lunes, 29 de junio de 2020

CJNG y visita a Washington - Atentado fallido, pero mediático - Tocar la sede de los poderes - El Marro, amenazas y liberaciones.


Julio Astillero.

Hay dos planos en los que pueden ser analizados los acontecimientos de criminalidad mafiosa que se han acumulado en días recientes. Aun cuando las motivaciones y la intencionalidad no tuviesen relación con lo político, parte de los impactos llega hasta esas alturas en forma de mensajes, reacomodos y preparativos.

En el plano internacional, lo sucedido en los casos de la Ciudad de México (el estrepitoso ataque contra el jefe policiaco Omar García Harfuch) y del estado de Guanajuato (la acometida contra el cártel de Santa Rosa de Lima, con la detención y la posterior liberación de decenas de presuntos implicados, entre ellos la madre del jefe de ese grupo, apodado El Marro), colocan en un contexto de más complicación la polémica visita anunciada del Presidente de México a la Casa Blanca.

El arribo del cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) a la capital del país, con un arsenal y decenas de criminales destinados a ejecutar al secretario de seguridad ciudadana del gobierno encabezado por Claudia Sheinbaum, obtuvo un revuelo mediático mayor que sus resultados asesinos específicos y promovió la percepción colectiva de que los peores episodios de inseguridad pública y de barbarie que se han vivido en el resto del país habrían llegado a la sede de los poderes federales, en especial de la Presidencia de la República, a la ciudad gobernada desde hace décadas por la izquierda electoral.

Cometido en términos logísticos de una manera particularmente errática, que contrasta con la contundencia de otras operaciones de ese mismo CJNG, el atentado contra García Harfuch fue realizado en una zona residencial de alto poder adquisitivo, ante cámaras de seguridad, gubernamentales y privadas, y con tan deficiente plan de huida que la mayoría de los agresores fueron detenidos en minutos o a lo largo del día de los hechos.

El reto lanzado por el CJNG en la Ciudad de México se suma a otros temas críticos que la prensa estadunidense podrá tratar de restregar al visitante López Obrador, si la cita en Washington se confirma, y a los que el poder imperial anfitrión le conviene tener presentes en las conversaciones oficiales privadas. Un día antes del atentado contra García Harfuch, el embajador de Estados Unidos en México había advertido, ante miembros de una de las cámaras empresariales que buscan la remoción de AMLO, que en México no hay condiciones adecuadas para la inversión extranjera. El supuesto desmoronamiento del país a causa del actual Presidente también ha sido proclamado de manera efectista por antiobradoristas en vehículos automotores que si a pie realizaran sus marchas podrían confirmar visualmente la muy reducida cuantía de sus participantes.

En el plano nacional, el conato de incendio regional a causa del apresamiento de la madre de José Antonio Yépez Ortiz, apodado El Marro, quedó en un desvanecimiento de pruebas, por parte de autoridades estatales, que resulta muy propicio para las especulaciones. No quedó en la cárcel ni uno de los detenidos en días pasados y sí, en cambio, se asentó en actas que oficiales, presuntamente federales, sin precisar si civiles o militares, habrían cometido tortura sicológica y otras formas de abuso contra las mujeres familiares de los jefes de ese cártel.

De otra manera pero, a fin de cuentas, El Marro logró en el ámbito panista guanajuatense algo parecido a lo que consiguieron miembros del cártel de Sinaloa cuando fuerzas militares detuvieron a Ovidio Guzmán, hijo del Chapo, para cumplir una orden de extradición y, ante la presión habida en Culiacán, el Presidente de México ordenó liberarlo. En Guanajuato, El Marro estuvo a punto del llanto y lanzó fuertes amenazas, a tal grado que la refinería de Salamanca fue blindada militarmente ante el riesgo de atentados. Este cártel, el de Santa Rosa de Lima, podría consolidar su alianza con el de Sinaloa, confrontados ambos con el Jalisco Nueva Generación.

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