Salvador
Camarena.
José Antonio Meade aceptó la
candidatura presidencial del PRI a sabiendas de que se jugaba un albur. Era su
prestigio personal contra la mala fama del partido y del gobierno que lo
impulsaban. Dicen que algo parecido habría calculado el presidente de la
República: que un puro calme la ira y logre que la polis priista no sea
destruida.
Como reza el dicho, Meade se metió a
redentor y acabó crucificado. No hubo escándalo del peñismo que no le colgaran.
Desde Odebrecht hasta Javier Duarte, de la operación Zafiro revelada en
Chihuahua al gasolinazo, de la visita de Trump a Ayotzinapa, de la casa blanca
a la Estafa Maestra. El candidato que presumía de honesto fue el pararrayos de
los nubarrones de corrupción, improvisación e indolencia de estos años.
Lo anterior no quiere decir que
Meade, en tanto servidor público de primer nivel de este sexenio, estuviera
libre de responsabilidad en algunos de esos casos. Por ejemplo, la Estafa Maestra le persiguió en los debates presidenciales donde le
reclamaron, en el mejor de los casos, su inacción frente a los millonarios
desvíos detectados por la Auditoría Superior de la Federación (que en paz
descanse).
Pero cabe preguntarse si el presidente de la
República, en una jugada de oficio político, no tuvo al destapar a Meade una
segunda agenda, una que le permitía que Pepe se convirtiera en el cordero
mediático que absorbiera la atención de las culpas del sexenio, mientras otros
personajes de esta administración intentaban la Lavolpiña: llegar al siguiente
puesto caminando, sin apenas ser cuestionados.
Porque la Estafa Maestra no es solo
Meade, y para el caso no es solo Rosario Robles. Ese cuestionado esquema fue
mucho más allá de Sedesol y no todos han sido llamados a rendir cuentas. Entre
estos, por ejemplo, está el candidato a senador por Chihuahua, José Reyes Baeza
(adelanto al lector que el también exgobernador chihuahuense dice que cualquier
señalamiento se trata de guerra sucia, etc, etc).
Animal
Político publicó el lunes un reportaje
en el que se informa que la Secretaría de la Función Pública ya sancionó a
Héctor Valles Alvelais, colaborador de Reyes Baeza en el FOVISSSTE cuando ese
organismo dio 129 millones de pesos a la Universidad Autónoma del Estado de
México. Ese caso forma parte de La Estafa Maestra publicada por AP y
Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad. Las empresas que más se beneficiaron de esos 129 millones fueron las de
un personaje de nombre Francisco Javier Ramírez Lares.
Como se
expone el reportaje de esta semana, Ramírez
Lares, Valles Alvelais y Reyes Baeza son amigos. Y el primero de ellos obtuvo
otros 1, 000 millones de pesos en contratos por parte del ISSSTE y el FOVISSSTE
cuando los presidió su amigo, el hoy candidato a senador por el PRI.
Al acceder a
esos contratos, empresas de Ramírez
Lares llegaron al extremo de algo que podría señalarse como simulación de
competencia, pues él estaba detrás de una empresa llamada Nubaj y de otra de
nombre Neixar Systems SA de CV, y ambas se presentaron en al menos una ocasión
a “competir” por un contrato.
Cuando los
periodistas le preguntaron al respecto,
Ramírez Lares dijo primero que “ambas compañías son ‘competencia amiga’ y que
no forman parte de un mismo corporativo”. Aunque finalmente acabó admitiendo
que es apoderado de Neixar y dueño de Nubaj. Cómo les quedó el ojo con ese
nuevo concepto de “competencia amiga”.
Insisto: Reyes Baeza dice que él no tuvo nada que
ver con que Valles Alvelais, su amigo y colaborador en el FOVISSSTE, le diera a
la UAEM un contrato que en buena medida acabó en manos de empresas de su otro
amigo, Ramírez Lares. Pura casualidad. O si no, que nos lo explique Meade, que
para eso se metió a esto, para dar la cara por los que se esconden detrás de su
fama de funcionario probo. A él ni al bonito “triángulo de la amistad” de Reyes
Baeza lo invitan. Qué gachos.
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