Enrique Quintana.
Esta semana se dio a conocer una nota que tiene más relevancia
de la que parece: la empresa VW, por sus protocolos para regresar a la
actividad, aplicó pruebas a 5 mil 100 empleados para detectar Covid-19 y el
resultado fue que alrededor de 100 de ellos dieron positivo.
Como prácticamente la totalidad eran asintomáticos,
simplemente fueron puestos en cuarentena en sus domicilios y se hizo un
seguimiento de su condición y de sus contactos.
Es decir, en esa muestra de una ciudad como Puebla, en donde
viven la mayoría de las personas que fueron examinadas, la tasa de contagio fue
de 2 por ciento.
Tengo testimonios de otras empresas manufactureras que han
hecho lo mismo y la tasa de contagio no ha resultado muy diferente.
El criterio para la aplicación del examen no fue que hubiera
síntomas de Covid-19, sino que el grupo al que se aplicaron los exámenes se
construyó sobre la base de las personas que gradualmente van regresando a la
actividad.
Si este porcentaje se pudiera extrapolar a todo el país,
estaríamos hablando de que 2.56 millones de personas podrían estar contagiadas
en este momento.
Supongamos que la extrapolación no ocurre de manera
generalizada, sino sólo a la mitad de la población, la que habita las
principales concentraciones urbanas, estaríamos hablando al menos de 1.25
millones de contagiados, de los cuales seguramente, como en la muestra
referida, la gran mayoría son asintomáticos.
La aplicación de pruebas, en esta etapa de la pandemia, tiene
dos objetivos básicos.
El primero es contar con la mayor información posible a
propósito de la enfermedad.
En México se ha privilegiado ante todo la ocupación
hospitalaria como variable clave. En otros países se ha dado más peso a la
evolución de los contagios para tomar decisiones.
Existe la percepción en el mundo de que en nuestro país el
nivel de contagios e incluso de muertes es mucho más elevado que el admitido
oficialmente.
El reportaje que aparece en la edición de The Economist de
esta semana titulado 'Latin America opens up before it’s ready', alude
precisamente a casos como el de México. Subtitula el
texto: 'Mexico’s failure to contain covid-19 shows why the region is now the
centre of pandemic'. El
crecimiento de los contagios reportados como el que se dio a conocer ayer
parece confirmar lo referido por The Economist.
The Washington Post presentó esta semana como una de sus
notas más relevantes de la primera plana del periódico, el caso de la Central
de Abasto y sus contagios.
La falta de pruebas y el hecho de que las decisiones que se
toman no les den la relevancia necesaria a los contagios, pueden conducir a
cometer errores fatales.
El segundo objetivo es que la aplicación de pruebas, en etapa
de desconfinamiento, permita la identificación de los contagios y desencadene
las acciones para impedir su propagación al aislar a los contagiados y
monitorear a sus contactos.
De este modo se puede conseguir que continúe la reapertura de
la economía sin que haya una amenza de aceleración de los contagios.
De no realizarse esta tarea, es casi seguro que la reapertura
vaya a conducir a más casos, dentro de los cuales habrá muchos asintomáticos o
con síntomas leves, pero otros que sí requerirán atención hospitalaria y
eventualmente cuidados intensivos.
Se ha generalizado la noción de que hay que aprender a vivir
con el virus, en el sentido de que no se va a ir, ni tendremos una vacuna por
muchos meses, y mientras tanto la economía no puede seguir cerrada.
Hay dos maneras de abordar el tema.
La primera es lanzarse –como se dice coloquialmente– como ‘el
Borras’, a la espera de que la suerte o la virgen nos ayuden a impedir una
nueva oleada.
La segunda es a través de un retorno gradual, con muchos
apoyos del Estado, con el distanciamiento físico necesario, con las medidas de
protección y con pruebas masivas para identificar contagios y controlarlos
antes de que se propaguen.
¿Cuál de las estrategias estamos siguiendo en México?
Mejor no me diga.
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