jueves, 31 de agosto de 2017

¿Qué pasó hace un año?

Raymundo Riva Palacio.

Hace un año la pesadilla mexicana se profundizó. El candidato Donald Trump viajó en forma relámpago a la Ciudad de México para entrevistarse con Peña Nieto en Los Pinos coronando una gestión secreta del entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray, con el yerno de Trump, Jared Kushner y su hija Ivanka. A Trump le había dicho un banquero amigo que conocía a Videgaray, que tenía que hablar con Peña Nieto, porque algunas cosas que decía de México estaban equivocadas. Trump, que desde 14 meses antes había convertido a México en el tema central de su campaña, se iba rezagando frente a la demócrata Hillary Clinton. Para él no había mucho que perder. Peña Nieto creía, en ese momento, que tenía muchas cosas qué ganar.

No hay todavía una explicación clara del porqué hubo tanto énfasis para invitar a Trump y tan poco por lograrlo con Clinton. Quizá fue la eficiente gestión de Videgaray, contra la deficiente de la exsecretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu. La canciller se oponía a esa visita, pero hizo poco para cumplirle al presidente. Ruiz Massieu, molesta por la visita, no renunció como pretendía por haber sido excluida de la toma final de decisiones, en la víspera de la llegada de Trump, y durante la reunión en Los Pinos el 31 de agosto, mientras Peña Nieto y Videgaray se comportaban con extrema prudencia, Ruiz Massieu espetó a Trump: “nos sentimos agredidos por lo que ha dicho de los mexicanos”.

Trump no le hizo mucho caso, pero respondió que la prensa había tergiversado sus palabras. Era mentira, que comprobó Peña Nieto ese mismo 31 de agosto, cuando no habían pasado cuatro horas del encuentro y en Phoenix, Trump despotricó contra los mexicanos. Para esa noche, Peña Nieto era devorado en medios y redes sociales por la visita de Trump, e incluso sus incondicionales no entendían la razón de la invitación. En Los Pinos no sabían cómo frenar la devastadora reacción negativa en medios y redes sociales. Uno de los tracking poll que miden la gestión del presidente ubicó ese día su aprobación en 8.0 por ciento. La empresa GEA-ISA realizó una encuesta el siguiente fin de semana, que colocó la aprobación del presidente en 26 por ciento, en ese momento su nivel más bajo del sexenio. El 75 por ciento de los mexicanos consideró 'inconveniente' la invitación a Trump, y 15 por ciento dijo que había sido 'su máximo error' en el gobierno.

Si las cosas pintaban mal, se pusieron peor. La prensa internacional criticó a Peña Nieto por haberle dado el espacio 'presidencialista' que estaba urgido a tener, y de haber contribuido a que su campaña detuviera la caída. Tras la visita, Clinton vio cómo su ventaja sobre Trump se redujo y los ocho puntos que le había sacado tras la Convención Demócrata, se desvanecieron. La consecuencia inmediata fue una gran molestia del presidente Barack Obama, que ignoró a Peña Nieto durante la cumbre del G-20 en Hangzhou, China, días después, hasta que el presidente chino, Xi Jinping, anfitrión de la cumbre, los sentó juntos en la cena oficial.

Obama no volteaba a ver a Peña Nieto, hasta que bruscamente lo tomó del antebrazo, lo jaló y le explicó sus razones de la visita. Obama le dijo que había cometido un gran error. En otro salón, la consejera de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Susan Rice, habló con Ruiz Massieu y le dijo que tenían que despedir al responsable de la visita. Al regreso de China, Peña Nieto no despidió a Videgaray, pero en una larga y difícil reunión de cinco horas en Los Pinos, creó las condiciones para que el arquitecto de la visita renunciara. El gobierno de Peña Nieto no recuperó la vertical. Ruiz Massieu no compuso la relación con los demócratas y, cuando ganó la elección Trump, tampoco abrió una puerta para reencausar las relaciones. Trump no dejó de hablar mal de México, y la canciller fue su siguiente víctima. El 24 de diciembre en Los Pinos, Peña Nieto la despidió. La sustituiría Videgaray, que a espaldas de Ruiz Massieu ya había restablecido el contacto con Kushner e Ivanka Trump a mediados de noviembre, durante una misión secreta.

La llegada de Videgaray a Relaciones Exteriores y el nexo con Kushner facilitó que una semana después de la toma de posesión, se diera una reunión en la Casa Blanca para establecer la agenda bilateral. Fue un desastre. Trump, una vez más, explotó los puentes construidos. En una segunda reunión en México, Trump volvió a tirar sus bombas sobre la relación. Cada vez que había un acercamiento, Trump lo saboteaba. Así ha sido hasta ahora. Trump no era un amigo de los mexicanos, pero hoy es un enemigo declarado.


En todo este tiempo, nada cambió. Con Trump como presidente, todo se agravó, porque hoy manda en Estados Unidos y tiene más poder e impunidad para somatizar sus fobias y odios en acciones políticas, o encontrar en México un enemigo externo para buscar cohesión interna. El gobierno mexicano tiene que lidiar con él de la misma forma, o peor, como si jamás lo hubieran invitado. Todo este año fue de desgaste político para Peña Nieto por nada. Estuvo mal la invitación en aquel momento, y estuvo mal cuando se analiza con la línea de tiempo de un año. Trump no cambió, pero tiró a Peña Nieto al peor momento de todo su sexenio, hoyo del cual no ha salido.

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