Salvador Camarena.
Ahora que andamos en ánimo de
resucitar tradiciones, ojalá no despertemos el fantasma de la maldición del
sexto año de los gobiernos priistas.
Habrá que
ver los movimientos que realice el presidente Enrique Peña Nieto para conjurar,
en la medida de lo posible, turbulencias en la economía y la seguridad. En esta
última, la precariedad en que se encuentra el país, sin cabeza desde hace más
de un mes en la Procuraduría General de la República, debería ocuparnos más.
A menos de
que demos por buenas las versiones que apuntan a que el tema de los fiscales
pendientes de nombramiento empezará a destrabarse gracias a un peculiar acuerdo
que habría nacido en una fiesta.
El brindis
con motivo del ingreso a las filas del catolicismo del hijo del gobernador de
Chiapas, Manuel Velasco, se convirtió en una plural convivencia de figuras de
distintos partidos, comenzando por el presidente Peña Nieto, que ahí alternó
con Dante Delgado (MC), Miguel Mancera (¿?) y Santiago Creel (PAN), entre
otros. (https://goo.gl/A91Yjn)
Hay quien sostiene que en esa ocasión
aleteó la mariposa que días más tarde abrió el cerrojo legal que mantenía
cerrada la cárcel para el panista Guillermo Padrés.
Según esa
versión, la conducta zombie de la PGR,
que dejó correr los diez días que tenía para apelar la decisión de un tribunal
que no encontró elementos para mantener en la cárcel al exgobernador de Sonora
por el delito de delincuencia organizada, es tan inusual que incluso podría
acarrear responsabilidades para algún funcionario de esa acéfala fiscalía. Es,
digamos, de oficio que tienen que apelar.
Se sabe que, desde hace años, para
bien o para mal, la orden que tienen los ministerios públicos federales es que
deben impugnar un fallo adverso. ¿Se imaginan a un MP desacatando una orden tan
puntual?
La posibilidad de un acuerdo político
para dejar que Padrés siga sus otros procesos en libertad es la única
explicación medianamente lógica a la omisión de la PGR.
El gobierno federal habría preferido
los reclamos de la gobernadora Claudia Pavlovich a cambio de la aprobación
panista de un fiscal del cual todavía no tenemos santo o seña.
Quién sabe
si, por su parte, el PAN ha calculado
bien los costos que para su imagen tendría, en el inminente proceso electoral,
tener al impopular Padrés en las calles.
Los priistas saben que incluso
alguien ya tan exprimido en el discurso de que están combatiendo la corrupción
como el tabasqueño Andrés Granier vale más en la sombra durante un año
electoral que en la calle.
El PRI no necesita más símbolos de
impunidad que irriten al respetable. ¿Acción Nacional quiere darse ese lujo?
Porque una raya más al tigre de la ineficaz PGR no pesa mucho, pero que una
muestra viviente de que los panistas son iguales que los priistas, que los
Padrés se salen con la suya gracias a mecanismos legaloides, abonará bien poco a la idea de que
el partido de Ricardo Anaya aprendió del desencanto de la gente con los
sexenios azules.
En todo caso, subsanar la falta de
fiscales es buena idea (no sé si al precio de liberar a Padrés) si lo que se
busca es cabalgar con menores sobresaltos un periodo en el que la clase
política llevará la polarización al máximo.
Ojalá no desperdicien tan singular
maniobra enviando un perfil sin perfil para la fiscalía que habría costado el
entripado de Pavlovich y no pocos mexicanos.
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