Por Mathieu
Tourliere.
Un
estudio encomendado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt)
sobre el Tren Maya contrasta de manera drástica con el discurso gubernamental:
sostiene que el megaproyecto emblemático del gobierno de Andrés Manuel López
Obrador amenaza las poblaciones indígenas que viven en la Península, las
reservas de biodiversidad y los mil 288 sitios arqueológicos ubicados a 10
kilómetros de las vías.
Señala
que el Tren Maya representa una “apuesta hacia el aprovechamiento comercial de
la cultura de los pueblos mayas como un motor para la industria turística” y,
tras adelantar que los empleos prometidos serán “principalmente precarios”, advierte que “atendiendo a los
datos de los últimos 30-40 años, es de gran preocupación el impacto potencial
en el aumento de actividades ilícitas vinculadas al turismo como la trata de
personas (adultas y menores) y la circulación y uso de drogas”.
También asevera
que los llamados “polos de desarrollo” –las ciudades que el gobierno federal
pretende construir en las estaciones del tren– podrán afectar a las actividades
locales, y que la entrega de tierras para la construcción de “hoteles,
condominios y parques industriales” a través de los Fideicomisos de
Infraestructura y Bienes Raíces (FIBRA) equivale a un despojo, pues dicha
tierra “no podrá ser recuperada a menos que los propietarios tuvieran el
capital suficiente para comprar la totalidad de los certificados bursátiles que
se emitan o todos los inmuebles construidos encima de las tierras, y que los
otros inversionistas quisieran vender”.
El documento
de 26 cuartillas dado a conocer hoy por El Universal, refrenda que el gobierno
incumplió con sus obligaciones internacionales en materia de consulta indígena,
pues no ha hecho público “el proyecto correspondiente ni los estudios de
ingeniería básica e impactos ambientales, cultural y social”, y abundó:
“Incluso el trazo en uno de sus tramos ha sido modificado y rectificado sin
asegurar cuál es el trazo definitivo que se propone”.
El estudio –en
realidad, un resumen ejecutivo de un documento más amplio– titulado
“Territorios Mayas en el Paso del Tren: Situación Actual y Riesgos Previsibles”
fue enviado el viernes 28 de febrero a “los titulares de las diferentes
secretarías y otras dependencias del Gobierno Federal y estatales que están
involucrados en los proyectos asociados al proyecto Tren Maya”, según informó
el Conacyt en un correo electrónico, del que Apro tuvo conocimiento.
Colaboradores
del proyecto consultados por esta agencia afirman que el estudio debía circular
en las dependencias federales desde diciembre pasado; sin embargo, el Conacyt pospuso
la fecha de entrega en varias ocasiones. Los colaboradores amagaron con
difundirlo ellos mismos, lo que llevó la dependencia a enviarlo a finales de
febrero.
Una
colaboradora dice a Apro que un artículo publicado por Víctor Toledo –el
titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat)– en
La Jornada el pasado 25 de febrero, fue la “gota que derramó el vaso”: el
político despotricó contra los “negacionistas de izquierda” que se oponen a los
megaproyectos de la administración actual, e insinuó que un grupo de
colaboradores del Conacyt formaron una “alianza” con la “cuarta transformación”
en torno al Tren Maya.
El
resumen ejecutivo del estudio echa abajo este discurso. Se originó en
septiembre de 2019, cuando la institución invitó a más de treinta “personas de
reconocida experiencia, adscritas a instituciones públicas de investigación,
organizaciones no gubernamentales y organizaciones sociales regionales” para
que entregaran documentos sobre las “condiciones sociales, económicas y
ambientales” en los territorios que atravesará el Tren Maya.
El
estudio plantea que el Tren Maya forma parte de “un gran proyecto de
infraestructura y ordenamiento económico y poblacional en el Sur-Sureste
mexicano”, que abarca la Península de Yucatán hasta la región del Istmo de
Tehuantepec, donde el gobierno de López Obrador pretende construir el Corredor
Interoceánico.
Según los
investigadores que participaron en el estudio, los megaproyectos aspiran a
convertir la región Sur-Sureste en una “ruta de paso estratégica para el
mercado mundial”, pues además de permitir el paso entre los océanos Pacífico y
Atlántico, conectará los “yacimientos petroleros y una buena parte de los
mineros”.
Respecto al
Tren Maya, plantea que el paso de la maquinaria y los “polos de desarrollo”
amagarán 10 áreas naturales –Balam Kin y Balam Kú, el Parque Nacional de
Palenque, las Áreas de Protección Cañón del Usumacinta, Yum Balam, Manglares de
Nichupté y Uaymil, las Reservas de la Biosfera de Sian Ka´an, así como Los
Petenes y Calakmul–, las reservas de agua de la región, así como “los macizos
de selva más grandes y en mejor estado de conservación de México y Mesoamérica,
áreas con manglar y otros humedales”.
“Estos
ecosistemas han sido reconocidos por salvaguardar una alta biodiversidad (flora
y fauna) teniendo el reconocimiento estatal, nacional e internacional que ha
permitido la creación de distintas áreas de conservación que sufrirán
alteraciones (degradación, fragmentación y deforestación) asociadas con la
construcción, circulación y desarrollo propuesto por el proyecto Tren Maya”, dice.
También critica
que “el mismo nombre del proyecto evidencia una continuidad y profundización en
la estrategia de promoción del turismo basada en el ofrecimiento del producto
cultural ‘Mundo Maya’ que incluye tanto las zonas arqueológicas como algunas de
las manifestaciones artísticas de los pueblos indígenas que habitan el
territorio en la actualidad”, e insiste: “La mercantilización de las
manifestaciones culturales conlleva la folklorización y el vaciamiento de
significados y saberes tradicionales, prácticas rituales, arte, memoria
histórica y sitios sagrados”.
Señala,
entre otros, el parque de Xcaret en Quintana Roo, “emprendimiento turístico
privado que despojó a los indígenas originarios de sus territorios ancestrales
y sus sitios sagrados, degradados a atracción turística en un centro de
diversiones exclusivo”.
Aparte, afirma
que entre los turistas que acarreará el Tren Maya habrá personas interesadas en
la cultura maya, “potencialmente respetuosos frente a los hallazgos que se
muestren”, pero también habrá “turistas en busca de diversión en todas sus
gamas”, lo que incluye “actividades como prostitución, trata, consumo de
alcohol y drogas en exceso”.
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