Dolia
Estévez.
Hace unos días escribí que en una
administración erosionada por intrigas internas, donde nadie está a salvo de
los arranques mercuriales de un Presidente que demanda lealtad absoluta, Jared
Kushner, yerno y poderosos asesor de Donald Trump, era intocable. Sin embargo,
quizá me haya equivocado.
Kushner está
en el ojo del huracán. Las explosivas filtraciones de The Washington Post sobre
sus reuniones con el Embajador ruso, con quien discutió establecer un canal de
comunicación secreto a espaldas del gobierno de Barack Obama, han dominado los
titulares y espacios noticiosos. El
diario que hundió a la presidencia de Richard Nixon, además, reveló que el hoy
yerno incomodo también se entrevistó con un banquero ruso sancionado por Obama
tras el hackeo de los correos de la campaña de Hillary Clinton. Se cree que el
individuo, aliado de Vladimir Putin, es espía de los servicios de inteligencia
del Kremlin.
Kushner es
el personaje más cercano al Presidente bajo investigación en torno a la
presunta confabulación entre la campaña de Trump y Rusia durante las elecciones
de 2016. La indagación podría llegar
hasta la misma Oficina Oval. Pocos
en Washington creen que el yerno más famoso de Estados Unidos se haya ido por
la libre, es decir, sin el conocimiento y anuencia de su suegro. Con todo, es difícil vaticinar cuándo tocará fondo el
escándalo, más allá de decir que para la Casa Blanca se ha vuelto una bomba de
tiempo con el potencial de hacer añicos no solo a Kushner sino a la presidencia
de Trump.
¿Qué tiene que ver esto con México?
Kushner es nada menos que el vínculo directo a Trump del Canciller Luis
Videgaray. Con un
amplio despacho estratégicamente ubicado a cinco pasos de Trump, este joven de
36 años que nunca antes había ocupado un puesto gubernamental tiene el oído y
la confianza del Presidente. Quizá sea el asesor más influyente de Trump. Al
menos por ahora.
Su salida de
la cúpula del poder en Washington, que algunos demócratas están pidiendo,
tendría consecuencias directas en el trato con México. Kushner ha sido una
especie de contrapeso a las presiones de Steve Bannon, el siniestro estratega
presidencial, para endurecer las políticas migratoria, comercial y de seguridad
hacia México.
El desplome de Kushner tendría
efectos negativos inmediatos, aunque en el mediano plazo podría ser positivo,
toda vez que forzaría a recanalizar la relación por las vías institucionales
que han quedado marginadas debido a la preponderancia del contubernio entre
Kushner y Videgaray.
El vacío que dejaría Kushner podrían llenarlo los profesionales del servicio
público y diplomático para avanzar una agenda bilateral en la que, con excepción
de migración y el mítico muro fronterizo, no hay diferencias de fondo.
La relación
con México–en la que participan cuando menos 30 secretarías y dependencias
federales estadounidenses, así como una decena de miles de burócratas–es una de
las más desafiantes. Es un trabajo de tiempo completo. Para Kushner,
México–país cuya historia, cultura y sistema político desconoce–hubiera sido
más que suficiente. No obstante, Trump también le dio Canadá, China, Israel,
Palestina, Corea del Norte y hasta Cuba. Lo ungió como Secretario de Estado
paralelo.
Aun cuando
Kushner permaneciera en la Casa Blanca, sortear el huracán ruso absorberá gran
parte de su tiempo y capital político. “No
hay duda que el titular de la SRE tendrá que hacer ajustes una vez que el yerno
no tenga tiempo de regresar sus llamadas debido a que está en proceso de ser
depuesto”, me dijo un funcionario.
Esta semana, el Videgaray visitó
Washington pero no vio a Kushner. Su vocera me dijo que el canciller viajó para
participar en la reunión de la OEA sobre Venezuela, “nada más”.
El gobierno peñista apostó todo en el
yerno. Su derrumbe dejaría a Videgaray sin interlocutor y sin el activo con el
que Enrique Peña Nieto justificó hacerlo canciller.
Por ahora,
Trump no ha dado señales, al menos públicamente, de querer deshacerse de
Kushner. “Jared está haciendo un trabajo grandioso. Tengo absoluta confianza en
él… es una muy buena persona”, dijo Trump en una declaración escrita.
La familia es todo para Trump. Como
Don Corleone sólo confía en ella. Kushner es su asesor principal no por su talento sino por su
lealtad. Sin embargo, se ha vuelto un riesgo. Y, por más que sea el esposo de
su hija favorita no hay lazos de sangre entre ellos. Si Trump decide
sacrificarlo, las lágrimas de Ivanka no van a impedirlo como no impidieron a
Michael Corleone mandar matar al marido de su hermana Connie en “El Padrino”.
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