dispone el crimen organizado.
Dónde lavan el dinero, en qué negocios está invertido el recurso que es
producto de actividades ilegales.
Tampoco
ha trabajado, hasta ahora, en investigaciones que incluyan a políticos y
empresarios ligados al crimen y al lavado de dinero y que poseen fortunas
descomunales que fueron amasadas de la noche a la mañana.
Existe,
además, una amplia lista de gobernadores y exgobernadores, jueces y magistrados
que se han hecho multimillonarios como consecuencia de la protección que
brindan –o brindaron — a los hombres de la mafia.
Si el
gobierno empezara por estas causas –estas sí son reales, la pobreza como causa
del crimen es una ficción presidencial –México estaría dando pasos agigantados
en el combate criminal. El encarcelamiento de políticos y empresarios ligados
al crimen empezaría a poner orden en el campo delincuencial.
Pero, por
desgracia, hacia ese punto no mira el Presidente de la República. López Obrador
no habla de narcopolitica porque para él los criminales son parte del pueblo.
Tras los
hechos de Culiacán, el Presidente dijo que no hay guerra contra el crimen
organizado. ¿Entonces cómo se combatirán a los capos de la droga y a los
mafiosos que generan violencia? ¿Dónde queda el recurso de la coerción como
instrumento del Estado para combatir a la criminalidad?
El crimen
organizado, como ya está más que demostrado, no entiende palabras. Ellos son
amantes de la guerra y sus principales instrumentos son la corrupción y la
violencia.
Así han
sometido a pueblos enteros que hasta ahora viven inmersos en una estela de
violencia imparable. En cada municipio del país opera una célula del delito, ya
secuestradores, ya narcos, ya huachicoleros. Y todos, sin excepción, disponen
de protección policiaca y política.
Por esa
razón el gobierno de Estados Unidos muestra su preocupación sobre el caso
mexicano, pues cuestionan que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no
cuenta con una política antidrogas clara. En realidad, hoy no sabemos a qué
juega el Presidente ante el crimen organizado. Si no hay combate frontal ni se
atacan las verdaderas causas, entonces lo que se pretende es seguir
consolidando un Estado fallido, un Estado mafioso, un narcoEstado.
El Estado
fallido es en el que vivimos ahora, donde el gobierno no tiene capacidad de
garantizar la seguridad en ningún rincón del territorio. Por todas partes hay
violencia extrema: asesinatos, levantones, secuestros, trata de personas,
tráfico humano, lavado de dinero, narcomenudeo, cobro de piso, venta de
protección, asesinatos a sueldo…Y no pasa nada.
El Estado
fallido también está más que claro en las instituciones y los hombres que las
encabezan, incapaces de operar en favor de la sociedad porque la corrupción
mantiene paralizadas sus acciones.
Queda claro
que el crimen organizado no tiene un enemigo en la presidencia, sino un aliado
que no quiere utilizar los instrumentos legales para combatir nada.
El caso
Culiacán, con todo y las fallas gubernamentales, sienta un precedente muy
peligroso en el país: es muy probable que otros cárteles igual de bélicos que
Sinaloa utilicen como rehén a la sociedad para doblar al gobierno.
Con la
declaratoria de no a la guerra contra el crimen, lo que no queda claro es qué
pasará con Ovidio Guzmán. ¿Lo van a detener o ya no se meterán con él?
Ovidio
Guzmán cuenta con una solicitud de extradición a Estados Unidos, donde tiene un
expediente abierto por tráfico de drogas y asociación delictuosa.
La
implementación del operativo en Culiacán se planeó precisamente porque existe
una orden de captura internacional. Y desde hace siete meses el Ejército
trabajaba en su ubicación para efectuar su detención y, después, su
extradición. Pero no contaban con la reacción del cártel. Ahí falló la
inteligencia del Estado.
En este
caso existe una contradicción muy clara: Ovidio tiene orden de captura
internacional, pero el Presidente afirma que no hay guerra contra el crimen ni
quiere muertos ni daños colaterales. ¿Será detenido Ovidio Guzmán? El cártel de
Sinaloa le agradeció al Presidente su liberación y pidió que fueran destituidos
y procesados los funcionarios que planearon y ejecutaron el operativo del
pasado 17 de octubre.
El caso,
coincidentemente, ya está en manos de la Fiscalía General de la República y,
por otra parte, la Secretaría de la Defensa Nacional realiza lo propio,
conforme a sus leyes internas, para castigar a los militares que incurrieron en
fallas, las cuales son evidentes, como la falta de comunicación, las omisiones
y los errores de táctica. Según dijo el secretario de la Defensa, Luis
Cresencio Sandoval, habrá castigo para los responsables.
Servidos,
señores del cártel de Sinaloa.
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