Karen Meza.
En Puebla, el cuarto
estado más pobre del país, en una veintena de municipios se dedican al robo y
comercialización de combustible que extraen ilegalmente de los ductos de
Petróleos Mexicanos (Pemex). Los campesinos en algunos municipios se
convirtieron en “huachicoleros” o ladrones de combustible. Las familias venden
al por mayor la gasolina que albergan en sus casas y jóvenes y niños aprenden
el oficio como halcones.
Huachicol es una palabra compuesta utilizada para definir al
producto que resulta de la práctica de adulterar todo tipo de brandy, whiskys o
rones con alcohol de caña. Más tarde fue adoptada por conductores de trailers,
pipas y tractores para referirse a los combustibles robados de los ductos de
Pemex.
Miles de poblanos
viven sobre el líquido que amenaza con explotar y terminar con la “Nación
Huachicol” en la que casi a diario hay un incendio y enfrentamientos. En la
plaza se han afincado Los Zetas, aprovechándose de la pobreza y necesidad de la
gente para explotar el negocio. Ahora, la disputa por el robo de combustible
involucra al Cartel de Jalisco Nueva Generación.
En este delito no
solo están involucrados los pobladores y el crimen organizado, las autoridades
y policías, quienes deberían velar por la legalidad y el Estado de Derecho
también encuentran lucrativo el negocio huachicolero.
El pasado 10 de marzo quedó
al descubierto que Isaías Velázquez Reyes, alcalde de Atzitzintla, Puebla, fue
detenido junto con 86 personas más por estar coludidos con la banda “Los
Bukanas” perteneciente al Cártel de Los Zetas, responsables de la ejecución de
tres agentes de la Fiscalía Especializada de Investigación en Delitos de Alto
Impacto (FISDAI).
Además, los
presidentes municipales de Acajete, Acatzingo, Tepeaca, Quecholac, Esperanza,
Ciudad Serdán, Huixcolotla, Felipe Ángeles y Palmar de Bravo están en la mira
de la Fiscalía General del Estado por tolerar y hasta proteger a las bandas del
crimen organizado dedicadas al robo de combustible. La investigación contra
estos 9 alcaldes fue confirmada por el propio Gobernador del estado, Antonio
Gali Fayad
Periódico Central recorrió el Triángulo Rojo que se ha
extendido a la Franja del Huachicol en donde logró entrevistar a ladrones de
combustible, halcones y cantantes de los corridos y la música que refleja la
Huachicultura.
El diario quehacer de los llamados chupaductos y su relación
con la comunidad y las autoridades, ha generado simbolismos identificables, los
cuales reafirman una identidad huachicolera, y por ende, una cultura que habla
por sí misma.
La Huachicultura ha normalizado el robo de hidrocarburo, la
música que narra sus historias, los juegos de niños que anhelan crecer como
ladrones de combustible, los rezos al Santo Niño Huachicolero, la vestimenta
característica y la forma de vida de los habitantes.
Pueblos completos se
dedican al robo de hidrocarburo, vigilan, participan en las tomas y adiestran a
los más jóvenes como halcones.
Hasta hace unos años,
la mayoría de los pobladores se dedicaban a la siembra y tenían ingresos de
entre 60 y 120 pesos diarios. Ahora, con el huachicol, ganan hasta 800 pesos,
no se les paga con dinero, les pagan con galones de gasolina.
EL TRIÁNGULO ROJO.
Durante el sexenio de Mario Marín (2005-2011) el robo de
hidrocarburo se concentraba en el municipio de San Martín Texmelucan. Esta
situación provocó una fuerte explosión el 19 de diciembre de 2010 en la que 29
personas murieron y 52 resultaron heridos.
Luego del incidente
en San Martín, el negocio se propagó a la llamada región del Triángulo Rojo que
en 2014 era conformada por los municipios de Palmar de Bravo, Quecholac,
Tepeaca, Tecamachalco y Acatzingo.
Pero el auge ha sido
tal que ahora se ha convertido en la Franja del Huachicol —así nombrada por la
Secretaría Gobernación— a la que se han sumado los municipios por donde pasan
los ductos de Pemex y donde operan bandas del robo de combustible: Esperanza,
Amozoc, Tecamachalco, Los Reyes de Juárez, Cuapiaxtla de Madero, Ciudad Serdán,
San Salvador Huixcolotla, Atzizintla, Felipe Ángeles.
Incluso esta franja se
ha extendido a municipios de la zona metropolitana, incluida la capital del
estado: Puebla, San Martín Texmelucan, San Matías Tlalancaleca, Coronango y
Cuautlancingo.
El sexenio marinista cerró con apenas 49 tomas clandestinas
registradas por Pemex, pero con el
panista Rafael Moreno Valle el número de ordeñas llegó a mil 533, es decir,
creció en un 3 mil por ciento.
De acuerdo a Gobierno Fácil y Pemex, la Franja del Huachicol
está en el primer lugar en el robo de combustible a nivel nacional.
Los huachicoleros quieren contar su historia, pero no
confían fácilmente. Periódico Central logró
entrevistar a tres huachicoleros que antes de robar combustible se dedicaban al
campo.
Dos de ellos, del municipio Los Reyes de Juárez, accedieron
a hablar montados en la parte trasera de su auto, con los rostros cubiertos se
identificaron como Juan y Jorge, aunque revelaron que estos no son sus nombres
verdaderos. Platicaron sobre cómo se convirtieron en huachicoleros y cómo es
que toda la población participa en este crimen lo que lo ha llevado a
configurarse en todo un “estilo de vida”.
El tercero, Andrés, platicó desde su casa en Acatzingo cómo
reaccionan ante los operativos de las autoridades para evitar ser detenidos. Dijo que las relaciones en las presidencias
municipales son importantes y que pagan mensualmente para evitar que los
molesten.
Andrés aseguró que los
militares y policías son sus amigos y que, cuando no están en horario de
trabajo, se van a beber juntos.
Dice que incluso los
propios militares les enseñaron a armar unos pequeños triángulos que tiran en
los caminos cuando viene la policía para ponchar sus llantas y tener suficiente
tiempo de escapar.
Un minuto basta para
llenar un galón de mil 200 litros de gasolina desde un ducto Petróleos
Mexicanos (Pemex) sin importar la hora del día.
Para lograr tan
magnifico objetivo participan en el movimiento un grupo de 150 personas entre
halcones y huachicoleros, hombres de entre 16 a 40 años de edad.
Además de tener valor y agilidad, uno de los requisitos que se demandan para participar directamente en
este negocio es usar solo ropa de algodón, no entrar con celular prendido al
ducto y portar un tenis para correr si es necesario. Está restringida la
entrada a hombres en estado de ebriedad, mujeres y niños.
DE CAMPESINOS A LADRONES DE COMBUSTIBLE.
Están sentados en la parte trasera su auto, cubren sus
rostros con una franela roja y una gorra para no ser identificados y apenas
dejan ver sus ojos. Estamos estacionados en un camino pavimentado en el corazón
de Los Reyes de Juárez.
Al que maneja el negocio lo nombran “jefe”. Se llaman Jorge
y Juan, son originarios de Progreso de Juárez, Acatzingo y hasta mediados de 2016 eran campesinos viviendo apenas con 60 pesos al
día.
Un día observaron a
lo lejos las camionetas, pipas y en la noche, los motores de las unidades
estacionados a unos metros de los terrenos de cultivo de sus vecinos los
despertaron.
Se ofrecieron ayudar a escarbar la tierra para perforar un
ducto con la única condición de que les regalaran gasolina. El pago fue de 100 litros por los que
lograron 800 pesos. La falta de
oportunidades y la pobreza en la que se encuentran sumidos los hizo ver en el
negocio del huachicol la “oportunidad de sus vidas”.
— ¿Cómo iniciaron? — le pregunto a Juan, quien tiene 40
años, siete hijos, su esposa y un padre de la tercera edad que está enfermo y
depende completamente de él.
— Pues vimos a la
gente, nos acercamos para ayudar, para que nos lleváramos de comer, aunque sea
para la galleta, la comida de los hijos.
— ¿Cómo le hacen para abrir un ducto?
— Escarbamos metro y
medio o hasta dos metros para encontrar la toma y usamos un niple, que es un
tubo pequeño y un gorro, todo se conecta a la manguera con una llave de paso.
Se abre menos de la mitad y en un minuto
se llena hasta un cuadro de mil 200 litros de gasolina.
— ¿Cuántas personas son?
– En una camioneta llegan siete personas y como 100 más del
pueblo llegan ayudar. Vamos caminando y corremos cuando hay operativos. Unos
van a meterse a escarbar y otros se esconden al alrededor del predio para
vigilar que no vengan los chapulines verdes.
— ¿Qué tan difícil es hacer una toma y en cuánto tiempo se
hace?
— No he medido el
tiempo, es fácil, cuando esa toma ha sido cerrada con cemento por personal de
Pemex, si es más complejo porque sellan arriba y abajo pero por eso ya llevamos
un cincel o un pico para romper la base de concreto.
— ¿Saben por qué se dan las explosiones?
— Unos dicen que por
el celular, otros por son por los cortos circuitos de la camioneta cuando
arrancan y otros por el tipo de ropa que tiene energía y estando ahí provoca el
estallido.
— ¿Cuántos van y qué saben de las organizaciones, cuántas
son?
— No, nosotros solo entramos en confianza con los de las
camionetas. Nos ubican y ya llegamos. A
veces llegan al ducto 100 camionetas a cargar, no conocemos a todos porque van
de muchos pueblos de Palmar del Bravo, Quecholac o Tepeaca.
— ¿Cuánto les pagan?
— No pedimos dinero,
sino galones. Pedimos 100 litritos que vendemos de 6 a 8 pesos que son 800
pesos. Te imaginas de ganar 120 pesos que te dan por andar cortando en el
campo, ahora ya tenemos 500 a 800 pesos. Nos
pasan a dejar la gasolina a nuestras casas.
— ¿Qué se ha comprado con ese dinero?
— No tengo un carro de lujo, yo uso lo que gano para comer, vestir a los niños que vayan bien a la
escuela que salgan con buenos zapatos. Si hacemos cuenta tampoco es mucho
dinero, tengo que comprar la medicina de mi papá.
El otro es más joven, se pone nervioso ante la cámara,
quiere que la gente sepa a qué se dedica, pero teme que lo descubran. Se llama
Jorge y tiene 24 años, apenas terminó el bachillerato, antes de ser huachicolero ayudaba a su padre que es campesino a sembrar
epazote y hierbas de olores.
— ¿Porque dejaste el campo?
— Porque te pagan por
hacer una bolsa de hierbas 13 o 14 pesos. Todavía voy dos veces por semana,
porque no hay trabajo. Cuando salió la gasolina vas y tienes unos litros que
vender, por muy caro a siete pesos ya tienes para dar a la familia 700 pesos.
— ¿Ves buenas ganancias, que te has comprobado?
— Un lote es pequeño
para construir mi casa. No soy casado, pero quiero dar un buen futuro cuando me
case. No ando desbaratando el dinero, no vale arriesgarse la vida para no tener
nada.
— ¿Qué hace ante un operativo?
— Nada, como andamos
de pie no sospechan de nosotros. Tratamos de ser limpios y no mojar la ropa de
gasolina. Cargamos ropa extra para cualquier cosa.
— ¿Cómo es el apoyo de la gente?
— Mucho, las mujeres
salen a defender y los niños también porque a ellos pasan los de las camionetas
y les dan un galoncito para que se venda. Por eso cuando agarran una camioneta
la gente sale.
— ¿Cómo saben a qué hora pasa la gasolina?
— Pues eso lo saben los que son líderes y andan en las
camionetas. Pero siempre pasan. Pasa el diésel, gasolina, roja tuborsina,
gasolina amarilla
— ¿Hay tomas de gasolina en las casas?
— Que nosotros
sepamos no, es peligroso para las familias.
— ¿Con este gobierno como han reforzado la vigilancia?
— No hay nada. Pasan
los federales, pero solo un rato, dos veces un helicóptero.
Una llamada interrumpe la conversación. Nos tenemos que ir,
dicen, y hacen señas al jefe para perderse en medio de la carretera federal.
En Acatzingo vive Andrés, tiene solo 18 años y cuenta
claramente cómo funciona el jale en la Nación Huachicolera y cómo es que todos
los pobladores participan. Dice que el
petróleo es de todos y no siente remordimiento ni cree que lo que hace sea
ilegal.
Lleva dos años
trabajando en las tomas clandestinas y es empleado de confianza de uno de los
líderes de su municipio a quien solo llama “patrón”.
Estamos en una casa modesta, de un piso, color azul. Él se
sienta en la sala y platica de corrido, no deja que lo interrumpa:
Si en un operativo ya te amarró un ‘verde’, no te conviene
hablar, porque si hablas nadie te va venir a sacar, el que entra en este
negocio sabe que tiene que aguantar y sino ¿para qué le entra? Recuerdo que fue
un jueves 19 de octubre de 2016 cuando ya no pude correr de los ´verdes´ y
después de golpearme me metieron a la cárcel.
Los cuates me fueron
a ver y me decían: tú no te agüites, tú vas a salir, pero no te agüites no
digas nada. No se debe de hablar, si se tiene el dinero te van a sacar porque
ahí solo salen los que tienen un padrino y yo sí lo tenía, aunque ni sé cómo se
llama, pero lo trajo el patrón.
A mi tío lo
detuvieron porque se atascó su camioneta, y los demás lo dejaron solo. El
patrón le agradeció, lo sacó de la cárcel y le dijo: “Ya no hay gente como tú”.
Le regaló 2 cuadros qué valen más de 10 mil pesos.
Hay muchos detenidos
y muchos están libres. Todos tienen un padrino. Tienen buenos contactos, nomás
vino un chavo que le dicen El Michoacano y salen rápido.
Para salir, primero se busca de manera legal, hay que decir
que los encontraron con bidones de muy pocos litros, siempre se tratan de
deshacer de la mayoría de cuadros.
Primero, cuando los
detienen se les dice a los ministeriales que agarren dinero, que no sean
pendejos, que ese dinero se lo va a quedar el gobierno.
Cuando uno de
nosotros llega al penal, se paga por su libertad, para mi tío se pagaron 50 mil
pesos, ese dinero se lo pudo haber quedado un ministerial.
Se tardan más tres
días para salir y para evitar el papeleo se manda a quemar la camioneta, porque
si no empiezan a investigar a la unidad, que si tenía un reporte de robo.
La primera vez me
gané 5 mil pesos sólo por ser chofer de la camioneta. También ya me metieron al
ducto y una ocasión fui halcón.
Primero en el día te vas al punto que ellos ya tienen
marcado y te enseñan cómo se va hacer la toma, en la noche llegas y te
identificas con una persona que cuida el ducto y dices de parte de quién vas
para hacer la extracción.
En una toma se meten
hasta más de cinco camionetas, obvio no se meten todas; unas se van al parque
más cercano mientras otras van a cargar a un punto. También hay puntos donde te
vas formando, a todos les toca.
Cuando tienes un buen
patrón allá dentro (en la Presidencia Municipal) paga para que no te molesten
allá afuera, dan dinero para que las patrullas te dejen el paso libre, el
problema es que salgas a la carretera, si te pelas ya la hiciste.
Los gendarmes son mis
compadres, a veces vamos con ellos sin los uniformes, nos vamos a tomar una
cerveza, obvio cuando andan trabajando respetamos su hora de trabajo.
Mira no sabría cómo decirte como se llama (hace señas
juntando ambas manos) son unos triángulos que los pones a la mitad del camino y
sirven para ponchar las llantas de los camiones de los militares, te dan harto
tiempo para correr y escapar de la policía. Esa herramienta nos la enseñaron
ellos, esos triángulos los avientas, pasa la camioneta y te escondes, no pasa
nada, a nadie detienen en el operativo porque te da tiempo huir.
“ME HICE HALCÓN POR MI FAMILIA”
Sebastián es el
segundo hijo de siete hermanos de la familia Flores. Su padre murió hace un par
de años; con sus ingresos como halcón les da oportunidades de estudio a sus
hermanas en la secundaria y la primaria.
Tenía 15 años cuando
dejó la escuela por falta de dinero, dice que desde los 10 años trabajaba en el
campo con sus padres cortando mazorca, manejando los tractores para arar la
tierra o conduciendo la camioneta para trasladar las cajas de los nopales.
Es un hombre alto, moreno, bien parecido y ha adoptado el
acento del Norte, primero por los grupos musicales que le gustan y por sus
constantes conversaciones con “el jefe”
que le paga de 500 a mil pesos un “jale”.
— ¿Cómo te hiciste halcón?
— Fácil, mis primos y
tíos son huachicoleros y ellos me involucraron en el negocio. Tenía yo 16
años cuando me dieron las claves para avisar de los chapulines verdes, los
operativos y también del ingreso de extraños a la toma del ducto. Cuando es momento
de la ordeña suena este celular —muestra un equipo sencillo— me pongo mi
chamarra y me subo a la moto.
Recorro tres sitios,
en uno de esos está la base militar y el camino al ducto para echarle aguas a
mis paisanos. Una llamada corta para avisar.
Vamos a varios pueblos, en Acatzingo tengo un amigo y ahí
ando en bicicleta, tengo que tener
condición para correr por si un día me meten a la toma y hay que huir.
Imagínate que en esos casos se tiene que correr una hora continúa desde el
campo hasta el pueblo más cercano.
La conversación se interrumpe por una llamada en el teléfono
celular, es una canción de “Los Plebes del Norte”
— Señorita ¿usted conoce a este grupo? va a venir a Tepeaca
a la feria de abril. No se lo debe de perder— sugiere.
Yo tengo varo por tres movimientos de 3 mil a mil 500 pesos
en un día. Sí me doy mis lujos, pero también de ahí sale para los gastos de la
casa de mi mamá y mis hermanas, a ellas sí les entra el estudio.
— ¿No te da miedo estar con ellos, sus enfrentamientos?
— Miedo ¿a qué? ¿Por qué me pregunta? No ha pasado nada y
tengo más miedo a quedarme sin comer que a morir por buscar la comida.
La música y vestimenta de los huachicoleros.
La creatividad de los compositores y músicos poblanos sobre
el tema de la extracción ilegal de la gasolina y los huachicoleros ha servido
para crear sus mejores éxitos en corridos, cumbias y sonideros. Son intérpretes
de la región y la capital quienes han escrito estrofas sobre esta problemática
social y se han hecho famosos a través de las redes sociales.
Las canciones narran la vida de los ladrones de combustible,
el miedo de ser atrapados y hasta incita a la compra del hidrocarburo con el
argumento del incremento a los precios de la gasolina en el país.
Periódico Central entrevistó a Tamara Alcántara, “La reina
huachicolera”, en un café en Tecamachalco. Después, en su casa, se preparó para
cantar ante las cámaras de este medio de comunicación fragmentos de sus tres
canciones: “Cumbia del Huachicol, “El Huachicolero” y “La gran señora
Huachicolera”.
LA ROPA.
Los huachicoleros normalmente visten con una gorra que
colocan encima de la capucha de su sudadera holgada. Usan playeras de manga
corta y de tallas grandes. Portan pantalones de mezclilla oscuros para ocultar
la suciedad y que no sean detectados por la policía.
Los halcones utilizan playeras estampadas de manga corta,
pantalones azules de mezclilla, cadenas y llevan hasta tres celulares para
comunicarse con sus patrones.
Ya los chiquillos ven normal a los huachicoleros, dicen que
de grandes quieren ser como ellos, ya andan armados y preparándose en Palmar
del Bravo”, dijo Jazmín Avalos, habitante de la comunidad de Candelaria, Felipe
Ángeles.
Javier Pérez otro de
los habitantes afirma que los niños, junto con sus madres, salen a la calle o
caminos a vender la gasolina
La gente vigila y
avisa, les regalan un galón y son los mismos niños los que despachan”.
En una vivienda en Palmarito, Quécholac, los menores sirven
el hidrocarburo e incluso hay testimonios que un pequeño tuvo la idea de
comprar pistolas similares a las que están en las gasolineras para agilizar la
expedición del combustible.
Son los niños y jóvenes quienes administran los grupos
secretos en Facebook que venden la gasolina ilegal hasta en 7 pesos y que
llevan al máximo su creatividad para hacer memes de las explosiones y frases
huachicoleras.
LA RELIGIÓN.
En las comunidades
del Triángulo Rojo la población es católica, los huachicoleros hacen grandes
aportaciones para los festejos patronales de los barrios, se ofrecen a adornar
altares y pagan misas a favor de la comunidad.
Cierto es que los párrocos en las celebraciones eucarísticas
de cada domingo piden a los fieles no “meterse en problemas”, no incitar a la
violencia y ser un buen ejemplo para los niños.
Igual que los narcotraficantes le rezan a su santo, Jesús
Malverde, los ladrones de combustible a Pemex en Puebla tienen ya a su Santo
Niño Huachicolero, que en estas fiestas de la Candelaria fue el atractivo
principal entre los habitantes del municipio de Palmar de Bravo.
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