Enrique Quintana.
El día de ayer, en el Foro Virtual sobre el nuevo tratado
comercial de México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), organizado por El
Financiero, hubo consenso en que si bien el tratado abre una gran oportunidad
para la inversión foránea en México, ésta no va a llegar sola.
Jesús Seade, Eugenio Salinas y Luis de la Calle,
participantes en el Foro, coincidieron en que se requiere un esfuerzo de
promoción y atracción para la inversión extranjera.
Al mismo tiempo que se hablaba de lo anterior, el embajador
de Estados Unidos en México, Christopher Landau, señalaba en un foro organizado
por la Concamin, lo siguiente: “…tampoco les puedo mentir a mis connacionales y
decir que es un momento propicio para invertir (en México). Sí, se ven cosas
desalentadoras para la inversión extranjera, en varios sectores hemos visto
cosas preocupantes.”
Luego trató de matizar su mensaje, pero sus dichos fueron
completamente claros.
Y en el mismo sentido, en una carta enviada al presidente Trump,
Chet Thompson, presidente y CEO de American Fuel & Petrochemical
Manufacturers, expresó que acciones recientes del gobierno mexicano amenazan a
las inversiones actuales y futuras de empresas norteamericanas en el sector
energético y se cuestiona si las decisiones tomadas son válidas en el marco del
nuevo tratado comercial.
Va otro hecho. El presidente López Obrador y la secretaria de
Energía, Rocío Nahle, se refirieron ayer a la decisión de no vender gas a la
planta que la empresa Iberdrola construía en Tuxpan, señalando que “México ya
no es tierra de conquista”, en obvia alusión al origen español de la firma.
Cuando se ponen estos hechos en el tablero se percibe que
nuestro país puede perder la extraordinaria oportunidad que se abre con la
entrada en vigor del T-MEC y los conflictos comerciales que enfrentan China y
Estados Unidos, que pueden conducir a empresas establecidas en China a
considerar a México como un destino apetecible.
No sólo se perdería una extraordinaria oportunidad para
atraer inversiones, sino que se apagaría uno de los pocos motores que podrían
empujar la recuperación de la economía en el contexto del desplome que vivimos.
Sin aprovechar los efectos positivos que puede traer el
T-MEC, no se extrañe que en el futuro cercano, las perspectivas del año –aunque
usted no lo crea– podrían empeorar.
Hasta ahora la decisión de diversas empresas extranjeras que
están en México ha sido aguantar. Muchas llevan años o incluso décadas en el
país y consideran que las inversiones que se realizan deben tener un horizonte
de largo plazo, mientras que las decisiones que toman los gobiernos sólo pueden
tener efecto por pocos años.
Esta percepción ha conducido a que casi la totalidad de las
empresas extranjeras instaladas en México mantengan sus inversiones.
Pero, de acuerdo con algunos puntos de vista que empiezan a
circular en grupos empresariales, esta visión podría cambiar si se percibe que
hay un ataque sistemático a instituciones que dan garantías de estabilidad en
el largo plazo como son el Instituto Nacional Electoral (INE) o la Comisión
Federal de Competencia Económica.
Para la sociedad mexicana puede ser muy importante la
Comisión Nacional de los Derechos Humanos o el Conapred. Pero las empresas no
van a irse porque esas instituciones se debiliten.
Pero si quienes son amenazados son el Poder Judicial, el
Banxico, el Inegi o el INE, por citar sólo algunos casos, entonces las luces
rojas van a encenderse.
No sé si el gobierno de Trump esté haciendo esta evaluación.
Pero, si la estuviera haciendo, a través de los ojos de su embajador, va a ser
positivo –fuera de consideraciones electorales– que AMLO vaya a Washington para
que reciba una advertencia del gobierno norteamericano, que parece ser el único
al que escucha.
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