Nocturno Póstumo en do sostenido menor de Frédéric Chopin.
Junto con su nombre,
Romeyno Gutiérrez ha heredado en vida una pasión por el piano que ha roto las
barreras culturales impuestas entre la música latinoamericana y la clásica.
Tenía 6 años cuando por primera vez, su padrino Romayne
Wheeler, lo hizo sentarse frente al instrumento musical para que tocara sus
primeros acordes.
Todo comenzó hace más
de 30 años, cuando Wheeler, quien es un músico y compositor americano, llegó a
conocer la Sierra Tarahumara y se enamoró de sus paisajes y costumbres, lo que
logró que tomara estas tierras como su segundo hogar.
“Él veía que había
mucha necesidad en la Sierra Tarahumara, y pues quiso hacer algo en pro de la
Tarahumara, a través de su concierto, hasta que definitivamente quiso quedarse.
Trajo su piano de concierto, y la gente de la comunidad lo adoptó como un
poblador más”, relató.
Conoció a los papás
de Romeyno –quien lleva ese nombre en honor a él– y ellos le pidieron que fuera
el padrino de su próximo hijo.
Habitualmente tocaba
el piano para ellos, quienes lo consideraban como parte de la familia, y al
notar una sensibilidad artística en su ahijado empezó a guiarlo en el ámbito
musical.
“Desde niño yo
escuchaba a mis papás con el violín, así que no me fue ajeno escuchar a mi
padrino. El gran interés fue por mi maestro y hoy en día es mi gran mentor”,
dijo.
Fue así como Romeyno
Gutiérrez se convirtió en el único rarámuri pianista, brindando conciertos en
diversas partes del país y del mundo y con ello haciéndose allegar recursos que
destina al bienestar de su comunidad.
Hasta el momento, su
actividad como músico lo ha llevado a conocer al menos siete países en Europa,
y brindar un concierto masivo a miles de personas en la Ciudad de México.
Aunque interpreta
piezas clásicas de músicos como Chopin, Beethoven o Mozart, también utiliza el
piano para darle tono a canciones tradicionales de su familia.
Todo esto ha sido
intercalado con su formación educativa, que se ha visto dificultada desde la
primaria, cuando tenía que caminar cuatro kilómetros de ida y regreso a la
escuela más cercana; actualmente estudia la licenciatura en Música en la
Universidad Autónoma de Chihuahua (UACh).
Además, junto con su
padrino, sostienen el Fondo de Ayuda Tarahumara, que entre otras cosas, se
encarga del soporte económico del Centro Médico “Karí Owáame”, el cual brinda
servicio médico a 450 familias rarámuris.
Él fue uno de los
artistas que estuvieron presentes durante el Festival Indígena Muki, mismo que
se desarrolló el fin de semana pasado en el Centro de la ciudad.
Los organizadores informaron que el objetivo del evento fue
visibilizar a las diferentes etnias que radican en Ciudad Juárez y anunciaron
que habrá artesanías, música, comida, danza, teatro y deporte indígena.
Luis Bautista Carrillo, integrante de la comunidad de
huicholes, mencionó que estas actividades son especialmente benéficas no sólo
para ellos, sino para familias enteras que dependen de los recursos que se
obtienen por medio de la venta de artesanías.
El festival involucró
miembros de las comunidades indígenas rarámuri, mixteca, huichol, mazahua,
purépecha, náhuatl y otomí, quienes ofertaron sus artesanías y comida
tradicional, además de que presentaron números artísticos relacionados con su
folklor.
En este festival destacó la participación del pianista de
origen tarahumara Romeyno Gutiérrez Luna, pero también del Makawi y Sewa,
además de la agrupación Huichol Musical.
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