Adela Navarro Bello.
El 29 de
julio, Raúl Cervantes, el Procurador General de la República, acudió a
comparecer ante la Comisión de Seguridad Nacional que en el Poder Legislativo
titula el panista Jorge Ramos Hernández. Aunque
originalmente lo citaron para que diera explicaciones sobre las investigaciones
en el robo a hidrocarburos, había un tema reciente y latente que no podían
obviar: los señalamientos de espionaje a periodistas, defensores de los
derechos humanos y activistas, hechos por instituciones académicas y medios
como The New York Times, que se le hicieron al gobierno de Enrique Peña Nieto.
No es un tema fácil para cualquier
funcionario, pero debería serlo para quien tiene la obligación de investigar
los actos irregulares, los quebrantos a la Ley, y la corrupción en el Gobierno
Federal. De hecho aun con información producto de investigaciones
periodísticas, más que de diligencias ministeriales, se ha determinado que si
una dependencia está inmiscuida en el caso de espionaje, o como lo han
calificado en redes #GobiernoEspía, es precisamente la PGR, aunque no la
actual, sino la anterior que encabezaba Arely Gómez, hoy Secretaria de la
Función Pública que también debería investigar el caso de espionaje.
Pero ni uno ni otro. De las 40
preguntas que los legisladores le hicieron a Raúl Cervantes sobre la denuncia
pública de espionaje por parte del Gobierno Federal, a través del programa
Pegasus (una
herramienta para espionaje que la empresa NSO Group solo vende a Gobiernos, y
lo hizo al mexicano), el Procurador no
respondió ni una sola. Respuestas parciales ofrecieron los titulares del CISEN,
de la Comisión Nacional de Seguridad Pública, e incluso el Secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien compareció por el mismo tema.
¿Cómo se puede confiar en un
Procurador que no investiga la corrupción en el Gobierno? No se puede, así,
definitivamente. No se puede. Raúl Cervantes ha sido un Procurador comparsa
desde octubre de 2016 cuando tomó posesión del cargo. No ha investigado ni a
los extraños ni a los propios. No ha logrado sentencias contra
narcotraficantes, secuestradores o extorsionadores notorios en México. Que sean producto de un trabajo
preciso y científico por parte del Ministerio Público Federal que encabeza el
Procurador. Tampoco ha habido
investigaciones serias, contundentes y comprometidas contra los corruptos, por
parte de la Procuraduría que encabeza. Su Ministerio Público apenas pudo
empapelar a Javier Duarte por unos cuantos millones de pesos, los suficientes
para que un Juez le determinara la orden de aprehensión.
Otros ex Gobernadores del PRI como
César Duarte, no han sido tocados por la PGR, y los expedientes que lleva en el
extranjero contra Tomás Yarrington y Roberto Borge, se han significado también
por la burocracia. El Procurador no sale a dar la cara y no muestra la mano
dura que alguien en su posición debe tener para quien cometa delitos en México.
No ha dicho por quiénes va, ni por cuáles delitos. No ha dicho del caso de los
ex Gobernadores, y recientemente llamó a declarar a Emilio Lozoya Austín en el
caso de corrupción de la brasileña Odebrech, casi obligado por la presión
social y el propio señalado, que por ser un fiscal de hierro.
El Procurador Cervantes no impone ni
respeto, ni temor, ni precaución por quienes han delinquido y deben o están
siendo investigados. Las indagaciones las hace de manera más benévola y lenta
que con la dureza y la propiedad de una fiscalía imparcial. Tiene sus razones,
Raúl Cervantes es un soldado del PRI y hechura del Presidente de la República,
a quien sirve y se nota.
Por eso la
sociedad civil organizada, grupos de activistas, y ahora las fracciones
panistas en el Poder Legislativo Federal, quieren cambiar una disposición en
uno de los transitorios de la reforma que en 2014 dio forma a la Fiscalía
General de la República, que indica que cuando la transición suceda, quien esté
al frente de la PGR pasará en automático a ser el titular de la Fiscalía, cargo
que durará por nueve años. Sería el Fiscal para cerrar el presente sexenio,
estar en el siguiente y una parte del que le seguirá en el 2024.
El propio Enrique Peña Nieto, cuando
la presión de la sociedad civil y los empresarios organizados fue demasiado
para su vida pública, envió en noviembre de 2016 una iniciativa para cambiar
ese texto, justificó:
Que… “el
transitorio décimo sexto de la reforma constitucional que establece el tránsito
del Procurador a Fiscal en forma automática, no abona a centrarse en la
discusión del modelo institucional de la Fiscalía”.
El “objetivo” de la Presidencia era
que la Cámara de Senadores le aprobara la iniciativa, eliminara el pase
automático del Procurador, y aprobara la Ley Orgánica en el Congreso de la
Unión, para que la Fiscalía entre en funciones. Pero no ha sucedido ni una ni
otra cuestión.
Los priistas, soldados del
Presidente, no han trabajado sobre la iniciativa que les envió en noviembre del
16, la tienen congelada, y sabiendo que particularmente los tricolores no se
mandan solos, ello significa que no han manejado el tema con toda premeditación
oficial. Lo que sí han hecho, es cabildear con legisladores de otros partidos
para lograr los votos suficientes (dos terceras partes), y aprobar la Ley
Orgánica tal como está y llevar con ello a Raúl Cervantes de Procurador a
Fiscal.
Mientras los panistas encabezados por
Ricardo Anaya, están decididos a enfrentarse con el PRI, antes de ceder esa
posición a un personaje como Cervantes. Hasta ahora la instrucción azul es que romperán relaciones,
negociaciones y acuerdos con el PRI en tanto no se modifique el transitorio que
convierte al Procurador en el Fiscal, eso dicen, no está en juego ni es
negociable. Aseguran que se jugarán en ello lo que les queda de capital
político en este sexenio.
El acuerdo panista indica que,
incluso, en las siguientes semanas estarían pidiendo la renuncia de Cervantes,
precisamente porque se ha negado a investigar como es debido e informar a la
sociedad mexicana, del caso de espionaje desde el Gobierno Federal.
Jorge Ramos
Hernández dice, a la fecha, que la PGR
es un espacio de complicidad hacia el actual Gobierno Federal, y que de
quedarse nueve años en la Fiscalía, Cervantes le cubriría las espaldas a
Enrique Peña Nieto y a los suyos, no investigaría todos los actos de corrupción
que se dice han cometido en la presente administración federal y en varios
estados de la República Mexicana.
Así el PAN de Ricardo Anaya se ha
comprometido a no ceder la Fiscalía General de la República al PRI, aunque en
ello vaya la no aprobación de la Ley de Seguridad Interior, y el nombramiento
del Fiscal Anticorrupción, pieza fundamental que falta para activar el
engranaje del Sistema Nacional Anticorrupción y comenzar a perseguir los actos
de corrupción de administraciones públicas actuales.
Hace unos días también, miembros de
la sociedad civil organizada y grupos empresariales y de activismo, lanzaron un
llamado y se manifestaron pacíficamente, para hacer captar la atención del
Presidente de la República, del líder del Senado de la República y de la Cámara
de Diputados, para conminarlos a crear “una Fiscalía que sirva”, donde –entre
otras exigencias- coinciden en la necesidad de no permitir el pase automático
del Procurador a Fiscal General de la República.
Justificaron: “Los datos públicos
sobre el desempeño de la PGR desde hace mucho tiempo constatan su probada
incapacidad. Ello
tiene que ver con la arquitectura institucional, el modelo de gestión, la
ausencia de mecanismos de control, los recursos humanos, las prácticas
institucionales, entre otros elementos.
“Es fundamental que la nueva Fiscalía
General no herede los vicios de la PGR –por lo que debe comenzar desde cero- y
que la discusión de la Ley orgánica y el proceso de implementación de la misma
tengan como objetivo central construir una institución que sea un pilar sólido
de gobernabilidad democrática, seguridad pública y Estado de Derecho en
México”.
El próximo 1 de septiembre, con la
entrega del quinto informe de gobierno, inicia el penúltimo periodo de sesiones
del Poder Legislativo Federal, de ese día y hasta el 15 de diciembre, después
de ello, del 1 de febrero al último día de abril de 2018, tendrán su último
periodo de sesiones, son los dos únicas ventanas de oportunidad que tienen los
legisladores para aprobar los cambios y la Ley Orgánica para que entre en vigor
la Fiscalía General de la República, así como designar Fiscal Anticorrupción, y
que en los dos casos, den certeza a la sociedad mexicana de ir por un Estado de
Derecho real, y la investigación sobre los corruptos, sean estos gobernadores,
secretarios, secretarios de Estado, o ex Presidentes.
La bola está
en la cancha de los partidos, y el PRI y
el Verde le apuestan al continuismo, a la complicidad de Raúl Cervantes para
encabezar la Fiscalía General, a la permanencia de la impunidad política con un
personaje tachado de ser comparsa del Gobierno, protector de los corruptos y
cómplice de los criminales, al no investigarlos, procesarlos y llevarlos hacia
una sanción ejemplar, que por fin demostraría que en México la corrupción y la
delincuencia se combaten de raíz.
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