Diego
Petersen Farah.
El domingo
en la noche, más a tardar el lunes en la madrugada, antes de que México se
enfrente a Brasil, tendremos presidente electo. Muchos estarán de fiesta y otro
tanto de luto o hasta enojados, pensando que este país no tiene remedio. El
ganador estará sonriente, se habrá olvidado de lo difícil que fue llegara hasta
ahí, el momento de gloria, el éxtasis de saberse el próximo presidente de
México. Más de algún amigo de la infancia le recordará el día en que en la
escuela la maestra preguntó qué quieres ser de grande y él, altivo, seguro de sí
mismo, contestó “presidente”. Y si por alguna extraña casualidad México le gana
a Brasil, hasta podrá decir que es el primer signo inequívoco del cambio por
venir. Será el día más feliz de su vida, el único en que no tendrá que
preocuparse por ganar, porque eso ya quedó atrás, ni por el país, pues de ello
tendrá que preocuparse a partir del martes cuando comiencen a cobrarle la factura.
Nada es gratis, dice el dicho, y ser presidente mucho menos.
La gran corrupción comienza en las
campañas, nos han dicho los estudiosos del tema como María Amparo Casar o Luis
Carlos Ugalde. La fiesta de la democracia la pagamos todos, en la parte legal,
pero por cada peso legítimo hay, estiman, 14 por debajo de la mesa. Como en las
fiestas de 15 años, esos 14 pesos los ponen los padrinos. Acá no se trata de un
padrino de puerco o de mezcal, sino el que metió dinero para la movilización
electoral, para el mitin de cierre, para la operación de las redes sociales,
etcétera.
Algunos ya cobraron por adelantado,
con una senaduría, una diputación o, los más bajitos, un pariente regidor. Los
demás comenzarán a formarse el martes para festejar que “ahora sí ganamos
compadre”, “ya llegamos” y cuanta frase en primera persona del plural se les
ocurra, pero siempre nosotros, siempre enfatizando nuestro esfuerzo (a los tres
derrotados les hablaran de tú: “que friega te pusieron compadre… pero tú
tranquilo, ahí me vas pagando como puedas lo que le metí a tú campaña).
La factura de la campaña es el origen
de la nueva corrupción, la que viene. Todos dijeron en sus cierres que en su
sexenio no habría corrupción, bravo, por un momento hasta les creímos, y
encontramos cierta sinceridad en sus palabras, pero el mecanismo ya está en
marcha, la forma en que van a ganar el presidente de la república, los nueve
gobernadores, los diputados, los presidentes municipales, está marcado por
acuerdos y complicidades que son el sustrato sobre el que crecerá la nueva
hidra del desfalco.
Pero no se
preocupen, la factura de las campañas no
la van a pagar los funcionarios electos con su dinero, la pagarán con el
nuestro, con los impuestos que son fruto nuestro trabajo.
Esa es la magia de la corrupción.
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