lunes, 31 de julio de 2017

Verde que te quiero Verde.

Por Alejandro Páez Varela.

La semana pasada hubo un temblor con epicentro en Chiapas que muy pocos percibieron en la Ciudad de México. Ligero temblor, importante temblor porque demuestra que allá, cerca del Usumacinta, hay movimientos telúricos que pueden incidir en el gran sismo que, se espera, sucederá en 2018.

Por partes. Primero, un comunicado firmado así:

“Verde/
Chiapas/
Ciudadano”.
En él, cerca de 24 legisladores y 50 alcaldes destaparon a Julia Carabias y a Cuauhtémoc Cárdenas para la candidatura presidencial del Partido Verde.

“El PVEM debe convertirse en una plataforma nacional para impulsar las causas antes que a los partidos, por lo que el Verde-Chiapas propone crear un Consejo de Universidades e instituciones educativas que aporten el conocimiento para construir un programa de Gobierno de Coalición y de Conciliación”, decía el comunicado desde Chiapas.

No se si la señora Carabias, pero Cárdenas se habrá tomado el ofrecimiento revuelto con el jugo de naranja de esa mañana, y listo. Sin consecuencias.

Sin embargo, apenas unos días antes, el Senador Pablo Escudero, un hombre dedicado en cuerpo y alma a las causas más truculentas del PRI (como dinamitar los esfuerzos por ciudadanizar los órganos de transparencia), había destapado a su brother, su coordinador parlamentario, el Senador Carlos Alberto Puente, para esa misma candidatura presidencial. Puente, un zacatecano equis, es un personaje todavía más oscuro que Escudero quien, al menos, ha sabido vender su incondicionalidad con la agenda de Enrique Peña Nieto, su relación familiar con Manlio Fabio Beltrones y su presencia en el Verde (y todo lo anterior lo hizo Presidente del Senado).

Claramente, el “Verde Chiapas” hizo saber que NO iba con la apuesta de Escudero, que debe ser la misma que la de Manlio y/o puede tener la bendición presidencial.


Pero entonces vino un tercer acto. Y este es el breve temblor que pocos sintieron. Esta vez habló Eduardo Ramírez Aguilar, líder de los poderosos verdes de Chiapas.

“Yo creo en los gobiernos de coalición. Y Chiapas siempre ha sido un estado muy plural. Hay diferentes opciones: está Morena, no sólo está el PRI. Morena viene con un crecimiento importante y puede verse también una opción en esta coalición, no tan extrema, sino más bien con propuestas ciudadanas y retomando lo mejor de cada rincón de Chiapas”, dijo.

Está Morena, no sólo está el PRI. Eso dijo.

Chiapas, y no se le olvide a nadie, le dio algo así como 1.2 millones de votos al actual presidente Peña Nieto.

Y no fue “Chiapas”, así, en abstracto: fue Manuel Velasco Coello y la estructura que trabajó, pian pianito, como Diputado local (a los 21 años), como Diputado federal (24 años), como Senador (el más joven en la Historia de México) y luego, como candidato a Gobernador.

Cualquiera que crea que Manuel Velasco Coello y Andrés Manuel López Obrador son agua y aceite, se equivoca. La historia común no es desconocida del todo, al menos allá, por Chiapas.

Primero los une Chiapas. La Chingada, el rancho de López Obrador está allá, en Palenque, al sur del estado y pegado a Tabasco, de donde es el líder de Morena.

Pero los une, además, el pasado: los padres, doña Manuela Obrador y don Andrés López, tienen una vieja relación con el abuelo de Velasco Coello, don Fernando Coello Pedrero.

Y los une el presente: don Fernando, de quien Manuel Velasco se siente orgulloso, es un intenso promotor de Andrés Manuel.

Don Fernando es uno de los primeros en suscribir el Acuerdo Político de Unidad por la Prosperidad del Pueblo y el Renacimiento de México, con el que Morena suma grupos y líderes por todo el país.

López Obrador, según Coello Pedrero, es sencillo, trabajador y honesto. Hace unos meses dijo, sin embargo: “Mi nieto es otra cosa. Tiene que hacer las cosas muy bien aquí en Chiapas y de Andrés no puedo decir más que es el mejor candidato, sin duda. Siempre he estado con Andrés Manuel, siempre ha sido un buen amigo”.

Cuando firmaron el Acuerdo, Andrés dijo: “No hay que pelearnos abajo, el problema está arriba, con la mafia, que no son muchos; tenemos que unirnos, ricos y pobres, librepensadores y líderes religiosos”.

Le pregunté a alguien muy cercano al Gobernador de Chiapas, sobre todo-lo-anterior. Fue el sábado, este fin de semana. Había seguido las señales de allá (Chiapas) y de acá (la Ciudad de México) y tenía preguntas. La primera:

–¿Manuel Velasco no quiere contender a la Presidencia? Eso parecía…

–No –me dijo–. Está concentrado en cerrar bien en Chiapas. Sabe que su única posibilidad es cerrar bien allá.

Me insistió mucho en que Manuel Velasco, a diferencia de sus antecesores, no había endeudado Chiapas, no había usado la justicia para perseguir adversarios y se había concentrado en tratar de recomponer el desastre financiero que había heredado. Me habló de un buen Gobernador. Al final, ese es su trabajo.

–Pero tiene una terrible imagen de frívolo. Y el Partido Verde está relacionado con oportunismo político, elecciones ilegales, mentiras, y también frivolidad –le dije.

–Él [Velasco Coello] sabe que tiene esos negativos –respondió–. Por eso no ves, desde hace tiempo, que su figura aparezca en cualquier publicidad oficial. No lo va a volver a hacer.

Le recordé sus portadas en la revista Cambio.

–Sí –me respondió apretando curiosamente los dientes, con cierta alarma–. Lo de la revista Cambio fue veneno. Lo convencieron de que era por allí y, bueno, aceptó.

Le recordé otras portadas de revistas del corazón y me dijo que él, el Gobernador, sabía que esos eran negativos y que con esos vivía a diario.

El PAN calculó que Velasco se gastó 110 millones de pesos en la difusión de su imagen bajo el pretexto de su Primer Informe de Gobierno. (Alguien que se imagine, de preferencia alguna de las ciegas-sordas autoridades electorales, cuánto lleva gastado Rafael Moreno Valle).

Le recordé su cercanía con uno de los personajes más despreciables (o despreciados) de México (tanto como Carlos Romero Deschamps o Elba Esther Gordillo): Emilio González, el “Niño Verde”. No me la negó.

–[Manuel Velasco] Está cerrando desde 2015 la administración en Chiapas –dijo, e insistió–: No le interesa otra cosa, no va a aspirar a ser candidato de nada. Quiere cerrar bien Chiapas y ya. Sabe que en cerrar bien allá está su futuro, cualquiera que sea.

Luego me comentó que en el Verde estaban muy conscientes de que, en un descuido, pueden hasta perder el registro. “Ve lo que pasó en Edomex”, dijo, con cierta alarma.

Le pregunté sobre el destape de Puente y sobre Escudero y Escobar y todos esos que, desde la capital, no parecen ser los mejores representantes de la política mexicana, sino exactamente lo contrario.

–Lee lo que dijo Eduardo Ramírez –respondió. Y no quiso decirme nada más. Claramente me dijo que no había un distanciamiento del Verde-Chiapas con el Verde-todo-lo-demás pero sí me aclaró que Puente no les parece un buen candidato, y ya.

Le pregunté qué de Morena, qué de AMLO, qué de Manuel Velasco. Qué, juntos. No me confirmó nada. Sólo me dijo, casi al despedirnos:

–En 2011, Andrés Manuel invitó a Manuel a su proyecto.

–¿Lo invitó? ¿A qué?

–Lo invitó –concluyó.

Apuró su café americano y su agua mineral. Nos dimos la mano, subió a su bicicleta.

De camino a casa, me dije que había dos maneras de ver todo-lo-anterior: o AMLO está por cerrar uno de sus más polémicos acuerdos de su carrera política (¡con el mismísimo Partido Verde, o al menos con una fracción importante de él!), o está a punto de poner un pie, poderoso, en el suroeste mexicano. O las dos cosas juntas, que no se excluyen.


Claro que, y también es posible, todo-lo-anterior podrían ser simples y llanas coincidencias.

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