Diego
Petersen Farah.
Una de
las grandes virtudes políticas de López Obrador es convertir sus errores en
aciertos políticos, enfrentar los problemas contratacando. Lo hizo la escasez
de gasolina que convirtió en una cruzada nacional contra el huachicol,
convenció a los mexicanos que ahí estaba la herida que desangraba a Pemex. Lo
mismo sucedió con el tema del Culiacanazo: después de haber exhibido el cobre
dando a conocer cómo fue la derrota que los llevó a tomar la decisión de
liberar al Ovidio Guzmán, el Presidente arremetió contra los medios diciendo
que ellos enseñado el cobre y mordían al mano de quien les quitó el bozal.
Vamos por
partes y repartamos el cobre que le toca a cada quién.
Primero:
Quién mintió y lo hizo flagrantemente fue el Secretario de Seguridad Ciudadana,
Alfonso Durazo, quien aseguró que todo se había derivado de una acción
fortuita. Esa mentira primera y básica es la que genera las contradicciones que
vendrían después entre los miembros del gabinete y el propio Presidente. Se
agradece que se haya abierto la información como se hizo ayer, pero hacerlo no
fue un acto de transparencia voluntaria sino una decisión tomada después de que
los medios exhibieron las incongruencias, las seis versiones distintas sobre un
solo fracaso verdadero.
Segundo:
El uso de eufemismos como “tropezón táctico” no ayudan a aclarar las cosas, por
el contrario, dejan más dudas. Es totalmente cierto que no es la primera vez
que se falla en el intento de detención de un capo, el más claro y sonado fue
el 1 de mayo de 2015 cuando se intentó detener el “Mencho en Jalisco”, pero la
novedad de este “tropezón”, y fue lo que los medios exigieron que se aclarara,
es que se tenía detenido al objetivo y por falta de una buena preparación y
coordinación se puso en riesgo a la población civil. Son demasiados muertos y
heridos para un “tropezón”.
Tercero:
Cuando todos los medios, incluso los que el Presidente creía cercanos, critican
el operativo, y la lectura es “sacaron el cobre”, no hay más que de dos sopas:
o hay una negación de la realidad, que no me parece que sea el caso, o
Presidente está construyendo un enemigo político. Ayer, cuando ya no pudo
contestar la andanada de preguntas de los reporteros, repitió la historia de
Madero y la prensa fifí, que tiene mucho de cierto y un buen cacho de
interpretación. Lo que los medios hicieron en este caso específico (que nada
tiene que ver con la Decena Trágica) fue obligar al Presidente y a su equipo a
dar información que de otra forma no habrían dado. Lo que vimos en estos días
fue el resultado de una prensa haciendo su trabajo, una prensa que no “muerde
la mano de quien le quitó el bozal” porque nadie, sino el esfuerzo y batalla de
años de decenas de periodistas, otorgó esa libertad. Es al revés: si hoy López
Obrador es Presidente se debe en alguna medida al trabajo profesional de esos
periodistas que hoy tanto le incomodan.
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