Salvador Camarena.
Hoy termina
la colecta de la Cruz Roja Mexicana. Al final de ese esfuerzo, miles de
mexicanos habrán aportado para que esa institución cuente con más recursos. El
objetivo de la campaña de este año es recolectar 360 millones de pesos. ¿Qué
pasa con esos recursos? ¿Cómo se utilizan? ¿A quién se rinde cuentas de esos, y
otros, donativos? Por lo visto esta semana, la ciudadanía es convocada a
colaborar, pero no es tomada en cuenta a la hora de rendir cuentas sobre esos
dineros.
El lunes de
esta semana se publicó un reportaje que exhibió que en la Cruz Roja pasan cosas
singulares.
Ese día se
documentó cómo las ambulancias y otros vehículos de esa institución cargan
gasolina, todos los días, en la gasolinera del presidente de la misma: Fernando
Suinaga.
La historia,
reporteada por Daniel Melchor, es como sigue. Hasta hace unos años, los
vehículos de la Cruz Roja ponían gasolina en una estación ubicada a 500 metros
de su sede nacional (una ubicada detrás del Club Mundet). Pero de buenas a
primeras hubo otra instrucción: ahora los vehículos se tienen que trasladar,
cada día al terminar su turno, a una gasolinera ubicada en Río de la Plata y
Circuito Interior.
Dejen
ustedes de lado el dato de que la nueva estación queda a diez veces la
distancia de la anterior. Ese detalle logístico suena aún más raro al revelarse
que tal gasolinera es propiedad de Fernando Suinaga, presidente nacional de la
Cruz Roja.
No seamos
mal pensados. Quizá hay alguna buena razón para que Suinaga vea cómo las bombas
de su gasolinera surten, día a día, a las ambulancias de la institución que
preside. Quizá la haya, pero no la conocemos porque Suinaga se negó a dar una
entrevista para explicar por qué tomó tan singular decisión.
En su lugar,
Suinaga envió a un directivo. Éste no pudo aportar pruebas de que la Cruz Roja
gane algo al consumir gasolina de su presidente. Alegó, eso sí, que Suinaga les
da crédito, pero no explicó ni las condiciones del mismo ni nada por el estilo.
A lo más que llegó fue a informar, otra vez sin pruebas, que desde 2016 le han
consumido a Suinaga casi seis millones de pesos en combustible.
¿Ganó
realmente algo la Cruz Roja al dejar de consumir en una estación cercana a sus
instalaciones para comprarle al presidente de la misma? Misterio. ¿Hay
conflicto de interés de parte del señor Suinaga al dirigir esa institución y al
mismo tiempo ser su proveedor de un insumo básico? Ustedes tienen la respuesta.
La Cruz Roja
tiene una larga historia, se fundó en el porfirismo, y muchos miles le agradecen
sus servicios.
Por eso no
merece una sombra en su reputación y menos una crisis como las que ya ha
vivido. Recordemos tan solo la crisis de 1998, cuando colaboradores de esa
institución dimitieron a sus cargos acusando al presidente de entonces, José
Barroso Chávez, de haber desviado 2 millones de pesos que Estados Unidos donó
para damnificados del huracán Paulina.
En aquella
ocasión, Barroso tuvo que salir en medio de más denuncias por irregularidades.
Cabe
mencionar que en el escándalo de 1998 la Junta de Asistencia Privada (JAP), a
quien toca vigilar a la Cruz Roja, anunció una auditoría a esa institución.
Por
desgracia, luego de que Daniel Melchor diera a conocer esta semana que el
gasolinero Suinaga le vende combustible a la Cruz Roja que preside por tercera
ocasión, la JAP no ha dicho ni pío.
Peor aún: el
reportero pidió a la JAP la documentación de gastos de los donativos a la Cruz
Roja, pero luego de semanas de batallar con la burocrática opacidad de la Junta
de Asistencia Privada solo obtuvo como respuesta un montón de páginas con todo
su contenido tachado en negro.
Hoy termina
la colecta de la Cruz Roja. Qué bueno que los mexicanos se sientan
comprometidos a donar a esa institución. Qué bueno sería, también, que quienes
dirigen la Cruz Roja –incluido el patronato de “notables” que hace mutis ante
denuncias como la de Melchor– mostraran un compromiso equiparable a la
generosidad de los mexicanos y realizaran una cosa elemental: informar al
público sobre el uso de lo que los ciudadanos dan a esa institución.
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