Jenaro
Villamil.
La sociedad mexicana no era arisca,
así la acostumbró el largo sistema priista que puede llegar a su fin este 1 de
julio.
La sospecha del fraude, las denuncias
de operaciones carrusel, el reparto de tarjetas, las pérdidas de boletas, las
instrucciones a funcionarios estatales, el pasmo del Instituto Nacional
Electoral (INE) que anuncia un PREP más lento que hace 12 años, las
balandronadas de los voceros de José Antonio Meade y la certeza de que ninguna
cleptocracia deja el poder de manera fácil son los ingredientes de una tensión
previa a los comicios del próximo domingo.
Por si fuera
poco, a esta tensión se suma la
violencia criminal. La ejecución de Emigdio López, candidato de Morena a una
diputación local en Oaxaca, junto con otras cuatro personas, se suma a la lista
de 130 homicidios que se han registrado desde septiembre de 2017 a la fecha, de
los cuales sólo dos han sido resueltos con la detención de los presuntos responsables.
Este 26 de
junio se reportó el asesinato de un activista del voto de Morena en el
municipio de Miguel Alemán, Tamaulipas, que apoyaba al candidato a alcalde,
Jaime Hinojosa.
Los crímenes no han privilegiado a un
solo partido, aunque 80% estaban en algún partido opositor, en relación con el
partido gobernante en las entidades de Guerrero, Oaxaca y Puebla, que registran
el mayor número de atentados.
El recuento
de la consultora Etellekt menciona 28
precandidatos asesinados de todos los partidos, 16 candidatos, 15 exalcaldes,
14 militantes, 12 regidores, siete activistas, siete alcaldes en funciones,
siete dirigentes partidistas. De los 16 candidatos asesinados, cinco eran
alcaldes en funciones.
La violencia criminal se volvió el
“gran elector” en varios municipios del país, especialmente en zonas donde el
crimen se ha organizado desde las propias esferas de poder municipal y estatal.
Es un desplazamiento de facto de los
partidos y de las instituciones electorales. Un retroceso a los tiempos del
obregonismo: plata o plomo.
No sólo han
asesinado a candidatos. También ha sido
la temporada más violenta para el crimen contra policías ejecutados. Suman 160,
según elaboración del periódico El Universal, mientras que el recuento de la
consultora Etellekt registra un total de 307 agentes de seguridad asesinados
durante el proceso electoral, de los cuales, 203 eran policías, 62 agentes
ministeriales y 14 militares.
Tanto los
recuentos de El Universal como de Etellekt ubican
a Acapulco, Guerrero, Salamanca, Guanajuato, Amatlán, Veracruz e Iztapalapa,
Ciudad de México, como los municipios con mayor violencia contra agentes
municipales.
La propia ruta de los crímenes está
anunciando dónde van a estar los focos de violencia más fuertes de la elección
de este 1 de julio.
“Haiga sido,
como haiga sido”
El vocero
del PRI, Aurelio Nuño, presumió en
entrevistas radiofónicas y televisivas durante los últimos dos días que el
candidato José Antonio Meade ganará porque captará el alto porcentaje de los
indecisos que señalan varias encuestas, entre 15% y 20%.
La
aritmética en este terreno no falla: ni
sumando los votos de TODOS los indecisos, Meade podría rebasar o cerrar la
elección frente a Andrés Manuel López Obrador que le lleva una ventaja de más
de 22 puntos porcentuales. A menos que Nuño tenga pruebas de que en todas las
encuestas electorales hubo un “fraude masivo” de la percepción pública.
En la soberbia del vocero del aparato
oficial, Nuño lanzó dos mensajes vía Twitter muy preocupantes e indicativos de
su desesperación:
“Es probable (sic) que la elección
tenga un resultado muy distinto a lo que reflejan las encuestas y también es
probable que a López Obrador no le guste el resultado. La democracia se define
en las urnas y se define con votos. ¡Vamos a ganar!”.
¿Qué quiere decir Nuño con “es
probable”? En la
cultura política que él representa, la
única probabilidad conocida es la alteración de los votos mediante el fraude.
¿Por qué no se pronunció o rechazó cualquier intento de fraude de su partido y
de otros? La democracia se define con elecciones limpias y sufragio efectivo.
Algo que no les gusta admitir a los “operadores” electorales de Meade, sinónimo
de mapaches.
En el otro
mensaje, el extitular de la SEP advirtió
que “hablar de fraude es señal de nerviosismo y no es ser demócrata. En México
tenemos un historial de elecciones limpias, donde gana quien más votos tiene”.
¿Historial de elecciones limpias?
¿Realmente Nuño cree que estamos como en Suiza? ¿A quién quiere engañar el
frustrado aspirante presidencial?
Su tono, su talante, su soberbia son
indicadores de dos cosas: un sector de ese grupo en el poder hará todo para manchar las
elecciones del 1 de julio, y la única posibilidad de rebasar por mucho esta
idea del “resultado sorpresivo” de Meade es una votación mucho más copiosa de
lo esperado. Si se rebasa 70% del índice
de participación, la operación para ensuciar los comicios presidenciales será
muy difícil.
Del lado de Morena, su presidenta,
Yeidckol Polevnsky, le entró también al concurso de las balandronadas. “Que no
se atrevan a querer hacer fraude porque sí se van a encontrar con el diablo”, afirmó en conferencia de prensa.
“No les vamos a permitir ningún
fraude a ningún precio, no lo vamos a aceptar, entonces ninguna manipulación es
aceptable”, reiteró la dirigente del partido que encabeza las preferencias
electorales.
Por
supuesto, el aparato mediático se
encargó de sobredimensionar su referencia “al diablo”, como antes lo hicieron
con “el tigre”. A estas alturas, la dirigente nacional de Morena debería
entender que comunicar mal sólo alimenta la espiral de tensión prelectoral.
Por desgracia, estamos en tiempos de
canallas. Y estos harán todo para prolongar la agonía de un sistema quebrado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario.