jueves, 31 de agosto de 2017

Todos contra Anaya.

Salvador Camarena.

A Ricardo Anaya, presidente nacional del Partido Acción Nacional, le están aplicando la 'Josefiña'. Quien fuera visto como aliado de este gobierno hoy padece un duro laminazo oficial.

Basta ver que Miguel Ángel Osorio Chong (que cobra de secretario de Gobernación y que en su momento declaró como singular patrimonio inmobiliario un palco de 12 metros cuadrados en el estadio Tuzo) ya salió a decir, desde su investidura y como si tal cosa fuera una prioridad para la gobernabilidad del país, que Anaya debe explicar su patrimonio.

Al calar al joven dirigente panista, los del tricolor abonan el terreno para repetir la estrategia Edomex 2017. No hay mejor aliado, deben pensar en Los Pinos, que el aliado domesticado, el opositor con alas recortadas como en la entidad mexiquense fue Josefina Vázquez Mota.

Y a punta de declaraciones de Osorio, de Enrique Ochoa e incluso de panistas, en cosa de una semana Anaya ha sido puesto contra la pared.

Las versiones de que en el periodo del gobernador queretano Francisco Garrido Patrón (2003-2009), Anaya se habría beneficiado de información privilegiada para hacerse de bienes raíces, han corrido durante varios años sin que, hasta el momento, se haya logrado demostrar fehacientemente que tal cosa fue así.

A pesar de ello, reportes publicados por El Universal en las dos últimas semanas han logrado una tormenta mediática en torno a la legitimidad del patrimonio del panista.

Alguien que conoce a Anaya de tiempo atrás le reprochó alguna vez, al constatar que provenía de una familia con recursos, el que no hubiera hecho desde muy temprano en su carrera política una clarificación de sus (no escasos) medios económicos, que no se hubiera vacunado oportunamente en contra de situaciones como las que en estos días ha vivido.

Pero dineros aparte, Anaya está en la tablita porque hay muchos a los que conviene su debilitamiento, y no sólo provenientes del partido en el poder.

Anaya descuidó la unidad de su partido y lleva demasiados meses en un juego de vencidas con Rafael Moreno Valle y Margarita Zavala. Éstos no habían podido arrinconarlo, pero sin el apoyo de esos precandidatos, Anaya difícilmente aguantará el embate oficial.

El gobierno federal ve en el Frente Opositor una amenaza real a su posibilidad de retener la presidencia de la República, así que debilitar a Anaya es debilitar esa amenaza. Y dado que ni Zavala ni Moreno Valle van a dar una batalla real por ese Frente, tampoco tendrán incentivos para defender a su presidente nacional más allá de lo que dicta la solidaridad superficial: un tuit y a lo que sigue. Baja Anaya, ganan ellos.

En un escape hacia adelante, Anaya dobló la apuesta y se atravesó en contra del nombramiento de Raúl Cervantes como fiscal general.

Tras ello, senadores aliados de Moreno Valle o del calderonismo han hecho el vacío al líder nacional panista. Sea o no Cervantes la materia, Anaya no tiene la fuerza para sumarlos sin más a su enfrentamiento contra Los Pinos.


La crisis para el dirigente panista ha llegado a un punto crítico. Quizá pueda salvar la idea de construir un Frente Opositor con el PRD y alguien más. O quizá pueda salvar su liderazgo como presidente del PAN. Pero se antoja muy difícil que logre una u otra agendas desde la posición de precandidato. No imposible, pero difícil. Y es probable que esto también esté en el cálculo del PRI: si llega, será en tal posición de debilidad que será como si no estuviera ahí; como Josefina en el Edomex, rumbo al sótano de la elección.

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