Diego Petersen Farah.
Una por una van
saliendo todas las contradicciones de las declaraciones 3 de 3 de los
funcionarios. Si alguien se preguntaba hace unos meses para qué servía que los
políticos hicieran públicas sus declaraciones patrimonial, fiscal y de
intereses la respuesta la tienen la senadora y presidente del PRD, Alejandra
Barrales, y el secretario de Gobierno del estado de México, José Manzur, por
citar los escándalos más recientes: para evidenciar las contradicciones y las
mentiras.
El sistema nacional anticorrupción, con todos sus aparatos
burocráticos y sus buenas prácticas, no van a funcionar si no hay una sociedad
civil dispuesta a investigar, sea a través de medios de comunicación, ONG,
observatorios o universidades, si lo que dicen los funcionarios es verdad. Todo sistema burocrático tenderá a proteger
a los funcionarios. Esa es la lógica; es una cuestión que va más allá de
voluntades políticas. Si no hay un factor externo que presione y exija, los
nuevos funcionarios del sistema nacional anticorrupción van a quedar atrapados
en las lógicas de la burocracia y el poder, tal como ha sucedido con tantas y
tantas instituciones, desde las Contralorías hasta la Secretaría de la Función
Pública que, hay que recordar, nos la vendieron como una institución que
acabaría con la corrupción (baste citar a los tristemente célebres “peces
gordos” de Fox).
Fiscalizar a nuestros
políticos y exigirles cuentas sobre el origen de su dinero no solo es un
derecho de los ciudadanos sino un paso fundamental para erradicar la
corrupción. Sin embargo, esto no va a suceder hasta que la declaración
patrimonial no se cruce con la fiscal. Es
decir, los políticos nos seguirán mintiendo a los ciudadanos mientras ello no
tenga consecuencias y la única manera de que las tenga es por la vía del fisco.
Para ello es
necesario dotar de una verdadera independencia del Servicio de Administración
Tributaria (SAT): que sea una institución de Estado y no de gobierno; que represente a los intereses de todos los
mexicanos que pagamos impuestos y no del gobierno en turno que decide a quién
se fiscaliza y a quién no. Cada sexenio hay uno o dos empresarios que van
al bote por evasión y un par de personajes de la farándula que son exhibidos
por no pagar sus impuestos completos,
pero nunca se ha perseguido a ningún político, a pesar de ser candidatos
naturales.
El día que el SAT
persiga a políticos y empresarios corruptos, que se fiscalice a los
funcionarios y se exija que la declaración patrimonial coincida con la fiscal y
ambas tengan relación con los ingresos reportados, daremos un gran salto en el
combate a la corrupción. Por lo pronto hay que seguir escarbando y
revisando una por una las declaraciones 3 de 3 de cada político y funcionario
hasta obligarlos que, al menos, declaren la verdad.
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