Alejandro
Páez Varela.
En las semanas
previas a dejar el poder, César Horacio Duarte Jáquez acrecentó su afición por
la bebida.
Primero
ordenó que sacaran al personal del segundo piso del Palacio de Gobierno y, de
acuerdo con testimonios, dejó únicamente gente de su confianza; a los de su
equipo cercano. Luego se encerró aparentemente a beber en su oficina de paredes
de madera roja, en ese edificio que alberga el Altar de la Patria –donde fue
fusilado Miguel Hidalgo y Costilla–; que ocupó Abraham González a principios de
siglo y que en la segunda mitad del Siglo XX fue adornado con murales.
Hombre despojado de letras; un ex
vendedor de autos usados –como cientos en Ciudad Juárez–, Duarte Jáquez se
volvió extraordinariamente rico en un sexenio y se acostumbró en estos años a
los vinos más caros del mundo. Bebía regularmente Petrus. En las francachelas
de la cresta del poder le daba por cerrar La Casona, en donde, según ha
reportado la prensa local, pagaba hasta 86 mil pesos por botella cuando su
precio comercial, en un restaurante, ronda los 45 mil.
Pero la encerrona de agosto,
septiembre y octubre de 2016 no fue un simple gusto por la fiesta. Fue para
enfrentar el horror de haber perdido la elección: en el Revolucionario
Institucional, el partido del presidente Enrique Peña Nieto y del mismo Duarte
Jáquez, no hay mayor pecado que perder. Se puede hacer prácticamente todo
(Humberto Moreira, Rubén Moreira, Eruviel Ávila…) menos entregar el poder
(Javier Duarte, César Duarte, Roberto Borge, Rodrigo Medina…) a uno que no sea
del clan. Eso, y él lo sabía, no se perdona.
Y había dos razones más para la encerrona:
una, intentar borrar las huellas del mayor saqueo en la historia del estado.
Otra, robarse lo que quedara.
Así como sacaban, de madrugada y a
escondidas, a un César Duarte en completo estado de ebriedad, así salían cajas
y cajas en vehículos cerrados. Me lo dijeron, apenas este fin de semana, varias
fuentes que han estado todo este tiempo junto a los fiscales que llevan la
Operación Justicia para Chihuahua.
En las semanas previas a dejar el
poder, César Horacio Duarte Jáquez ordenó, de acuerdo con distintos
testimonios, llevarse lo que cupiera en camiones, autos y camionetas.
Sí, salieron cajas con documentos, carpetas y
discos duros. Pero también fueron sustraídos del Palacio de Gobierno los
cuadros que varias administraciones acumularon durante décadas. Incluso los
bustos de bronce, de los que dejaron sólo los pedestales de madera. Y cientos
de vasijas de Mata Ortiz (cotizadas entre 3 y 5 mil dólares por pieza). Y cinco
mil libros de una edición de lujo que el Gobernador mandó imprimir como regalos
personales. Y los platos, las cucharas, las tazas, los cuchillos, los
ceniceros: la vajilla completa que los distintos gobiernos utilizaron en los
banquetes oficiales para invitados especiales.
Ah, y se llevaron una Bandera
Nacional de hilo de oro que estaba en la oficina principal, la del Gobernador
de Chihuahua. Allí tuvieron “más cuidado”. La sustituyeron con otra, de hilo
simple, apenas bordada, que es la que recibió al Gobernador Javier Corral
Jurado.
Los clavos
de los cuadros no se los llevaron. Siguen allí, en las paredes pelonas. Cada
uno de esos clavos mudos, sin embargo, han servido para contabilizar el tamaño
del saqueo; cada uno habla de un cuadro, una obra de arte que se ha perdido
quizás para siempre.
Los fiscales buscan las fotos
oficiales para completar la narrativa del saqueo; fotos donde aparece Duarte
Jázquez en las oficinas, saludando a alguien, dando un discurso, celebrando
algo: allí están esos cuadros desaparecidos y así es como los ministerios
públicos reconstruyen la historia del saqueo, como un rompecabezas.
Sobre los pedestales vacíos donde
antes había bustos de bronce, hoy se han colocado pequeñas vasijas, recuerdos
ridículos de que un depredador pasó por allí.
Quizás pase
otro medio siglo para que los siguientes gobernadores de Chihuahua vuelvan a
llenar las paredes y pedestales del Palacio de Gobierno, un edificio hermoso de
cantera donde alguna vez despacharon Francisco Villa, Silvestre Terrazas,
Francisco R. Almada o Teófilo Borunda.
Los
pedestales, que tenían bustos de bronce, quedaron vacíos.
Algunos nos reímos cuando la columna
de casa de un diario de circulación nacional destapó a César Duarte para la
presidencia nacional del PRI. Pensamos que era, simplemente, una grilla
alimentada con los cientos de millones de pesos que repartió entre la prensa.
Pero no, no era broma. El presidente
Enrique Peña Nieto sí tuvo toda la intención de hacerlo líder de los priistas.
Así me lo confirmaron la semana pasada.
No habría
desentonado, en lo absoluto, pensé.
–Los baños,
los lavabos. También se los llevaron, de varias oficinas –me dijo otra fuente,
y agregó: “Si ya te tomaste el trabajo
de desmontar un lavabo, pues un cuadro es más fácil”.
Esa misma
fuente me contó, en la capital chihuahuense, que mientras se desmontaba Palacio
de Gobierno, en las oficinas de las secretarías pasaba algo similar.
Me dijo que
muchos empleados fueron requeridos en esos mismos días para firmar documentos que justificaran egresos
injustificados: millones de pesos de “asesorías” de empresas fantasmas;
millones de pesos para “conferencias y talleres” de conferencistas sin nombre.
Algunos
firmaron. Otros no.
El complejo de una de las propiedades
de César Duarte en El Paso, Texas. Se cree que es uno de sus refugios.
César Horacio Duarte Jáquez se cambió
el nombre varias veces; con ellos intentó borrar la huella del saqueo y
engañar, además, el rastreo de las autoridades de Estados Unidos.
Se tienen detectados al menos dos
seudónimos. Unas veces se presentó con documentos apócrifos como “César H.
Jáquez”. Otras, “César D. H. Jáquez”.
Las autoridades de Chihuahua dieron
con al menos 14 bienes de Duarte Jáquez en Estados Unidos. Hay algunos a nombre
de su esposa, Bertha Gómez Fong, y de su hijo. Se sabe que sus hijas tienen
activos allá, y también se investigan. Y los hermanos.
–A diferencia de Karime Macías
[esposa de Javier Duarte de Ochoa], Bertha Gómez Fong caerá con el ex
Gobernador. Ella fue partícipe, como Karime, de todo el saqueo. La diferencia
es que Chihuahua lo documentó y Veracruz no.
Esa fuente me habló, hace
dos semanas, de la “Conexión Peña”: de cómo la Fiscalía de Chihuahua está
documentando el saqueo de recursos de Chihuahua para llevarlos a la campaña de
Peña Nieto en 2012.
Otras
fuentes me lo confirmaron esta semana. Y me dieron más datos.
¿Cuánto del
patrimonio de los chihuahuenses, que estuvo colgado en estas paredes durante
décadas, podrá ser recuperado?
La Fiscalía de Chihuahua tiene dos
testigos protegidos. Y no son gente cualquiera.
Esos dos, me confirmaron, han soltado
todo, absolutamente todo. Y siguen soltando.
A uno de ellos le alcanzará para
cumplir una pena menor; a otro no, porque ese segundo está más que hundido.
En estas
semanas, uno de los varios detenidos
ofreció regresar 59 millones a cambio de beneficios. No se los aceptaron,
porque saben que sabe más y tiene más. Éste tiene nivel de director general.
Lo que buscan los fiscales es dar con
los 2 mil millones que, calculan, tiene escondidos César Duarte.
Pero en la
búsqueda, los encargados de la operación
han encontrado una joya, aunque no es la de la corona: Beatriz Paredes Rangel.
Resulta que la ex Gobernadora de
Tlaxcala, ex Diputada, ex Senadora, ex presidenta nacional del PRI y actual
embajadora de México en Brasil tiene deudas pendientes con la justicia de Chihuahua. Sí, así es.
Hay documentadas transferencias por
algo así como 50 millones de pesos desde el Gobierno de Chihuahua para su
campaña en 2012, cuando contendió por la jefatura de gobierno de la Ciudad de México.
Y esa pista lleva, en parte, a la
“Conexión Peña”.
Se sabe que el ahora EPN recibió
dinero de muchas partes, pero descaradamente de dos gobiernos: el de Javier
Duarte de Ochoa, y el de César Horacio Duarte Jáquez.
Las
transferencias de dinero de Veracruz se “perdieron”: se dice que Miguel Ángel
Yunes las negoció a cambio de algo.
Las de
Chihuahua, me dicen, se están construyendo con hilo fino.
Y la bomba
estallará cuando estalle, sin prisas.
No se
llevaron los clavos. Pero todo lo demás sí.
El 1 de abril de este año, elementos
de la Fiscalía entraron a la casa de César Duarte Jáquez en Parral. La prensa
local dijo que encontraron poco: muebles, vasijas de Mata Ortiz –que todavía
tenían envoltorios de celofán–, algunos cuadros –entre ellos un Siqueiros–,
todo robado por el ex mandatario de Palacio de Gobierno.
Pero los ministerios públicos iban
derechito por una de sus mejores preseas: una caja fuerte. La sacaron con una
grúa porque estaba en un sótano.
En esa caja fuerte había una lista.
Era la nómina secreta.
Esa se sacó
entre la 1 y las 5 de la mañana del día siguiente, 2 de abril, de la casa de
Parral, Chihuahua.
En la lista hay periodistas
nacionales y locales. Hay políticos, diputados, sacerdotes, dirigentes de
partidos.
Hay nombres de dirigentes estatales
del PRD y del PT. “Y actores relevantes del PAN”, me dijo una fuente. Todos en
la nómina.
–Jaime Ramón Herrera Corral, socio de
César Duarte y de su esposa en el Banco Unión Progreso y ex Secretario de
Hacienda de Chihuahua, está hundiendo a Duarte. Es el principal testigo
protegido –me dijo una fuente en la capital de Chihuahua.
–¿Le darán
beneficios?
–No. No le
da para tanto.
–¿Y quién es el otro? –pregunté.
–El ex Secretario General de
Gobierno, Mario Trevizo Salazar.
Trevizo, se
suponía, era un personaje respetado en Chihuahua. Maestro distinguido, fue
director de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Chihuahua, la
UACh.
El dedo
podrido de César Duarte lo alcanzó.
Las paredes,
desnudas, son parte de la narrativa del saqueo.
“Hay pánico en Chihuahua. Hay decenas
de amparados. Duarte contaminó a todo mundo, en todos los partidos y a todos
los niveles. Se sabe cuántos son los empresarios que participaron de la red de
corrupción, y los que irán directo a la cárcel”, me dijo una fuente cercana al
caso.
También me contó que el escándalo no
se quedará en el ámbito local.
Insistí en
qué tanto hay ya de la “Conexión Peña” o, al menos, en si hay algo llamado así:
“Conexión Peña”. Me asintió con la cabeza. Pero no me dio más detalles.
Sólo me dijo que hay dos personajes
clave en esta trama: Luis Videgaray y Emilio Gamboa Patrón, sus dos padrinos.
“Lo de Javier Duarte palidece con lo
de César Duarte”, me dijo. Luego preguntó: “¿Por qué crees que todavía no lo
expulsan del PRI? ¿Por qué crees que la PGR no ha presionado a Estados Unidos
para que lo detenga y lo entregue?”.
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