Raymundo Riva Palacio.
El periódico Boston Globe, uno de los grandes diarios
regionales en Estados Unidos, publicó un excepcional editorial el viernes
pasado sobre el conflicto entre los presidentes Enrique Peña Nieto y Donald
Trump. Titulado 'México enseña a Trump una importante lección sobre los límites
del poder presidencial', apunta: “Los presidentes norteamericanos no siempre se
salen con la suya. La mayoría lo saben. Donald Trump, aparentemente, necesitaba
que se lo enseñaran. La dramática decisión (de Peña Nieto) el jueves de
cancelar una reunión programada con Trump, no era para el beneficio de los
norteamericanos. En México, donde Trump es ampliamente detestado, Peña Nieto
estaba muy presionado para que la cancelara. Trump continúa demandando que
México pague por un muro en la frontera, como si tuviera la capacidad para
mandar sobre una nación democrática y soberana. Al decir que no, aún con el
riesgo de antagonizar con el famoso presidente de la piel delgada, México
mostró su soberanía. Aún si esa no hubiera sido su intención, Peña Nieto
también le hizo un favor a todo el mundo, incluidos muchos norteamericanos, al
horadar la noción que Trump puede salirse con la suya mediante la fuerza de sus
bravuconadas”.
Lo que el Boston Globe
no sabía era que esa decisión no se alcanzó por medio de un proceso en el cual
se fueron analizando las opciones que se tenían para alcanzar el mejor objetivo
posible, sino como producto de la acción de un perro rabioso, como se podría
describir la de Trump, que mordió como quiso a sus interlocutores, los sacudió,
los aplastó y luego, cuando finalmente se cansó de patearlos, los tiró a la
basura. Un iracundo presidente enfrentando a un presidente educado en la
escuela de los buenos modales mexiquenses, de suaves palabras y finas formas,
que nunca se pelea en público y que no pierde la paciencia. Los mismos síntomas de su encuentro del 31
de agosto del año pasado, con la misma receta. En aquél entonces no funcionó;
ahora, menos. La cancelación del viaje se dio cuando Trump ya lo había
desinvitado públicamente, colofón de su majadería.
Peña Nieto y sus enviados a Washington esperaban otro
resultado del primer encuentro institucional entre los dos gobiernos, pero una
vez más se equivocaron en cómo lidiar con Trump. Del primer encuentro en Los
Pinos, en verano, a los preparativos para la reunión de invierno, la curva de
aprendizaje ha sido deficiente. Peña Nieto permitió que su jefe de Oficina,
Francisco Guzmán, reuniera un grupo de expertos en la relación bilateral
–exembajadores y negociadores del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica,
entre ellos–, quienes recomendaron dejar atrás la frivolidad y la soberbia con
la que habían abordado la relación. Tomó
nota Guzmán pero no le sirvió para nada, como quedó claro cuando la semana
pasada formó parte de la delegación mexicana que vivió directamente los
insultos contra Peña Nieto, su gobierno y los mexicanos, en la Casa Blanca.
La historia del viaje
de 48 horas de la delegación de alto nivel en Washington, encabezada por el
secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, es casi un cuento de
horror por la forma como los trataron en la Casa Blanca los emisarios de Trump,
bajo la batuta del jefe de Gabinete, Reince Priebus, de acuerdo con una narración que le dio a legisladores de todos los
partidos –menos Morena, que decidió no ir– el viernes pasado en Los Pinos.
Según un recuento de las palabras del canciller, lo que vivieron en Washington
fueron “amenazas reales”. El miércoles, cuando se iniciaron las pláticas
para establecer los primeros temas de lo que sería la primera fase de la
renegociación de las relaciones, Videgaray
dijo que estuvieron a punto de levantarse de la mesa ante la actitud de sus
interlocutores. Con él se encontraban el secretario de Economía, Ildefonso
Guajardo, Guzmán, y Narciso Campos, coordinador de asesores de Videgaray, quien
realizó la minuta del desencuentro.
“Había mucha presión
y hostilidad”, reconoció Videgaray.
“Había mucha agresión, casi al insulto”. El choque se dio por la insistencia de
Trump de que México tendría que pagar por el muro. Los funcionarios de la
Casa Blanca, de acuerdo con lo que se había anticipado –nunca hubo confirmación
de quiénes estuvieron–, incluía al yerno y asesor de Trump, Jared Kushner, al
consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, y al estratega en jefe
presidencial, Steve Bannon, quien desarrolló todo el plan electoral racista,
antimexicano, de difusión de mentiras durante la campaña, y cuyo portal
Brietbart News publicó, cuando Peña Nieto ganó la elección presidencial, que
estaba vinculado al narcotráfico.
Videgaray no dibujó
una línea de tiempo clara –tampoco se la pidieron–, pero de lo que dijo a los
legisladores se puede asumir que cuando comenzaron la primera reunión el
miércoles en las oficinas ejecutivas de la Casa Blanca, pasadas las ocho de la
mañana, Trump no había dado un cambio de instrucción a sus negociadores.
Una hora antes, Videgaray había llegado solo a la Casa Blanca para hablar con
Kushner y decirle que si Trump mencionaba durante su discurso ese día en la
Secretaría de Seguridad Territorial que México pagaría por el muro, como había
anticipado en la víspera, sería muy difícil mantener la visita de Peña Nieto.
El primer tema que se vio poco después en la reunión bilateral fue precisamente
el tema del viaje. Videgaray les dijo a los asesores que estaban afinando los
detalles de la reunión que sería este martes, cuando todo se descompuso. Venía
lo peor.
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