Salvador Camarena.
Alicaídos priistas
que deshojan la margarita de 2018 se hacen a la idea de que, en una de esas,
tienen un as bajo la manga que los rescate del tercer lugar en las elecciones
del año entrante. Creen que ese tapado milagroso es el doctor José Narro.
El lugar común dice que es nuestro Bernie Sanders. Seguro lo
dicen más por sus canas, pero Narro es más joven, nació en 1948, siete años
después del senador de Vermont.
Y las posiciones del ex
rector de la UNAM no son radicales, tronantes ni antiestablishment como las
expuestas por Sanders en la pasada precampaña del Partido Demócrata. O no lo
son hoy que está en un gobierno priista.
Por eso creo que nuestro Bernie Sanders es otro político.
Uno que sí suma más edad que el senador estadounidense pero que se muestra
igualmente vital y combativo.
En el parque Lincoln, de Polanco, no es difícil toparse con
él antes del amanecer, donde muy de mañana se ejercita. Es el ingeniero
Cuauhtémoc Cárdenas, una voz de la resistencia en estas aciagas semanas del
inicio del oscurantismo trumpiano.
Ayer de nueva cuenta el ingeniero Cárdenas alzó la voz para
condenar el mayor acto de hostilidad de un presidente de Estados Unidos en la
historia reciente, y en esta coyuntura su voz debe ser oída, atendida,
acompañada.
Frente a otros personajes de nuestra política, Cárdenas
tiene hoy varias ventajas, entre ellas el que sus expresiones carecen de
motivación electoral alguna.
Y es un liderazgo congruente con un nacionalismo mexicano
que conviene revisar hoy, con una idea de nación soberana inexistente en el
nuevo PRI.
Trump está decidido a
violentar sin miramiento los derechos humanos de los migrantes mexicanos y a
pisotear las posibilidades de una convivencia de mutua prosperidad, una que
vele por los intereses de ambas naciones.
Frente a ello, el
gobierno mexicano sigue en su atonía. Son la piñata favorita de Trump, decidido
a golpear al gobernante que, él lo sabe, cede fácilmente, y cede siempre.
El presidente de la República emitió anoche un mensaje que
era la confirmación de que no sabe utilizar el discurso como un arma de
persuasión, ni para lograr un respaldo interno ni para emprender una campaña
diplomática internacional.
Las palabras (entre otras) de Enrique Peña Nieto de ayer
fueron: “lamento y repruebo la decisión de Estados Unidos, de continuar la
construcción de un muro que, desde hace años, lejos de unirnos, nos divide”.
No. Trump no va a continuar el muro existente. Hizo mucho
más que eso al firmar ayer sus órdenes ejecutivas: ha lanzado una cacería
humana, ha echado a andar una operación de limpieza étnica, ha manifestado su
voluntad de que los migrantes sean criminalizados, de que los mexicanos
paguemos el muro, de que no haya diálogo sino descontón permanente.
Peña Nieto anoche
todavía decía, en su mensaje, que “nuestro país está iniciando pláticas para
negociar las nuevas reglas de cooperación, comercio, inversión, seguridad y
migración en la región de Norteamérica”.
En Los Pinos creen
que todos estamos mal, que sólo ellos entienden. Que quienes vimos una
ofensa en el modo en que se recibió el martes al canciller mexicano (con el
mensaje en Twitter de que habría anuncio del muro) no entendemos la jugada.
Como fue tratado ayer México no cabe negociación alguna. Y
así como Sanders dijo que vigilaría a Trump, uno de los pocos consuelos de
estas horas es ver que Cárdenas anda en las mismas. Es nuestro Bernie. Ojalá
haya más, muchos más que no se cansen de volver a luchar.
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