Martín Moreno.
El problema
no es Meade. Es Videgaray.
El problema no es Meade. Es quién lo
ungirá como candidato presidencial: el Grupo Toluca. Sí: el PRI más corrupto,
antidemocrático y oscuro.
El problema
no es Meade. Es a quiénes representará:
a los Videgaray, Peña, Montiel, Romero Deschamps, Duartes, Borge, Yarrington,
Gamboa, Camacho Quiroz y toda esa fauna política que ha saqueado al país en los
últimos años.
El problema,
pues, no es José Antonio Meade.
El problema, entonces, es que será
candidato del PRI mexiquense.
El “destape”
de José Antonio Meade como candidato presidencial del PRI no fue el lunes
pasado, 27 de noviembre, en Los Pinos. Ni lo hizo Enrique Peña Nieto.
Vamos: ni
siquiera ocurrió ante diplomáticos el miércoles 22 de noviembre, cuando el
presidente Luis Videgaray… ¡perdón, el Canciller Luis Videgaray!, presentó al
titular de Hacienda como virtual abanderado presidencial del PRI, bajo una
frase que no dejó dudas: “Bajo el liderazgo de José Antonio Meade, hoy México
tiene rumbo, estabilidad y claridad en las decisiones de la política
económica”.
El verdadero
“destape” de Meade como futuro candidato presidencial del PRI no fue en un acto
público, ni mediante un discurso o durante algún evento. No. Fue a través de
una fotografía.
Sí, aquella
fotografía difundida por Videgaray el 31 de marzo de este año, donde se observa
a los entonces estudiantes de Economía en el ITAM, Luis Videgaray y José
Antonio Meade, cargando una mesa juntos en lo que parece ser un día de campo.
Sonriente, Meade. Relajado, Videgaray. Se apoyaban. Juntos desde entonces.
Aquella postal llena de simbolismo político se convirtió en el mensaje
inequívoco de que Meade sería el candidato.
¿Cuál fue su significado?
Somos amigos, estamos juntos, nos
apoyamos y cargamos no una mesa, sino un futuro.
“Señores,
aquí está su candidato y se llama José Antonio Meade, fue la simbología de esa
fotografía, sabedor Videgaray de sus nulas posibilidades de ser candidato por
el fuerte rechazo que tiene entre la población”, escribí desde el pasado 23 de
agosto en este espacio, detallando los porqués del afianzamiento de Meade como
próximo abanderado presidencial priista. No había duda alguna de que él sería
el elegido. (A mayor detalle, ver columna Meade: candidato del PRI… ¿y también
del PAN? Martín Moreno 23/VIII/2017 SinEmbargoMX).
Y hoy, se confirma esa candidatura.
Así lo quiso Videgaray.
Así lo operó Videgaray.
Así lo destapó Videgaray.
De José
Antonio Meade tengo una buena impresión. Sin haberlo tratado ni entrevistado
aún, me parece un funcionario eficaz y, hasta ahora, honesto. En varias ocasiones he escrito que fue un
error mayúsculo de Peña Nieto haberlo sacado de Hacienda al inicio del sexenio
y enviarlo a Relaciones Exteriores. Meade debió haberse quedado en Hacienda y
evitar así el desastre provocado por su amigo, Luis Videgaray, con la
perjudicial Reforma Fiscal.
Sin embargo, las circunstancias en
política lo son todo.
Y, hoy por hoy, esas circunstancias
perjudican más que ayudar a Meade.
Echemos un
vistazo:
Meade será
el candidato de Luis Videgaray, quien se asume como el jefe nato del PRI, por
encima inclusive de Peña Nieto. Fue Videgaray quien destapó a su amigo del ITAM
hasta en dos ocasiones – con la fotografía y ante diplomáticos-, mucho antes de
que Peña lo formalizara en Los Pinos.
En pocas palabras: Meade será
candidato presidencial del PRI porque Videgaray así lo quiso, sabedor que
ningún priista – ni él, ni Osorio Chong ni Nuño-, podrían ganar la presidencia
por el enorme desprestigio que llevan en los hombros ante el fracaso peñista.
Así que no nos equivoquemos: el uno de junio de 2018, un voto en favor de José
Antonio Meade, será un voto en favor de Luis Videgaray. Así de sencillo.
Meade será también el candidato de Peña Nieto,
para cuidarle la espalda ante la enorme estela de corrupción que deja tras su
paso por la presidencia. ¿O acaso
Meade investigará a fondo la corrupción que indudablemente rodea a Los Pinos, y
en general, al gobierno de Peña? La respuesta es no. No lo hará. Para eso
lo impulsan: para aprovechar que no es priista y que no está tan contaminado.
Empero, el precio que deberá pagar Meade
es muy alto: ser la tapadera de la corrupción peñista. No investigar a Peña. Ni
a La Gaviota. Ni a Videgaray. Ni a Ruiz Esparza. Ni a Luis Miranda. Ni a
Eruviel. Ni a del Mazo. Absolutamente intocable el Grupo Toluca.
Si quiere ser presidente de México,
Meade tendrá que arrancarse los ojos y ser ciego para no ver la corrupción que
azotó al país durante este sexenio.
Meade será el candidato del Grupo Toluca. Tampoco
nos equivoquemos en este lance: Meade ya fue cobijado por el priismo más
corrupto y antidemocrático del país: el mexiquense. A querer o no, Meade será
arropado por la forma de hacer política de Hank González, de Peña Nieto, de
Arturo Montiel, del clan del Mazo.
Es un
ejercicio de pragmatismo puro: préstanos
tu nombre y tu prestigio, que nosotros te haremos presidente. A como dé lugar.
Cueste lo que cueste. Meade tendrá que tragar sapos cuando se le acuse de ser
candidato presidencial del partido de la corrupción, del saqueo, de los
gobernadores ladrones, de quienes han envilecido al país con su bandidaje. ¡Ni
cómo negarlo!
Meade será el candidato del fraude electoral. En
las encuestas recientes del Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE) y de El
Financiero, la diferencia entre Andrés Manuel López Obrador y Meade es abismal:
20 puntos. AMLO 30 por ciento, Meade 10 por ciento, en promedio. Así como
hablamos de la eficacia de Meade, también hablemos de su alejamiento de las
clases media y baja: no lo conocen. “Pepe popular”, le gritaban los cetemistas,
buscándole un halo del que Meade carece: el ser popular. No lo es.
Meade no debe auto engañarse y ser consciente de
cómo lo quieren llevar a Los Pinos: a la manera como ganó el PRI en 1988,
mediante el fraude electoral a Cuauhtémoc Cárdenas. O como lo hicieron este año
en el Edomex. Meade sabe que el PRI no le apostará todo a su personalidad, sino
a la maquinaria partidista: a la compra de votos, a la difamación en contra de
sus adversarios políticos, a la ceguera del INE y del TEPJF, al aniquilamiento
de la democracia.
Meade, por sí solo, no les garantiza el triunfo.
Peña, Videgaray y el PRI necesitan del fraude, y a él recurrirán para
garantizar impunidad después de 2018. Sin duda.
“Este es un
bello día…”, dijo Carlos Salinas de Gortari en Los Pinos, cuando ocurrió el
destape de Luis Donaldo Colosio.
“Me da mucho
gusto saludarles esta mañana, fresca, pero hermoso día…”, matizó Peña Nieto, en
una copia de la entrada del discurso salinista.
Es un pequeño detalle, si se quiere,
pero, a final de cuentas, significativo: la mano de Salinas de Gortari detrás
de la sucesión presidencial del PRI, que será tema de otra columna.
Por lo
pronto, desde hoy, algo ya nos debe
quedar muy claro:
Votar por Meade es votar por
Videgaray, por Peña, por Romero Deschamps, por Gamboa, por Montiel. Por el PRI
más nocivo del país.
Sin duda.
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