Javier Risco.
En los últimos tres años hemos sabido
de entre 21 y 24 personas ejecutadas extrajudicialmente, cuya evidencia apunta
a la presunta participación del Ejército en ellas: entre 12 y 15 muertos en
Tlatlaya, en Edomex, un niño muerto durante un operativo del Ejército y las
fuerzas federales en Ostula, Michoacán, siete jóvenes asesinados luego de que
el Ejército se los llevara, en Calera, Zacatecas y uno más muerto a manos de un
soldado en Palmarito Tochapan, en Puebla. Mínimo 21 víctimas y ningún militar
ni mando encarcelado. En la última década las quejas por violaciones a los
derechos humanos por parte de militares pasaron de 190 por año a mil 75 los
años subsecuentes al 2006.
Mañana, en
medio de la parálisis legislativa que existe en el país en temas como el
nombramiento del fiscal general y el fiscal anticorrupción, la Comisión de
Gobierno de la Cámara de Diputados planea discutir una de las tres iniciativas
que existen para generar una Ley de Seguridad Interior. Una iniciativa promovida por el PRI, en voz de César Camacho y Martha
Tamayo, que pretende la militarización del país. ¿Por qué ahora? ¿Por qué así?
¿Por qué sin escuchar a los ciudadanos?
Con miras en
esta discusión de la que se ha hablado a lo largo de este año, en el espacio
televisivo de El Financiero Bloomberg tuve la oportunidad de entrevistar a dos
integrantes del colectivo #SeguridadSinGuerra, Santiago Aguirre y Alfredo
Lecona, quienes no pretenden denostar a los militares, sino discutir por qué es
fundamental que cualquier regulación se haga siempre en términos del respeto
irrestricto a los derechos humanos.
Este colectivo, formado por decenas
de especialistas y asociaciones, ha advertido sobre la peligrosidad de
convertir en ley la presencia del Ejército en las calles haciendo funciones de
seguridad pública, con los antecedentes de violaciones a los derechos humanos,
como los que ejemplificamos al inicio de esta columna.
“Es una ley que pretende darle el
marco jurídico que el Ejército y la Marina han exigido, y lo hace de una manera
deficiente porque no les genera controles, no mejora la rendición de cuentas,
no mejora la transparencia y genera un diseño en el que se van a propiciar más
violaciones a los derechos humanos y sin duda más violencia”, explica Santiago Aguirre,
subdirector del Centro de Derechos Humanos Miguel Pro Juárez.
Y es que de
acuerdo con el análisis que ha hecho el colectivo con especialistas como
Ernesto López Portillo, experto en temas de seguridad, tanto la iniciativa que
ha promovido Roberto Gil Zuarth, del PAN, en el Senado, como la que promueven los priistas en la Cámara de Diputados, coinciden
en 5 puntos que ponen en riesgo la seguridad jurídica y la garantía de respeto
a los derechos humanos.
Se trata de iniciativas que legalizan
la intervención militar en tareas que corresponden a los civiles, es crear un
marco de operación militar sin que tengan que rendirle cuentas a nadie,
favoreciendo la impunidad, es el empoderamiento de las Fuerzas Armadas y el
Ejecutivo Federal y debilitar opciones como la vigilancia de estas tareas o los
contrapesos legislativos.
Esto sin contar con la
inconstitucionalidad que implica que el Congreso legisle en temas de seguridad
interior.
“Las recomendaciones de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
por los derechos humanos en México, de la CNDH, han ido en el sentido de un
retiro paulatino de las Fuerzas Armadas y nosotros estamos muy conscientes de
que es imposible que de un día para otro haya una retirada, antes que eso pase
se tiene que construir y fortalecer las policías y eso no se logra de ninguna
forma con la emisión de ninguna ley”, aclaró Alfredo Lecona, defensor de derechos humanos.
Y es que no se trata de una
satanización de las Fuerzas Armadas, sino de generar un marco normativo que
empiece por un análisis de las políticas de seguridad pública que han llevado
al descontrol de la violencia en el país y generar políticas públicas que
mejoren los cuerpos policiacos, su capacitación y que se fortalezcan los
procedimientos de impartición de justicia.
Una vez más, los diputados que
quieren continuar en el poder, que nos pedirán seguir confiando en ellos en las
urnas en el 2018, tienen la oportunidad de la apertura ciudadana y de
especialistas que ayuden a construir leyes que antepongan algo que en México ha
sido una y otra vez vulnerado: los derechos humanos más elementales.
¿Es mucho
pedir?
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