Adela Navarro
Bello.
La conseja
para encontrar la solución a un problema es primero aceptar que se tiene, que
existe, que es real, que se padece. Es el primer recomendado para salir avante
de un sinfín de contrariedades o condiciones por las que una persona pueda
atravesar. Lo mismo aplica a las instituciones, a los gobiernos, a las
empresas. Guardadas las proporciones, la estrategia para salir de un problema
en la Nación o un problema en lo individual es la misma: aceptarlo, atenderlo y
atacarlo.
Por alguna razón que debe estar
arraigada en la idiosincrasia de un político, y en la genética de un
funcionario, mientras buscan el cargo en una campaña prometen solucionar los
problemas que aquejan a la sociedad, particularmente aquellos que muestran un
avanzado estado de desatención. Sin embargo, en muchos de los casos, una vez
lograda la posición, el gobierno, la curul, entrar en un estado de negación. Es
decir, como ahora ellos son los responsables de la administración, dejan de ver
los problemas que antes denunciaron, y se avocan en otras áreas.
Eso ha sucedido de manera sistemática
con la presencia del narcotráfico, del crimen organizado, de la corrupción y la
impunidad. Sea en lo individual cada fenómeno criminal, sean todos en su
conjunto para crear un escenario aún más negro como el que vivimos en la
actualidad. Se trate de un gobernador como el de Baja California, Francisco
Vega de la Madrid, otro como Miguel Ángel Mancera de la Ciudad de México, o Enrique
Peña Nieto.
Ninguno de
los tres ha logrado combatir de manera exitosa la inseguridad, hecho que
prometieron hacer durante su campaña, y que de alguna manera han negado hasta
ver el problema crecido.
Hace unos
días en la Ciudad de México fue abatido junto a siete presuntos secuaces, el
narcotraficante y criminal organizado Felipe de Jesús Pérez Luna “El Ojos”,
jefe del cártel de Tláhuac, y quien controlaba la distribución de drogas en el
Valle de México, además de los secuestros, la extorsión y el homicidio. “El
Ojos” fue levantando una mafia con corrupción e impunidad, hasta amedrentar
policías para controlar territorios. Las drogas, según investigaciones
extraoficiales, le eran surtidas mayormente por el cártel de Sinaloa.
A pesar de
que el operativo para la captura que terminó en el abatimiento del capo, lo
realizó la autoridad de la Ciudad de México de la mano de las Fuerzas Armadas,
y le dieron con ello la dimensión de una acción contra un capo de cártel, Miguel Ángel Mancera sigue negando, como lo
ha hecho en el pasado, que en la Ciudad de México existan, cohabiten, delincan,
cárteles de las drogas. A pesar de que “El Ojos” es prueba de ello, lo insiste.
La realidad es que los cárteles están
instalados en la Ciudad de México, porque como en política y gobierno, ahí se
toman las decisiones, ahí se hacen acuerdos y se establecen alianzas, sean de
corte político, social, y como es el caso, del crimen organizado.
Prueba de
ello han sido las investigaciones federales y aprehensiones en el pasado y en
el presente. Fue en la Ciudad de México donde tenía su centro de operaciones e
imperio criminal Zhenli Ye Gon, un ciudadano chino que se movía como
empresario, pero que de acuerdo a las autoridades de este País y de los Estados
Unidos, era un distribuidor de pseudoefedrina para la producción de la droga metanfetamina.
El día que los soldados del Ejército mexicano en 2006 localizaron su casa y con
ello realizaron el mayor decomiso de efectivo en la historia criminal, los
militares estaban buscando a otros criminales de los cárteles de la droga en la
Ciudad de México. Cuando pasaron por la casa donde Ye Gon tenía el efectivo,
les alertó que quienes parecían estar cuidando la propiedad, huyeron en cuanto
los vieron. Solicitaron refuerzos los soldados, y encontraron, entre otras
cosas, 205 millones 564 mil 763 dólares, 17 millones 300 mil 520 pesos, 201 mil
46 euros y 113 mil 260 dólares de Hong Kong. Billete tras billetes apilados con
sus pares y denominaciones iguales hasta lograr columnas de efectivo. Desde la Ciudad de México, el tráfico de
pseudoefedrina era controlado.
Un año más
tarde, en el 2007 y en Polanco, fue aprehendida Sandra Ávila Beltrán, a quien
en la Procuraduría General de la República identificaron como “La Reina del
Pacífico”, una figura que extrajeron de un libro de ficción, ligada a los capos
del cártel de Sinaloa. Ella está en libertad, no así su novio, Juan Diego
Espinoza “El Tigre” quien también fue aprehendido en la Ciudad de México, y
acusado por los Estados Unidos de traficar un promedio de 30 toneladas de
cocaína hacia aquel país utilizando el nuestro como paso.
En la ciudad ahora gobernada por
Miguel Ángel Mancera tenían su centro de operaciones dos Juniors del
narcotráfico detenidos en 2007 apenas con semanas de diferencia. El primero en
caer fue Vicente Zambada Niebla “El Vicentillo”, hijo de Ismael Zambada García
“El Mayo”, y quien
había heredado el control de las operaciones y logística del cártel de Sinaloa
a su vástago, aprehendido en Lomas del Pedregal y quien después se sabría,
desde el centro del País controlaba el narcotráfico heredado por su padre, y
estableció contactos, en esa misma ciudad, con agentes encubiertos de agencias
de los Estados Unidos. Semanas después
en un parque de Bosques de Las Lomas fue apresado cuando se aprestaba a hacer
una rutina de ejercicios matutina, Vicente Carrillo Leyva, hijo de Amado
Carrillo “El Señor de Los Cielos”, y quien también fue acusado tanto en
México como en los Estados Unidos de controlar los negocios ilícitos del padre,
desde la Ciudad de México.
En agosto de 2010, muy cerca del entonces
Distrito Federal, en Lerma, Estado de México, fue detenido Edgar Valdez
Villarreal “La Barbie”, el jefe de sicarios del cártel de los Beltrán Leyva,
cuyo cabecilla, Arturo Beltrán Leyva fue abatido por elementos de la Marina en
un territorio no muy lejano pero controlado por él, en Morelos.
Recientemente en mayo de 2017, en
unos condominios de lujo ubicados en la colonia Nueva Narvarte en la Ciudad de
México, fue aprehendido Dámaso López Núñez “El Lic”, jefe del cártel de
Sinaloa, y quien enfrentaba una guerra sin cuartel con los hijos de Joaquín “El
Chapo” Guzmán, por el control de esa estructura criminal.
Y ahora, con más estructura que la de
un jefe de operaciones de un cártel con el nombre de otro estado o ciudad, las
fuerzas federales abatieron a “El Ojos”, y además, en su pomposo funeral de
narcotraficante, detuvieron a otras personas por andar armas y resistirse a la
autoridad.
El asentamiento de un cártel como el
de Tláhuac solo puede ser posible en tres condiciones por parte del Estado:
corrupción, impunidad y omisión. O policías y autoridades están corrompidas,
infiltradas o son ineficientes en la investigación para detectar y detener las
células del narcotráfico que delinquen en una demarcación ¿Cuál es el caso de
la Ciudad de México? De entrada, parece que Miguel Ángel Mancera a aceptar que
tiene un problema de estructuras criminales y del narcotráfico, al no aceptar
el problema, al negarlo como lo ha hecho, crea un espacio de impunidad fértil a
la corrupción para el desarrollo de un cártel, y es evidente por las
detenciones, la llegada de los capos a aquella entidad.
Los capos no toman una ciudad para
vivir y no delinquir. La suya es una mente criminal que como tal va a
reaccionar para controlar su entorno. No hay paraísos para huir, ni refugios
intocados de criminalidad, a estas alturas en México y con la poquísima
efectividad de la política de Peña Nieto en el combate a los cárteles, en el
país quedan muy pocos territorios no tomados por el narcotráfico, muy pocos, si
es que acaso quedan algunos.
Y mientras gobernantes como Mancera,
o representantes del Ejército, de las Secretarías de Seguridad y policías,
nieguen que en sus zonas haya cárteles, los criminales tendrán la oportunidad
de reorganizarse, desarrollarse, crecer y acabar con la seguridad que todo
ciudadano necesita y merece.
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