Por Jesusa
Cervantes.
Con un
lamento que erizó la piel y donde solo el entendimiento del corazón reveló que
no era un canto sino un suplicio y exigencia entonada con dolor de “vivos se
los llevaron, vivos los queremos”, los padres de los 43 estudiantes
desparecidos, cerraron la ceremonia solemne en la Cámara de Diputados.
A cinco años
de la desaparición forzada de que fueron objeto los 43 estudiantes de la
Escuela Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, el Poder
Legislativo se atrevió a abrir las puertas de quienes se negó a recibir en el
pleno durante estos 60 meses: sus familiares.
Hilda
Hernández Rivera, madre de César Manuel González Hernández, elevó el tono y
retomó la fuerza mermada a lo largo de cinco años para, desde la máxima tribuna
del país, mandar el mensaje a los hoy hijos de todos:
“Desde aquí
les decimos: queridos hijos, los llevamos en el corazón y no descansaremos
hasta encontrarlos, así tengamos que dar la vida”.
Le siguió
Hilda Legideño Vargas, madre de José Antonio Tizapa Legideño, quien mostró la
carrera que tiempo e impunidad juegan y donde la segunda mantiene ventaja:
“El tiempo
avanza y nuestra salud merma cada día que pasa…Cinco años hemos vivido una
pesadilla que no termina. Cinco años de incertidumbre. Cinco años donde cada
amanecer despertamos con la esperanza de encontrar a nuestros hijos, pero llega
la noche y solo vemos oscuridad”.
Recordó
entonces a Minerva Bello, madre de Everardo Rodríguez Bello, quien murió el año
pasado sin saber del paradero de su hijo.
Ella, al
igual que Minerva Bello y el resto de los 43 padres de familia que la madrugada
del 26 de septiembre de 2014 escucharon por última vez la voz de sus hijos a
través de sus celulares, pidiéndoles ayuda pues policías de Iguala “los estaban
persiguiendo”, son los mismos que a lo largo de cinco años fueron rechazados
por dos legislaturas anteriores, encabezadas mayoritariamente por el PRI y el
PAN.
Llenos de
miedo, los diputados de la 61 y 62 Legislatura, rechazaron las demandas de la
oposición para recibir en tribuna a los padres de los 43 estudiantes
desaparecidos. Tuvo que llegar el 16 de febrero de 2016, para que la Comisión
Especial encabezada por la panista, Guadalupe Murguía lograra que se les
recibirá en un saloncito del edificio “C”.
“Sabemos
de la existencia de esta comisión especial, pero todo lo que hemos logrado –la
prueba de ADN, las notificaciones en cada juzgado y en cada centro
penitenciario–, ha sido por nosotros. La comisión legislativa no ha hecho nada.
Ya pónganse a trabajar”, demandó en aquella ocasión Marissa Mendoza, viuda de Julio César
Mondragón, el estudiante de Ayotzinapa que fue desollado, torturado y su cuerpo
inerme la mañana del 27 de septiembre de 2014.
Ahora,
con un nuevo gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador y Morena, a
los que agradecieron, los padres de los 43 estudiantes hablaron desde la
tribuna.
Ahí, Hilda
Hernández Rivera narró la tragedia que empezaron a vivir la madrugada del 26 de
septiembre, cuando sus teléfonos empezaron a sonar; “nos despertaron los
pedidos de auxilio de nuestros hijos…más tarde los medios daban cuenta que los
policías de Iguala habían asesinado a varios estudiantes”.
Llegaron a
la explanada de la escuela rural, se trasladaron a la Fiscalía Regional en
Iguala y ahí encontraron a muchos normalistas “con sus rostros marchitos y
asustados por el horror y la cercanía de la muerte que habían experimentado
unas horas antes”.
Quienes
encontraron a sus hijos los abrazaban, lloraban, “nosotros buscábamos a
nuestros: no estaban”.
Desde
entonces el peregrinar empezó, a la tragedia de no saber del paradero de sus
hijos se sumó la indolencia de las autoridades federales, desde la presidencia
de la República hasta el ministerio público de Guerrero, pasando por la
Procuraduría General de la República.
Y cuando se
ordenó que se investigara, “los resultados de estas investigaciones plagadas de
irregularidades es la impunidad, dado que muchos detenidos que tienen
responsabilidad de la desaparición de nuestros hijos, están obteniendo su
libertad”, reclamó desde la tribuna Hilda Hernández Rivera.
“Las fuerzas
de seguridad del gobierno anterior desaparecieron a nuestros hijos,
posteriormente se negaron a investigar, cuando lo hicieron obstaculizaron el
camino a la verdad y finalmente nos cerraron las puertas de todas las
instituciones, en muchas ocasiones nos reprimieron cuando exigíamos verdad y
justicia”.
El
gobierno anterior “nos dio trato de disidentes políticos, no de víctimas de
desaparición forzada”, dijo la señora Hilda Hernández.
De manera
directa, ante panistas y priistas, quienes en dos legislaturas se negaron a
recibirlos en San Lázaro y ahora gustan de realizar el conteo del 1 al 43
cuando hacen reclamos a Morena, la madre de César Manuel les recordó:
“Además
del dolor que nos provoca la desaparición de nuestros hijos, tuvimos que sufrir
el trato despótico de los órganos de justicia y de todas las instituciones,
incluido este Poder Legislativo, que en aquellos años nos cerró las puertas”.
En el
salón de plenos priistas y panistas escuchaban el reclamo, y frente a ellos, no
solo una madre de familia al micrófono sino 42 más, padres y madres que hacían
suya la tribuna entera.
Del recuerdo
de la tragedia al recuerdo de la indolencia y burla gubernamental, la madre de
José Antonio, la señora Hilda Legideño Vargas, pasó a la exigencia.
Pidió a
la Fiscalía General de la República “mayor dinamismo” en las indagatorias e
“iniciar acciones legales” contra quienes cometieron actos ilegales en las
investigaciones.
A la
Secretaría de la Defensa Nacional, le exigieron “tener apertura” para que los
adscritos al 27 batallón de Infantería en Iguala “sean investigados”; además de
dar el respaldo a la comisión para la verdad y acceso a la justicia.
“A esta
legislatura le exigimos que vigile las investigaciones” y exhorten a las
autoridades que busquen a los 43 estudiantes desaparecidos.
A la sesión
programada para las 10:00 de la mañana y a la que la presidenta de Mesa
Directiva, la panista Laura Rojas llegó hasta las 10:30, después de que los
padres se instalaron en las gradas que están dentro del salón de sesiones, se
sumó Mario Delgado, presidente de la Junta de Coordinación Política para dar el
pase de lista.
A cada
nombre, los padres respondían con un “Vivo lo queremos”, a cada número, los
diputados de todas las fracciones se sumaron, pero el mensaje fue directo a
Morena: “la transformación de este gobierno pasa por esclarecer el caso Iguala,
por mostrar estructuras y redes de organizaciones criminales intactas en
Guerrero”.
Poco antes
de subir a tribuna, los padres de familia fueron trasladados de las gradas a
las curules que ocupa el PT, los mismos lugares que el 28 de marzo de 2001 ocuparon
16 zapatistas quienes desde ahí escucharon a su compañera, la comanda Esther.
Misma que desde tribuna, encapuchada, exigió el cumplimiento de los Acuerdos de
San Andrés.
Hace 18
años, una zapatista exigió desde tribuna, justicia para los indígenas, hoy
otros civiles, padres de familia, demandaron no solo justicia sino en especial,
la presencia de sus hijos desparecidos.
“Después del
26 de cada mes llegamos a nuestras casas con las manos vacías, nuestros hijos
nos reclaman la presencia de sus hermanos. Al abrir nuestra puerta le preguntan
a uno: ‘¿Ya encontraste a mi hermano? No tenemos respuesta. No podemos mirar a
los ojos a nuestros hijos y demás familiares…No tenemos nada’”, dice con
tristeza la señora Hilda Legideño Vargas.
Y mientras
las madres hablaban desde la tribuna, a los costados, en las pantallas del
tablero electrónico donde se registra la presencia de los diputados, aparecía
el rosto de cada estudiante, de cada hijo de Ayotzinapa.
Rostros
que sintetizan el “horror y la impunidad” del gobierno panista de Felipe
Calderón y del priista Enrique Peña Nieto.
Con el
conteo terminaría la sesión solemne, pero los padres de Ayotzinapa se
apoderaron de la máxima tribuna, y ahí, con la fotografía de sus hijos se
hicieron escuchar hasta el corazón:
Al unísono
empezaron lo que pareció un canto en lengua originaria, pero no, no fue
dialecto alguno, lo que salía de sus cuerdas bucales, fue el lamento de un
corazón desgarrado por la desaparición forzada de un hijo.
Es el tono
del dolor que recorre gran parte del país.
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