miércoles, 27 de junio de 2018

Por qué López Obrador ganaría la elección.


Martín Moreno.

Andrés Manuel López Obrador ha sido, sin duda, el líder político y social más relevante de los últimos 18 años, a partir de que ganó la jefatura de Gobierno capitalina. Como ninguno, fue capaz de enfrentar a un sistema político poderoso, que por todas las vías ha intentado aniquilarlo y que, sencillamente, no ha podido con él. Es, sin duda, un sobreviviente de la feroz lucha política en México.

AMLO tiene a millones a su lado que lo adoran. AMLO tiene a millones en su contra que lo odian. AMLO tiene también a enemigos muy fuertes, que en los últimos meses han intentado descarrilarlo como puntero en las encuestas y que nada más no han podido hacerlo: Salinas, Peña Nieto, Calderón, Fernández de Cevallos, Fox y demás representantes del desgastado establishment político. AMLO, hasta hoy, los está derrotando.

Y a menos de 96 horas de la elección presidencial, que nadie se sorprenda ni se retuerza si López Obrador resulta triunfador. Así lo habría querido la mayoría, y en democracia, la mayoría manda. A pesar de los Salinas, Peña, Fox y demás fauna política que hoy se ve amenazada con el arribo al poder presidencial de un cambio – a querer o no- en el gobierno, representado por AMLO.

“El cambio es López Obrador…”, advierte Jorge Castañeda en mi libro 1/Julio/2018 Cambio radical o dictadura perfecta (Edit. Random House /Aguilar). Estando o no de acuerdo con algunas de sus posturas, resulta innegable que Castañeda es profundo conocedor de los engranes y tripas del sistema político mexicano, lúcido en sus juicios e informado en sus opiniones. Es, inequívocamente, una mente brillante, autor del espléndido e imprescindible libro “La herencia: Arqueología de la Sucesión Presidencial en México”.  Castañeda sabe lo que dice.

¿Por qué ganaría AMLO la elección presidencial del domingo uno de julio? Por las siguientes razones:

Primera, porque como Jorge Castañeda, millones también lo piensan: el cambio es AMLO. Y México necesita, le urge, un cambio de fondo.

Segunda, porque AMLO ha sido opositor permanente y congruente, y no de coyuntura ni de oportunismo político. Desde hace tres sexenios ha advertido de los riesgos de políticas públicas fallidas, de la galopante corrupción y de la soberbia gubernamental. Mientras, los demás aplaudían a rabiar las reformas de EPN. Caso concreto es Ricardo Anaya, de quien se conservan en memoria indeleble sus aplausos, loas y vítores a las reformas peñistas pero que ahora, montado en campaña política, pretende mostrar un rostro diferente: el opositor real del sistema. Pocos se tragan ese anzuelo. Mientras Anaya ovacionaba a Peña, AMLO lo cuestionaba. Ese es el dato duro.

Tercera, porque, como nadie, ha sabido interpretar y enarbolar el hartazgo social durante los tres últimos sexenios: Fox, Calderón y Peña Nieto. Mientras los presidentes panistas y el priista desoían los reclamos ciudadanos –sobre todo de los más de 50 millones de pobres-, AMLO los veía de frente y los escuchaba. ¿Quién se atrevería a estar en contra del lema ´Primero los pobres´?

Cuarta, porque el gobierno de Peña Nieto ha sido un desastre: corrupción, impunidad, soberbia, encubrimientos, abusos, mentiras, errores y engaños, han sido los pilares de un gobierno que intentó, con las reformas, apuntalarse y regresar a los viejos tiempos del presidencialismo imperial. De alguna manera lo logró, pero en el lance, el propio remedio resultó veneno: diseñados y acostumbrados a la corrupción, los priistas mexiquenses se atragantaron de contratos con constructores amigos, de dinero, de conflictos de interés, de cinismo, pensando que México era el mismo país de los setentas, y allí cavaron su tumba. La corrupción (su ADN) los liquidó. Y hoy lo tienen qué pagar en las urnas.

Quinta, porque el estilo personal de gobernar de Enrique Peña Nieto (muy ligado al anterior punto), resultó una combinación tóxica de un priista que se erigió en un personaje impresentable, con más errores que aciertos: Peña tiene en la sangre la corrupción de Arturo Montiel, la soberbia de Alfredo del Mazo padre, la ceguera de Salinas de Gortari y el cerebro de Luis Videgaray, ya trastornado por el miedo a perder el poder presidencial. Esa combinación mató a Peña y allí está el resultado: el presidente más aborrecido de la historia moderna del país, con sólo 20% de respaldo ciudadano. El derrumbe. Luego entonces, AMLO era antítesis de Peña: austero, sencillo, en un contraste tan brutal como suficiente para presentarse como el cambio real.

Sexta, porque a pesar de sus errores evidentes – postular vía Morena a impresentables como Napoleón Gómez Urrutia, Nestora Salgado o Víctor Hugo Romo-, a final de cuentas pesaron más sus aciertos, como incluir en su gabinete a personajes de prestigio y, sobre todo, sin mancha de corrupción: Sánchez Cordero, Vasconcelos, Urzúa. En ninguna parte del mundo hay gobiernos perfectos, aunque sí hay gobiernos de equilibrios y, en este caso, ganaron los equilibrios positivos. AMLO deberá responder, en todo caso, por los pecados cometidos en el camino. Él los hace, él los pagaría.

Séptima, porque ante el agotamiento de un sistema político similar (PRI-AN), la sociedad – hoy mejor informada y más radicalizada-, ha decidido darle una oportunidad a una izquierda cuestionada, deslavada y contaminada, sí, pero, al final del día, una izquierda conformada también por izquierdistas legítimos – Encinas, Batres, entre otros-, y que se muestran decididos a cambiar a un sistema que cada día genera más pobres y desigualdades.

Octava, porque hoy por hoy, la mayoría manda, y eso se llama democracia, y como la mayoría quiere que AMLO sea presidente, seguramente así ocurrirá. Democracia pura y dura.

Peña Nieto está ante el dilema de su vida: reconocer la victoria inevitable de AMLO el mismo uno de julio, en un lance demócrata que le medio salvaría su desprestigiada figura, o intentar, al costo que sea, incluida la desestabilización nacional, un fraude, al buscar imponer al deslavado Pepe Meade que nada más ni prendió, ni emocionó ni funcionó.

Desde las 2 de la tarde del domingo próximo, Peña ya sabrá en Los Pinos si AMLO ganó la presidencia, y entonces, ese será un momento clave para el país: la transición madura o la protesta nacional.

AMLO seguramente ganará la elección presidencial. La tercera sería la vencida.

La pregunta, es: ¿cuál será la voluntad demócrata de Peña Nieto?

Cuestión de horas para saberlo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario.