Gustavo De la Rosa.
Cuando a mediados de marzo se dio la instrucción de que los
mayores de 60 años con sobrepeso e hipertensos debíamos quedarnos en casa y no
salir hasta que se nos dijera lo contrario, pensé que sería tan sólo por poco
tiempo y que ni llegarían a cumplirse los 40 días de la cuarentena, sin
embargo, ya pasaron más de 100 días y sigo viviendo exclusivamente en el
interior de mi domicilio, en compañía de mi esposa y con visitas reguladas de
mis hijos y nietos.
Tengo 74 años y morbilidad, y aunque la orden para cuidar mi
salud es “quédate en casa”, en estos días tuve que salir a realizar gestiones
que me requerían en persona; transité la ciudad, armado con mi cubrebocas,
mascarilla y cachucha, y manejando mi automóvil sin acompañante.
Empecé a sentir una sensación angustiante cuando observé la
gran movilidad humana que se produce en las calles de Ciudad Juárez; tomando en
cuenta que los contagios y fallecimientos permanecen en índices alarmantes,
tanta gente en las calles aumenta el riesgo de que siga elevándose la tasa de
mortalidad, pero mi inquietud aumentó cuando vi la cantidad de adultos mayores
que también andaba fuera, tratando de realizar algún trabajo o labor para
sustentar su vida.
En Ciudad Juárez los exempleados de las maquiladoras, cuando
llegan a la tercera edad, no se refugian en el hogar porque las condiciones de
vida de sus hijos y nietos no están para dividir los escasos recursos con el
abuelo o abuela, por lo que los viejos de la ciudad, como casi todos los otros
juarenses, deben salir a diario a trabajar, aunque los empleos que tienen
disponibles son de baja calidad, y de mucho riesgo en la contingencia actual.
Uno de los trabajos que desempeñan frecuentemente los hombres
de este sector es de parquero, apoyando a conductores en sus intentos de
estacionar sus vehículos en los grandes estacionamientos de los centros
comerciales o en las calles del Centro de la ciudad; son cientos de ellos
desarrollando esta labor, comprendida por el resto de la ciudadanía como un
trabajo de pago simbólico y solidario que amerita apenas unas monedas o un
billete de baja denominación. Aunque las mujeres de edad avanzada usualmente se
desempeñan en la venta informal y tareas de limpieza, algunas también operan
como parqueras.
Ese trabajo en esta ciudad, que en verano y entre la 1 y las
5 de la tarde es azotada por temperaturas cercanas a los 40 grados, resulta ser
bastante complicado de por sí, pero ahora, ante la emergencia sanitaria y el
peligro virulento, estar en la calle tratando de conseguir los recursos para
sobrevivir se convierte para los hombres y mujeres mayores en una verdadera
aventura por la vida.
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