Salvador
Camarena.
Uno puede
ser amigo de Benito Taibo incluso si nunca se ha tomado un café con él, o
terminado juntos un par de botellas de tinto en alguna velada, sin haber
compartido, pues, un viaje de fin de semana con las respectivas familias. Por
eso es que a mí, que no me puedo decir su amigo, me dio mucho gusto que esta
semana mi amigo Benito Taibo fuera elegido por la Feria Internacional del Libro
de Guadalajara para el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando
Benítez 2018. Vaya, estuve a punto de brindar por él de puro contento.
Pero en vez
de abrir una botella me puse a revisar cosas que Benito ha dicho por aquí y por
allá cosas sobre el periodismo y sobre cosas más serias.
Sobre lo
primero, me gustó esta definición que dio en enero de 2009, al recoger el
Premio de la Cátedra de Periodismo cultural en Oviedo, España, concedido a su
padre Paco Ignacio Taibo I. Una nota publicada entonces señala que “de su padre
aprendió qué es la cultura, el asunto al que Benito Taibo dedicó su conferencia
de ayer: «Cultura es dejar en las cabezas de todos más preguntas que
respuestas», escuchó de boca de Taibo I a los nueve años”.
https://www.lne.es/sociedad-cultura/2009/01/24/benito-taibo-periodismo-prostitucion-aprende-calle/719198.html
Al leer ese
párrafo entendí su gran éxito con los jóvenes. Porque para quien se lo haya
perdido, es un rockstar de la muchachada lo mismo en Tijuana que en el CCH
Azcapotzalco, pasando por prepas atiborradas en la Universidad de Guadalajara.
No llega a aleccionar sino a sembrar ˝más preguntas que respuestas”. Resultado:
sale en hombros, o le hacen firmar 400 libros, que es lo mismo que abrir la
puerta grande, como le pasó en Baja California en 2015 al presentar su libro
Personal Normal.
Y lo hace
con un truco que le he visto muchas veces. Es un truco-estilo que si el toreo
no estuviera en desuso podría ilustrarse diciendo que es un maestro del temple.
Que en las tertulias radiales a las que convoca, o en sus participaciones en
mesas de historia o literatura, ejecuta como nadie el temple, esa rara cualidad
de encontrar el ritmo adecuado para responder cada acometida (si es tersa la
interlocución, con tersura, si el otro tío se pone bravo, reacciona sin echar la
pata atrás) y así, con poder suave, lleva las cosas a su terreno, que no son
otros que los de la empatía.
Porque
cuando uno habla con Benito él quiere escuchar primero y luego quiere, y logra,
que también seas tú el que hables después. Supongo que eso es lo que lo hace un
gran conversador, conduce la charla a donde tú más cómodo te encuentras. A
estas alturas Benito debe pensar que más que ser su amigo quiero un hijo, pero
en fin.
Mejor leamos
a Benito, que a los trece años le anunció a su padre que de grande quería
dedicarse de tiempo completo a “ser lector”.
https://www.clarin.com/cultura/benito-taibo-literatura-juvenil-existe-invento-vender_0_SJUZXMBpZ.html
En ocasión
del 30 aniversario del terremoto de 1985, publicó en SinEmbargo.mx una crónica
de sus vivencias de aquella tragedia. Cito un fragmento donde habla de la
cocina que para alimentar a los rescatistas instalaron en un edificio en la
zona de desastre: “A pesar de la fatalidad, fueron días también luminosos,
donde pude ver lo mejor del espíritu humano, la crema y nata de mi ciudad. Y
puedo decir orgulloso que me codeé durante esos días con héroes de verdad, de
carne y hueso.
“Nos
desalojaron del edificio unos días después. Judiciales a punta de pistola. Nos
tenían miedo.
“Habíamos
despertado con las sacudidas del terremoto y no pensábamos dormir nunca jamás.
En la gran
cocina donde hicimos lo que pudimos gracias a la solidaridad del pueblo de
México, había pintado sobre la pared, con spray negro, una frase que desde
entonces me acompaña, que vela mis sueños, que me devuelve la fuerza; “Aquí, lo
único que tembló fue la tierra”. (…) Ese 19 de septiembre de 1985 es una
cicatriz que mostramos los que aquí vivimos, sin pudor. El día que nos hicimos
ciudadanos, nos hicimos ciudad. El recordatorio de nuestra fragilidad y también
de nuestra fuerza”. http://www.sinembargo.mx/opinion/20-09-2015/39405
Ese es el
otro secreto de Benito. Es un optimista irredento. Todo pinta a mal (o sea,
casi a diario) y se indigna y clama como el Taibo que es; pero no es cosa de un
minuto para que ponga en la mesa una anécdota que provoca risotadas.
“Las
palabras han hecho revoluciones, puentes, caminos. Han logrado que la gente se
enamore o se odie para siempre”, dice su personaje de 12 años de edad en
Persona Normal. Por su devoción a las palabras, este lector, locutor,
tertuliano, historiador, periodista y escritor será homenajeado en diciembre en
mi ciudad. Champaña por mi amigo Benito por favor.
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