Robles Maloof.
“Nosotros pensábamos que se trataba de un robo, ya después
cuando empezó la balacera creíamos que eran como secuestradores… nunca dijeron
que eran la policía”.
“Yo esperaba que la policía dijera; salgan, somos la
policía, están seguros”.
Juana Luna.
El sábado 14 de enero tres hermanitos de 4, 8 y 11 años,
fueron asesinados en San Miguel de Allende, Guanajuato en presencia de sus
padres Juana y Antonio Luna. La tragedia
que cimbró y movilizó a la ciudadanía, ha tenido como secuela una serie de
actos de autoridad francamente inverosímiles e indignantes.
Esa trágica madrugada Juana y Antonio Luna junto con sus
tres hijos estaban en un predio de que Antonio era velador cuando escucharon
autos que se aproximaban, a lo que siguieron gritos y disparos de armas de
personas que intentaban entrar al lugar.
Antonio pidió a Juana que se resguardara con los niños en el
baño y les dijo “Yo los voy a cuidar, no voy a dejar que nada malo les hagan”. Él
se quedó en el cuarto para impedir que los agresores entraran. Juana desde el
baño llamó varias veces a la policía, a varios miembros de sus familias y hasta
los bomberos. Una sola llamada fue respondida en la que desde el número de
emergencias informaban que no podían acudir dado que la policía estaba en “8
operativos y la carretera se encontraba cerrada”.
Juana relató aquellos
terribles momentos de viva voz a varios medios de comunicación tras salir del
ministerio público. Los agresores (que después supo se trataba de policías)
iban encapuchados y nunca se identificaron como tales. Además de amenazarles con matarlos, los policías lanzaron gas
lacrimógeno. Juana recuerdo que el más pequeño de sus hijos “preguntaba si eran
los robachicos” mientras el tóxico gas le impedía respirar bien.
Antonio portaba una pistola con la que disparó a las
escaleras esperando que ello desalentara a quienes intentaban ingresar pero no
lo logró. Cuando finalmente irrumpieron en el cuatro donde la familia Luna
estaba, los agresores le quitaron el
arma a Antonio ante la vista de Juana y los colocaron contra la pared. De
manera desgarradora Juana describe que después de algunos minutos, escuchó
disparos sin saber a quién estaban dirigidos. A su lado todo el tiempo estuvo
Antonio mirando a la pared.
Después de las
detonaciones los agresores obligaron a Antonio a tomar el arma, “ten cabrón
agárrala, detenla” Juana fue jalada por uno de los agresores y mientras era
arrastrada hacia afuera de aquel cuarto su cuerpo se llenó de sangre y observó
a un oficial decir a otro: “Tú traes guantes, quítasela, quítasela” al tiempo
que le retiraban la pistola a Antonio por segunda ocasión.
Con una arma en la sien los agresores exigieron a Juana
confesara dónde estaban los demás. Separada de su esposo Juana exigía ver a sus
niños. Después de un tiempo le dieron la noticia que una madre nunca quiere
escuchar, “tus hijos están muertos.
Antonio los mató”. Entre el dolor no comprendía porque esos hombres decían que
incluso ella misma había atestiguado el hecho
Más tarde cuando Juana rindió testimonio ante la autoridad
ministerial le preguntaron que por qué no se había entregado a los policías. “Ellos nunca dijeron que eran policías.
Solo decían que ya nos había cargado la chingada y que nos iban a matar”.
Cuando Juana estuvo ante el ministerio público, narra que al decirles como en realidad fueron las cosas “… ellos no
escribían. Yo se lo decía al licenciado y él lo cambiaba… nunca me dijeron sus
nombres, nadie se presentó.
La fabricación burda
que intentó la Procuraduría fue seguida por la médico legista que se prestó
para intentar convencer a Juana para que firmara un “abanico de hojas” de una
“entrevista médica “la cual no le permitían leer. Ella insistió y leyó los
documentos que en realidad eran declaraciones ministeriales que ella nunca
ofreció. Tras más de 6 horas retenida todo indica que lograron presionarla para
que firmara. Pero saliendo de ahí Juana lo denunció públicamente.
La Procuraduría
General de Justicia de Guanajuato, a cargo de Carlos Zamarripa Aguirre, ha
detenido a Antonio Luna y lo ha vinculado a proceso con fundamento en una
declaración fabricada y desmentida por misma madre de los pequeños. El mismo
órgano informó que las primeras audiencias del caso serían cerradas” a petición
del defensor de oficio” que días después fue removido.
El ombudsman estatal, Raúl Montero Alba, (quien fuera
designado por 19 votos panistas) acudió dos días después de los hechos al
palacio de gobierno, sin que antes haya visitado a Juana o a Antonio, para informar de sus planes de trabajo para
el caso, al Gobernador Miguel Márquez.
Angélica Hernández
Granados, Jueza de Control, declaró legal la detención de Antonio y lo vinculó
a proceso el mismo día en que sus tres hijos fueran sepultados. Juana y su
familia decidieron llevar el cortejo fúnebre a las afueras del juzgado para que
Antonio pudiera despedirse, lo que horas después pudo hacer al interior del
penal en el que se encuentra injustamente recluido.
Carlos Zamarripa apoya la inverosímil versión contra Antonio
sumando al parricidio, los delitos de intento de homicidio a los policías
ministeriales y a la misma Juana. Dice
tener evidencia suficiente al tiempo que es incapaz de informar en qué consiste.
El Gobernador Márquez dijo lamentar el asesinato pero que se trata de un tema
jurisdiccional, sin caer en cuenta que
la procuración de justicia es su directa responsabilidad. Su gobierno lanzó la
semana pasada una amplia campaña en Twitter para respaldar la versión del
Procurador.
Cuando era niño yo
mismo pensaba, como Juana, que la policía estaba para cuidarnos, que en su
presencia todos estaríamos bien. Vivir en este país me ha quitado esa idea. Al
igual que Carlos Zamarripa yo no estuve ahí, no presencié lo hechos, pero a
diferencia de él y tras revisar la información, no le creo nada. Creo que
estamos ante una ejecución extrajudicial. Yo le creo a Juana.
Me sumo a la gente de San Miguel de Allende y exijo que las
autoridades investiguen y detengan a los policías que actuaron criminalmente,
que liberen a Antonio y reparen de forma integral el daño. De manera lógica eso no podrá hacerse por la institución
cuyos miembros participaron, perpetraron, fabricaron y encubrieron delitos.
El Gobernador Miguel
Márquez tiene dos opciones. Colocarse del lado de los responsables y encubrir
el asesinato de los tres pequeños, o colocarse del lado de la sociedad que
exige justicia. Si elige esto último debe remover a Carlos Zamarripa de forma
inmediata y ordenar una investigación independiente.
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