viernes, 27 de septiembre de 2019

El lamento por los 43 normalistas se apodera de San Lázaro.


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Por Jesusa Cervantes.

Con un lamento que erizó la piel y donde solo el entendimiento del corazón reveló que no era un canto sino un suplicio y exigencia entonada con dolor de “vivos se los llevaron, vivos los queremos”, los padres de los 43 estudiantes desparecidos, cerraron la ceremonia solemne en la Cámara de Diputados.

A cinco años de la desaparición forzada de que fueron objeto los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, el Poder Legislativo se atrevió a abrir las puertas de quienes se negó a recibir en el pleno durante estos 60 meses: sus familiares.

Hilda Hernández Rivera, madre de César Manuel González Hernández, elevó el tono y retomó la fuerza mermada a lo largo de cinco años para, desde la máxima tribuna del país, mandar el mensaje a los hoy hijos de todos:

“Desde aquí les decimos: queridos hijos, los llevamos en el corazón y no descansaremos hasta encontrarlos, así tengamos que dar la vida”.

Le siguió Hilda Legideño Vargas, madre de José Antonio Tizapa Legideño, quien mostró la carrera que tiempo e impunidad juegan y donde la segunda mantiene ventaja:

“El tiempo avanza y nuestra salud merma cada día que pasa…Cinco años hemos vivido una pesadilla que no termina. Cinco años de incertidumbre. Cinco años donde cada amanecer despertamos con la esperanza de encontrar a nuestros hijos, pero llega la noche y solo vemos oscuridad”.

Recordó entonces a Minerva Bello, madre de Everardo Rodríguez Bello, quien murió el año pasado sin saber del paradero de su hijo.

Ella, al igual que Minerva Bello y el resto de los 43 padres de familia que la madrugada del 26 de septiembre de 2014 escucharon por última vez la voz de sus hijos a través de sus celulares, pidiéndoles ayuda pues policías de Iguala “los estaban persiguiendo”, son los mismos que a lo largo de cinco años fueron rechazados por dos legislaturas anteriores, encabezadas mayoritariamente por el PRI y el PAN.

Llenos de miedo, los diputados de la 61 y 62 Legislatura, rechazaron las demandas de la oposición para recibir en tribuna a los padres de los 43 estudiantes desaparecidos. Tuvo que llegar el 16 de febrero de 2016, para que la Comisión Especial encabezada por la panista, Guadalupe Murguía lograra que se les recibirá en un saloncito del edificio “C”.

“Sabemos de la existencia de esta comisión especial, pero todo lo que hemos logrado –la prueba de ADN, las notificaciones en cada juzgado y en cada centro penitenciario–, ha sido por nosotros. La comisión legislativa no ha hecho nada. Ya pónganse a trabajar”, demandó en aquella ocasión Marissa Mendoza, viuda de Julio César Mondragón, el estudiante de Ayotzinapa que fue desollado, torturado y su cuerpo inerme la mañana del 27 de septiembre de 2014.

Ahora, con un nuevo gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador y Morena, a los que agradecieron, los padres de los 43 estudiantes hablaron desde la tribuna.

Ahí, Hilda Hernández Rivera narró la tragedia que empezaron a vivir la madrugada del 26 de septiembre, cuando sus teléfonos empezaron a sonar; “nos despertaron los pedidos de auxilio de nuestros hijos…más tarde los medios daban cuenta que los policías de Iguala habían asesinado a varios estudiantes”.

Llegaron a la explanada de la escuela rural, se trasladaron a la Fiscalía Regional en Iguala y ahí encontraron a muchos normalistas “con sus rostros marchitos y asustados por el horror y la cercanía de la muerte que habían experimentado unas horas antes”.

Quienes encontraron a sus hijos los abrazaban, lloraban, “nosotros buscábamos a nuestros: no estaban”.

Desde entonces el peregrinar empezó, a la tragedia de no saber del paradero de sus hijos se sumó la indolencia de las autoridades federales, desde la presidencia de la República hasta el ministerio público de Guerrero, pasando por la Procuraduría General de la República.

Y cuando se ordenó que se investigara, “los resultados de estas investigaciones plagadas de irregularidades es la impunidad, dado que muchos detenidos que tienen responsabilidad de la desaparición de nuestros hijos, están obteniendo su libertad”, reclamó desde la tribuna Hilda Hernández Rivera.

“Las fuerzas de seguridad del gobierno anterior desaparecieron a nuestros hijos, posteriormente se negaron a investigar, cuando lo hicieron obstaculizaron el camino a la verdad y finalmente nos cerraron las puertas de todas las instituciones, en muchas ocasiones nos reprimieron cuando exigíamos verdad y justicia”.

El gobierno anterior “nos dio trato de disidentes políticos, no de víctimas de desaparición forzada”, dijo la señora Hilda Hernández.

De manera directa, ante panistas y priistas, quienes en dos legislaturas se negaron a recibirlos en San Lázaro y ahora gustan de realizar el conteo del 1 al 43 cuando hacen reclamos a Morena, la madre de César Manuel les recordó:

“Además del dolor que nos provoca la desaparición de nuestros hijos, tuvimos que sufrir el trato despótico de los órganos de justicia y de todas las instituciones, incluido este Poder Legislativo, que en aquellos años nos cerró las puertas”.

En el salón de plenos priistas y panistas escuchaban el reclamo, y frente a ellos, no solo una madre de familia al micrófono sino 42 más, padres y madres que hacían suya la tribuna entera.

Del recuerdo de la tragedia al recuerdo de la indolencia y burla gubernamental, la madre de José Antonio, la señora Hilda Legideño Vargas, pasó a la exigencia.

Pidió a la Fiscalía General de la República “mayor dinamismo” en las indagatorias e “iniciar acciones legales” contra quienes cometieron actos ilegales en las investigaciones.

A la Secretaría de la Defensa Nacional, le exigieron “tener apertura” para que los adscritos al 27 batallón de Infantería en Iguala “sean investigados”; además de dar el respaldo a la comisión para la verdad y acceso a la justicia.

“A esta legislatura le exigimos que vigile las investigaciones” y exhorten a las autoridades que busquen a los 43 estudiantes desaparecidos.

A la sesión programada para las 10:00 de la mañana y a la que la presidenta de Mesa Directiva, la panista Laura Rojas llegó hasta las 10:30, después de que los padres se instalaron en las gradas que están dentro del salón de sesiones, se sumó Mario Delgado, presidente de la Junta de Coordinación Política para dar el pase de lista.

A cada nombre, los padres respondían con un “Vivo lo queremos”, a cada número, los diputados de todas las fracciones se sumaron, pero el mensaje fue directo a Morena: “la transformación de este gobierno pasa por esclarecer el caso Iguala, por mostrar estructuras y redes de organizaciones criminales intactas en Guerrero”.

Poco antes de subir a tribuna, los padres de familia fueron trasladados de las gradas a las curules que ocupa el PT, los mismos lugares que el 28 de marzo de 2001 ocuparon 16 zapatistas quienes desde ahí escucharon a su compañera, la comanda Esther. Misma que desde tribuna, encapuchada, exigió el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés.

Hace 18 años, una zapatista exigió desde tribuna, justicia para los indígenas, hoy otros civiles, padres de familia, demandaron no solo justicia sino en especial, la presencia de sus hijos desparecidos.

“Después del 26 de cada mes llegamos a nuestras casas con las manos vacías, nuestros hijos nos reclaman la presencia de sus hermanos. Al abrir nuestra puerta le preguntan a uno: ‘¿Ya encontraste a mi hermano? No tenemos respuesta. No podemos mirar a los ojos a nuestros hijos y demás familiares…No tenemos nada’”, dice con tristeza la señora Hilda Legideño Vargas.

Y mientras las madres hablaban desde la tribuna, a los costados, en las pantallas del tablero electrónico donde se registra la presencia de los diputados, aparecía el rosto de cada estudiante, de cada hijo de Ayotzinapa.

Rostros que sintetizan el “horror y la impunidad” del gobierno panista de Felipe Calderón y del priista Enrique Peña Nieto.

Con el conteo terminaría la sesión solemne, pero los padres de Ayotzinapa se apoderaron de la máxima tribuna, y ahí, con la fotografía de sus hijos se hicieron escuchar hasta el corazón:

Al unísono empezaron lo que pareció un canto en lengua originaria, pero no, no fue dialecto alguno, lo que salía de sus cuerdas bucales, fue el lamento de un corazón desgarrado por la desaparición forzada de un hijo.

Es el tono del dolor que recorre gran parte del país.

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