Por Daniela
Barragán.
Víctor Manuel Toledo, nuevo titular
de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), aseguró que
durante el sexenio pasado, encabezado por Enrique Peña Nieto, dicha dependencia
estuvo en manos de “mercaderes del sector automotriz” y de un vendedor de autos
de lujo.
“En el
sexenio anterior, por ejemplo, la
Semarnat ya no fue encabezada por funcionarios capacitados y calificados, sino
por mercaderes del sector automotriz, y por un vendedor de autos de lujo. La
Semarnat fue tomada por esa minoría depredadora y rapaz que hoy destruye a la
naturaleza y al ambiente en buena parte del país y del mundo. Me refiero a las
grandes corporaciones”, dijo durante la conferencia matutina del Presidente
Andrés Manuel López Obrador.
Asimismo, consideró que a través de los gobiernos
neoliberales, la política ambiental de México, que inició con bríos y notables
avances, comenzó a perder aliento, se estancó y se fue desdibujando; y terminó
en descomposición, bajos presupuestos y actos de corrupción inimaginables.
“En el acto de mayor desvergüenza, y esto es
muy importante, tanto la Semarnat como la Sagarpa se pusieron del lado de las
empresas biotecnológicas en los tribunales para detener la demanda legal que un
grupo de 40 ciudadanos y varias organizaciones campesinas interpusimos contra
la llegada del maíz transgénico en México, hace cuatro años”, recordó.
Desde
Palacio Nacional, advirtió que la
pérdida del maíz por contaminación genética sería el quiebre de un proceso
histórico de, por lo menos, siete mil años. Ante dicha situación, destacó la
necesidad de rescatar a la Semarnat para ponerla al servicio de la sociedad
mexicana.
Necesitamos ponerla al servicio de la
sociedad, para promover leyes contra el fraking, el maíz transgénico y otros
cultivos, por el agua para el uso humano, por la defensa de la biodiversidad,
etcétera, etcétera.
¿Qué tenemos de nuestro lado? Muchas
y muchos. Primeramente, un Gobierno antineoliberal sustentado en 30 millones de
votos, y una sociedad cada vez más consciente, que aglutina, desde cientos,
quizás miles de comunidades en resistencia antes los proyectos depredadores, lo
que llamamos aquí el México profundo, que, además, ahí están las claves, en
todo el mundo, para salir de la crisis del mundo moderno; hasta jóvenes de
universidades, resistencias barriales, maestros democráticos -que, me consta,
han hecho esfuerzos para mejorar una consciencia ecológica en los niños del
país; la iglesia católica, que sigue la teología de la liberación ecológica, a
partir de la promulgación de la Encíclica Laudado Sí.
Debemos, entonces, creo, volcar a la
Semarnat hacia los ciudadanos, hacia los colectivos. Debemos ciudadanizar la
política ambiental.
El país dispone de los suficientes
talentos, expertos, especialistas en ciencia, para fundamentar las decisiones y
las políticas de la Semarnat, y para alcanzar una ciencia para la
sustentabilidad con ética y consciencia.
La última fortaleza es practicar el
diálogo, como nos lo ha mostrado el Presidente López Obrador. Sólo la crítica y
la autocrítica bien templada, lograrán madurar a la sociedad mexicana.
Hoy, en esta
mañana de mayo próxima al inicio de un nuevo ciclo de lluvias, me toca
presentarme, ante ustedes, como el nuevo responsable de la cuestión ambiental
en México.
Déjenme decirles que la cuestión o
preocupación ambiental, no es más que la reaparición de la naturaleza, la madre
tierra, la dimensión femenina de la humanidad en las sociedades modernas, como
una fuerza que los seres humanos debemos tomar en cuenta y respetar para seguir
existiendo. Algo que debe decirse: quedó en el olvido.
En efecto,
la naturaleza estuvo presente en el imaginario de las culturas ancestrales como
una entidad viva y sagrada, desde sus orígenes, hace 300 mil años.
Y fue sólo
con el advenimiento de la modernidad materialista, tecnocrática, patriarcal y
mercantil, que la naturaleza se convirtió en un ente a ser dominado y
explotado, en un recurso natural externo, en un capital natural, en una máquina
a ser analizada y escudriñada por el ojo frío, objetivamente frío, de una
ciencia al servicio de la acumulación de la riqueza. Así nos ha ido. Así nos
fue. Así nos irá.
Esta consciencia ecológica, que suma,
día con día, a millones de seres humanos en el mundo, nos permite visualizar de
manera diferente a la política. Tres dimensiones alcanzo a visualizar.
Primero: Bajo la perspectiva de la consciencia
ecológica, la habitual geometría de izquierdas y derechas desaparece para ser
reemplazada por una nueva disyuntiva: no hay más que políticas por la vida y
políticas contra la vida o políticas hacia la muerte.
Visto globalmente, este dilema se
traduce en políticas que enfrían el clima y políticas que lo calientan. Cada
vez vamos a ir definiendo todo esto en términos de lo que sucede con el cambio
climático.
O defendemos la vida o continuamos
aniquilando la vida en nombre de la tecnología, el progreso, el desarrollo, el
crecimiento económico y un largo etcétera.
Lo segundo es que ahora vemos el devenir, el
transcurso del tiempo de otra manera, ya no son años, décadas o sexenios. Ahora
están las miradas puestas en lo que pasará de aquí a un año clave: el 2050, año
clave, sólo 30 años.
Para esa fecha, la humanidad
alcanzará 9 mil millones de habitantes, es decir 2 mil millones más en tres
décadas. El petróleo llegará a su fin. La mitad de los países hoy en día ya
están usando su última parte del petróleo en todo el mundo. En 2050 se acaba el
petróleo y le van a seguir el gas, el carbón y el uranio.
El cambio climático no se ha
detenido, a pesar de las advertencias de los científicos, desde hace dos
décadas, generarán catástrofes de todo tipo, y los alimentos que sean
necesarios tendrán que generarse bajo métodos agroecológicos y no más bajo las
pautas insanas de la llamada agricultura moderna o agroindustrial.
Lo tercero surge de lo anterior. Y es que ello nos obliga
a indagar la verdadera naturaleza de las fuerzas profundas que provocan este
panorama actual y de futuro próximo. Y aquí es donde coincidimos con la Cuarta
Transformación, pues no somos los seres humanos los culpables de esta situación
de crisis, como nos recuerda un ambientalismo superficial, y una ciencia
acrítica, sino los culpables son una minoría de minorías, parásita y
depredadora, y esa minoría tiene un nombre, se llama Neoliberalismo.
Es pues esta visión, la que a mi
juicio, debe orientar la política ambiental del país y su institución
ejecutora. Una política de emergencia, de restauración y de cuidado de los
elementos vitales que los mexicanos requerimos, día con día, como un derecho
humano esencial: aire respirable; agua para todos; energía alternativa, no
fósil; alimentos sanos; hábitats sanos; reciclaje de desechos; hogares
sustentables; ciudades ordenadas.
Pero, también acciones urgentes que
permitan detener este transitar hacia el abismo, un destino al que tendrán que
enfrentarse nuestros hijos y nietos.
¿Podremos lograr a través de la
Semarnat? Creo que sí. Y antes que todo, debemos recordar que la Semarnat
surgió hace 25 años, como una medida que ubicaba a México en la tendencia
mundial de disponer de instituciones leyes en torno al asunto ambiental, un
fenómeno que coincidió con el inicio y el despliegue del Neoliberalismo en todo
el mundo, y que generó una contradicción que ha sufrido en todos los países, y
que en el caso de México alcanzó proporciones dramáticas.
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