Salvador Camarena.
A Ricardo Anaya, presidente nacional
del Partido Acción Nacional, le están aplicando la 'Josefiña'. Quien fuera
visto como aliado de este gobierno hoy padece un duro laminazo oficial.
Basta ver que Miguel Ángel Osorio
Chong (que cobra de secretario de Gobernación y que en su momento declaró como
singular patrimonio inmobiliario un palco de 12 metros cuadrados en el estadio
Tuzo) ya salió a decir, desde su investidura y como si tal cosa fuera una
prioridad para la gobernabilidad del país, que Anaya debe explicar su
patrimonio.
Al calar al
joven dirigente panista, los del tricolor abonan el terreno para repetir la
estrategia Edomex 2017. No hay mejor
aliado, deben pensar en Los Pinos, que el aliado domesticado, el opositor con
alas recortadas como en la entidad mexiquense fue Josefina Vázquez Mota.
Y a punta de
declaraciones de Osorio, de Enrique Ochoa e incluso de panistas, en cosa de una semana Anaya ha sido
puesto contra la pared.
Las versiones de que en el periodo
del gobernador queretano Francisco Garrido Patrón (2003-2009), Anaya se habría
beneficiado de información privilegiada para hacerse de bienes raíces, han
corrido durante varios años sin que, hasta el momento, se haya logrado
demostrar fehacientemente que tal cosa fue así.
A pesar de
ello, reportes publicados por El Universal en las dos últimas semanas han
logrado una tormenta mediática en torno a la legitimidad del patrimonio del
panista.
Alguien que
conoce a Anaya de tiempo atrás le reprochó alguna vez, al constatar que provenía
de una familia con recursos, el que no hubiera hecho desde muy temprano en su
carrera política una clarificación de sus (no escasos) medios económicos, que
no se hubiera vacunado oportunamente en contra de situaciones como las que en
estos días ha vivido.
Pero dineros aparte, Anaya está en la
tablita porque hay muchos a los que conviene su debilitamiento, y no sólo
provenientes del partido en el poder.
Anaya descuidó la unidad de su
partido y lleva demasiados meses en un juego de vencidas con Rafael Moreno
Valle y Margarita Zavala. Éstos no habían podido arrinconarlo, pero sin el
apoyo de esos precandidatos, Anaya difícilmente aguantará el embate oficial.
El gobierno federal ve en el Frente
Opositor una amenaza real a su posibilidad de retener la presidencia de la
República, así que debilitar a Anaya es debilitar esa amenaza. Y dado que ni Zavala ni Moreno
Valle van a dar una batalla real por ese Frente, tampoco tendrán incentivos
para defender a su presidente nacional más allá de lo que dicta la solidaridad
superficial: un tuit y a lo que sigue. Baja Anaya, ganan ellos.
En un escape
hacia adelante, Anaya dobló la apuesta y se atravesó en contra del nombramiento
de Raúl Cervantes como fiscal general.
Tras ello,
senadores aliados de Moreno Valle o del calderonismo han hecho el vacío al
líder nacional panista. Sea o no Cervantes la materia, Anaya no tiene la fuerza
para sumarlos sin más a su enfrentamiento contra Los Pinos.
La crisis para el dirigente panista
ha llegado a un punto crítico. Quizá pueda salvar la idea de construir un
Frente Opositor con el PRD y alguien más. O quizá pueda salvar su liderazgo
como presidente del PAN. Pero se antoja muy difícil que logre una u otra
agendas desde la posición de precandidato. No imposible, pero difícil. Y es
probable que esto también esté en el cálculo del PRI: si llega, será en tal
posición de debilidad que será como si no estuviera ahí; como Josefina en el
Edomex, rumbo al sótano de la elección.
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