jueves, 26 de enero de 2017

Nuestro Bernie Sanders (Spoiler: No es el Dr. Narro)

Salvador Camarena.

Alicaídos priistas que deshojan la margarita de 2018 se hacen a la idea de que, en una de esas, tienen un as bajo la manga que los rescate del tercer lugar en las elecciones del año entrante. Creen que ese tapado milagroso es el doctor José Narro.

El lugar común dice que es nuestro Bernie Sanders. Seguro lo dicen más por sus canas, pero Narro es más joven, nació en 1948, siete años después del senador de Vermont.

Y las posiciones del ex rector de la UNAM no son radicales, tronantes ni antiestablishment como las expuestas por Sanders en la pasada precampaña del Partido Demócrata. O no lo son hoy que está en un gobierno priista.

Por eso creo que nuestro Bernie Sanders es otro político. Uno que sí suma más edad que el senador estadounidense pero que se muestra igualmente vital y combativo.

En el parque Lincoln, de Polanco, no es difícil toparse con él antes del amanecer, donde muy de mañana se ejercita. Es el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, una voz de la resistencia en estas aciagas semanas del inicio del oscurantismo trumpiano.

Ayer de nueva cuenta el ingeniero Cárdenas alzó la voz para condenar el mayor acto de hostilidad de un presidente de Estados Unidos en la historia reciente, y en esta coyuntura su voz debe ser oída, atendida, acompañada.

Frente a otros personajes de nuestra política, Cárdenas tiene hoy varias ventajas, entre ellas el que sus expresiones carecen de motivación electoral alguna.

Y es un liderazgo congruente con un nacionalismo mexicano que conviene revisar hoy, con una idea de nación soberana inexistente en el nuevo PRI.

Trump está decidido a violentar sin miramiento los derechos humanos de los migrantes mexicanos y a pisotear las posibilidades de una convivencia de mutua prosperidad, una que vele por los intereses de ambas naciones.

Frente a ello, el gobierno mexicano sigue en su atonía. Son la piñata favorita de Trump, decidido a golpear al gobernante que, él lo sabe, cede fácilmente, y cede siempre.

El presidente de la República emitió anoche un mensaje que era la confirmación de que no sabe utilizar el discurso como un arma de persuasión, ni para lograr un respaldo interno ni para emprender una campaña diplomática internacional.

Las palabras (entre otras) de Enrique Peña Nieto de ayer fueron: “lamento y repruebo la decisión de Estados Unidos, de continuar la construcción de un muro que, desde hace años, lejos de unirnos, nos divide”.

No. Trump no va a continuar el muro existente. Hizo mucho más que eso al firmar ayer sus órdenes ejecutivas: ha lanzado una cacería humana, ha echado a andar una operación de limpieza étnica, ha manifestado su voluntad de que los migrantes sean criminalizados, de que los mexicanos paguemos el muro, de que no haya diálogo sino descontón permanente.

Peña Nieto anoche todavía decía, en su mensaje, que “nuestro país está iniciando pláticas para negociar las nuevas reglas de cooperación, comercio, inversión, seguridad y migración en la región de Norteamérica”.

En Los Pinos creen que todos estamos mal, que sólo ellos entienden. Que quienes vimos una ofensa en el modo en que se recibió el martes al canciller mexicano (con el mensaje en Twitter de que habría anuncio del muro) no entendemos la jugada.


Como fue tratado ayer México no cabe negociación alguna. Y así como Sanders dijo que vigilaría a Trump, uno de los pocos consuelos de estas horas es ver que Cárdenas anda en las mismas. Es nuestro Bernie. Ojalá haya más, muchos más que no se cansen de volver a luchar.

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